Las hijas del hambre
EL PRODIGIO ★★★ ★★
Drama, Irlanda-RU, 2022, 106
min. Dirección: Sebastián Lelio. Guion: Alice Birch, Sebastián Lelio.
Fotografía: Ari Wegner. Música:
Matthew Herbert. Intérpretes: Florence Pugh, Tom Burke, Kíla Lord Cassidy, Niamh Algar, Ciarán Hinds, Toby Jones, Elaine Cassidy.
Las mujeres del cine de Sebastián Lelio se empoderan en el presente y el pasado, contra las reglas del matrimonio burgués convencional ( Gloria y su remake), un entorno intolerante frente a la identidad de género ( Una mujer fantástica), la presión de una comunidad ortodoxa ( Desobediencia) o, como en este nuevo filme recién llegado a Netf lix, contra el fanatismo religioso y los atavismos culturales en la Irlanda rural de 1860 apenas recuperada de los estragos de la gran hambruna.
Basada en la novela de Emma Donoghue, El prodigio – editada en España en Ediciones B– incide así en una misma búsqueda de relatos ejemplares de mujeres que resisten y se sublevan ante un patriarcado que, en sus distintas formas y manifestaciones, las ha relegado a un papel secundario o sometido. Nuestra protagonista, una enfermera inglesa (sobria y firme Florence Pugh) llamada por el cónclave masculino de un pequeño pueblo para vigilar a una niña que lleva cuatro meses en ayuno, impone la sensatez, la ciencia y la determinación en un entorno que prefiere creer en los milagros o la santidad como ilusiones, relatos mágicos o tapaderas de realidades sórdidas e innombrables.
Capa a capa, Lelio va revelando las intrincadas y profundas raíces de una cultura y una época donde la barbarie se disfraza de superchería y toda disidencia es sometida a juicio sumarísimo. En ese paisaje moral tan devastado como hermoso (cortesía de la fotografía de Ari Wegner), resiste la figura solitaria de una mujer también víctima del trauma, la pérdida y el duelo que no se resigna a clausurar su propio deseo y a cambiar el orden de las cosas.
Tal vez menos trazada y maniquea que otras cintas suyas, El prodigio insiste en anudar un mismo orden histórico y una misma batalla de género mediante la mostración de la tramoya en su prólogo y epílogo y a través de la banda sonora contemporánea de Matthew Herbert, aunque a la postre las formas convencionales del drama de época acaben imponiéndose a la autoconciencia del artificio que aspira a funcionar como metáfora.