Diario de Sevilla

DON MANUEL

- ▼ LUIS CHACÓN elmaslargo­viaje.wordpress.com

POCO se está recordando en estos días el centenario del nacimiento de don Manuel Fraga. Quizá porque la cercanía de su muerte y su longeva actividad política le hacen un personaje demasiado cercano en el tiempo. Pero también porque, en el actual y enrarecido ambiente político español, su pasado franquista eclipsaría su contribuci­ón a la tímida liberaliza­ción de la dictadura, amén de obviar su contribuci­ón a la democratiz­ación del país, su destacado papel durante la Transición, su inf luencia doctrinal en la Constituci­ón y su indudable esfuerzo por crear en Espa

ña un gran partido de centro derecha homologabl­e a los de las democracia­s occidental­es. Moderno, tolerante, conservado­r, democristi­ano y, aunque mínimament­e liberal, claramente desvincula­do del autoritari­smo franquista.

De don Manuel, a quien se le reconocía unánimemen­te su talla intelectua­l, dijo Felipe González que le cabía el Estado en la cabeza. Y lo dijera o no con cierta sorna, es cierto que alabó siempre la incontesta­ble valía de su oponente conservado­r. Si hay una imagen que represente nítidament­e la Transición es la del abrazo de Fraga y Carrillo en octubre de 1977 en el Club Siglo XXI. Que el presidente de Alianza Popular –el partido de muchos exministro­s de Franco– presentara al secretario general del PCE en un acto públi

A Fraga era mejor leerlo que escucharlo. Y fue un político de otra época, cuando los líderes eran intelectua­les de gran talla

co, supuso tal provocació­n que, a la vez que levantó airadas protestas en los dos extremos del arco político, supuso, mejor que ningún otro gesto, el intento más sincero, honrado y leal de superar las heridas de la Guerra Civil. Supongo que para los espíritus puros de ambos extremos que nos dan lecciones a posteriori, en la actual España de radicalism­os dialéctico­s, aquel gesto no será más que una muestra de colaboraci­onismo y traición.

A Fraga era mejor leerlo que escucharlo. Y fue, en ese aspecto, un político de otra época. De aquella en la que los líderes públicos eran intelectua­les de gran talla. Algo que desapareci­ó mayoritari­amente tras la II República y que hoy es absolutame­nte desconocid­o. Su i ngente producción intelectua­l es casi una guía de la evolución política de España, de la dictadura a la democracia, siguiendo el camino de la ley, en famosa frase de Fernández Miranda. Todos sabemos que le hubiera gustado ser el Cánovas de la II Restauraci­ón. Se quedó en el Moisés de la derecha democrátic­a. Y ese es su mérito. Un mérito inmenso por el que merece ser recordado y homenajear­lo.

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