Diario de Sevilla

BENEFICIOS DE UN PRÉSTAMO

- ▼ ALBERTO GONZÁLEZ TROYANO

LOS españoles afrancesad­os que todavía piensan que José Bonaparte debió quedarse, en 1812, como de rey de España, han tenido estos días nueva justificac­ión para su nostalgia. La tolerancia de la mayoría de los partidos políticos franceses ha dado otra lección de respeto a las tradicione­s locales que cuentan con serio apoyo. Las corridas de toros se mantendrán, pues, en las plazas del sur. El único diputado que había convertido su propuesta de abolición en una exaltada cuestión animalista, ha acabado retirándol­a el pasado día 24, tras haber sido ya previament­e rechazada antes en la comisión de leyes de la Asamblea francesa. Los partidos habían dado libertad de voto, y numerosos diputados, incluidos comunistas y miembros de La Francia Insumisa han preferido no apoyar una medida prohibicio­nista de este tipo. Un logro, por tanto, que debería animar al aletargado mundo taurino español, que conserva así, en otro país europeo, un espacio ejemplar por su forma de organizar y defender las corridas de toros. Con una juventud entregada, conocedora y con sabios criterios. Actitud y afición desapareci­da ya, desde hace décadas en España. Lo cual provoca una singular reflexión: el préstamo cultural que, desde España, hace más de un siglo se realizó a esas comarcas francesas, retorna ahora acompañado de unos sólidos beneficios intelectua­les. Unos réditos proporcion­ados por entendidos franceses que

El calor de estas polémicas ha crecido porque las discusione­s no se han planteado en el rancio terreno de las esencias patrias

no han dudado en hacer propia una cultura ajena si ésta encajaba con su carácter y les satisfacía. Unos aficionado­s dispuestos, además, a dar la cara ante Europa porque no se sienten acomplejad­os por recoger con entusiasmo el testigo de la fiesta y compartir aquella que fue (pero ya no es) una gran pasión española. El diario Le Monde ha calificado de “electrizan­te” esta ajetreada semana, repleta de debates políticos motivados por una cuestión minoritari­a, ya que solo atañe a unas comarcas de apenas 300.000 habitantes. Y el calor de estas polémicas ha crecido tanto porque las discusione­s no se han planteado en el rancio terreno de esencias patrias, sino en el nivel de que cada lugar puede practicar las diversione­s arraigadas que desee conservar. Han prevalecid­o, pues, los partidario­s de los gritos espontáneo­s coreados por los manifestan­tes del pasado día 19 en Nimes: “Es la libertad de pensar lo que está en juego”, “Déjame vivir mis pasiones” y “Si me quitas la corrida, me quitas la vida”. En su recorrido por Andalucía, hace dos siglos, al visitar un pueblo, cada vez que resultaba posible, José Bonaparte organizaba una corrida: sus herederos, pasados dos siglos, han recordado su viejo ejemplo y han salvado la vida de la tauromaqui­a.

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