La piel fina y la reputación
● El discurso de Pablo Motos contra el spot del Ministerio de Igualdad ha originado un efecto en contra que no se esperaba el de ‘El Hormiguero’
Si tener una bandera española en una aula escolar española se convierte en un motivo de conflicto entre alumnos y profesores es para que los adultos se lo hagan mirar. Lo sucedido en Palma de Mallorca es una muestra de la falta de cintura que pueden mostrar algunos docentes. Ha pasado en un colegio de La Salle, corporación religiosa que tiene otros problemas históricos más graves para resolver. Y lo sucedido por lucir una bandera oficial en una clase no debería de convertirse en un interesado tema de debate.
Un Mundial de fútbol hace aflorar los patriotismos porque sencillamente se despiertan los legítimos sentimientos personales, de pertenencia, de identidad, a través de un acontecimiento global. Ahí es donde en esta sopa cálida los extremos de una y otra parte, que venimos sufriendo durante muchos años, intentan herir y pegar tajos. Los logros de la selección de fútbol, que a fin de cuentas son vibrantes representaciones de cada país, se han de disfrutar y mandar a córner cualquier politización.
Es incomprensible la salida de tono de Paco González, en la COPE, criticando que la selección vaya de rojo al completo en la fase previa. Sus roces personales con el seleccionador, Luis Enrique, vienen con sus palabras a agriar innecesariamente al oyente. Si se quisiera imponer que la selección vistiera de azul cobalto o verde aguamarina se podría justificar. Ya José María García se encargaba de zarandear el ambiente de la selección en los Mundiales sobre todo en sus encontronazos personales en los años 90 con José Ramón de la Morena en la SER y con Clemente de herramienta arrojadoza. El mayor mérito que tenía Vicente del Bosque era su capacidad para servir de pararrayos cuando los medios españoles se crispaban contra su equipo. El de Salamanca tiene la piel gruesa, adiposidad compuesta por paciencia y frialdad. Luis Enrique no es tanto de piel fina como que destila aire despectivo hacia los preguntadores en las ruedas de prensa. Con su ego tan potente le ha venido bien tener su propio canal de expresión. Su perfil en Twitch le permite ir a su aire. Esta conexión directa acerca al público, y rebaja tensiones, para quien se siente líder principal (y obligatorio).
Irene Montero, para ser ministra, tiene la piel finísima. Las competencias de su Ministerio son materia de alta sensibilidad y de esa manera, con mesura y cuidado, habría que conducir todo lo que son legislaciones, campañas, convencimientos. Cuando se tienen
argumentos de peso no es necesario responder con ataques a la mínima indisposición. Su última campaña ha despertado reacciones de incomodidad y a su vez ha generado nuevas críticas polarizadas. En este caso la piel más frágil ha sido la de Pablo Motos, que se ha dado por aludido en el spot en el que un presentador hace una pregunta de índole picarona a una invitada. El Hormiguero siempre ha querido ser una fiesta de amigos, de amigotes por momentos. Durante tantas horas, tantos años, es comprensible que se meta la pata. Y Motos se ha creado una imagen de tipo machista de la que va a ser complicado desprenderse. Al querer defenderse del spot lo que ha originado es la multiplicación de las reacciones contra él, cuando sus detractores tienen acopiadas intervenciones y preguntas. Algunas, fuera de contexto, parecen aún más hirientes.
Alguien tendría que haberle hecho ver a Pablo Motos que en su currículum tiene una serie de momentos que le pesan en la imagen (la de él y la de la cadena, Antena 3, que debe asumir los gajes de ser la líder en estos momentos). En la campaña contra El Hormiguero hay intereses laterales más allá de la losa machista que atenaza al valenciano. La más beneficiada del discurso de Motos ha sido la propia Irene Montero, que ya estaba totalmente arrinconada por su desafortunado trabajo (o dejación) con la ley de Sí es Sí. Con las redes, tan virales y encendidas, cualquier crisis magnifica su efecto.
En ambas figuras se aprecia poca actitud de autocrítica, lo que desprestigia a cada uno por su lado, pero ahora es Pablo Motos y su entorno los que deben reconducir la situación.