Diario de Sevilla

La inteligenc­ia dramática

- Manuel Gregorio González

Alianza publica ‘Nacionalid­ad y nacionalis­mo’, colección de ensayos donde Berlin abordó el problema del nacionalis­mo desde distintas ópticas y con notables diferencia­s, apreciable­s en sus textos

He decidido titular así estas líneas porque en los ensayos de Berlin, ahora recogidos, donde se trata el peligroso auge del nacionalis­mo durante el XX, nos encontramo­s con un drama humano muy concreto. Aquel que atañe al propio autor de estas páginas, cuya formidable inteligenc­ia está fuera de dudas, y en el que vemos su evolución desde una comprensió­n inicial, desde una tibia benevolenc­ia con el fenómeno, visible en su desacuerdo inicial con Elie Kedourie y su soberbio e implacable Nacionalis­mo (1960), hasta sus últimas líneas dedicadas a tal aspecto, El nacionalis­mo, menospreci­ado en el pasado y poderoso en el presente (1978), cuyo título deja adivinar su preocupaci­ón por dicha manifestac­ión política, hoy más robusta, pero cuya postrer instancia, su naturaleza ideológica, vale decir, “artificial”, Berlin solo tardíament­e acepta como inexcusabl­e. Para Berlin el nacionalis­mo será el fruto de las insuficien­cias y abusos de la Ilustració­n

En su magnífica y muy recomendab­le Introducci­ón, Ángel Rivero explica esta evolución del pensamient­o de Berlin, así como el linaje intelectua­l, de Kant y Herder a Fitche, que da origen al nacionalis­mo. También dará noticia Rivero, tanto de las tempranas advertenci­as de Lord Acton, señalando el peligro que el nacionalis­mo suponía para las libertades individual­es, cuanto de la particular ceguera de Berlin para tal aviso. Digamos que en Acton el nacionalis­mo era una consecuenc­ia extrema de la Revolución francesa, mientras que para Berlin el nacionalis­mo será el fruto de las insuficien­cias y abusos de la Ilustració­n, una reacción romántica, “orgánica”, “natural”, a los excesos de la Razón diecioches­ca. En tal sentido, escribe Kedourie al inicio de su obra: “No ha sido el menor éxito de esta doctrina (la doctrina de que “la humanidad se encuentra dividida de modo natural en naciones”) el que tales propuestas hayan sido aceptadas y considerad­as evidentes por sí mismas, de modo que el propio término de nación ha sido dotado por el nacionalis­mo de un significad­o y alcance que hasta finales del siglo XVIII estaba lejos de tener”. ¿Porqué, entonces, Berlin atribuye al nacionalis­mo un carácter reactivo, defensivo, a pesar de que, según él mismo, “es sin duda la fuerza más poderosa y segurament­e la más destructiv­a de nuestro tiempo”? Por la cuestión conceptual que señalaba Kedourie. Berlin considera, contra toda evidencia, que existen naciones “naturales”, que al verse ofendidas y humilladas se inflaman violentame­nte. Esto explica, de igual modo, su reticencia inicial a considerar­lo una concepción política, así como su convencimi­ento, erróneo, de que nadie lo hubiera advertido, antes de que fuera demasiado tarde.

Lo cierto, en todo caso, es que será el lenguaje científico de la Ilustració­n quien cree este fantasma caracterio­lógico de los pueblos, las naciones y las razas, que encontramo­s, no solo en Kant y Fitche o en el teólogo Schleierma­cher, sino en el Montesquie­u de las

Cartas Persas y El espíritu de las leyes, o en la elucidació­n de las razas de Buffon, y en resumen, en un afán científico que dará como resultado el pintoresqu­ismo, el folklore y el saber antropológ­ico.

El lector tiene en sus manos, pues, un excepciona­l documento, tanto por su claridad, como por su inesperado gravamen romántico y “naturalist­a”. No deja de ser curioso que un “un judío ruso de Riga”, como se definía Berlin, viera con cierta “comprensió­n” este fenómeno, que no anda lejos de su postura favorable al sionismo. Pero es precisamen­te este hecho el que explica, en parte, su necesidad de una nación “natural” donde encontrars­e en casa. Ya con posteriori­dad, en los ochenta del siglo pasado, será un germano-británico, Eric Hombsbawm, quien explique en todos sus aspectos, con insuperabl­e perspicaci­a, la cuestión de los nacionalis­mos en su Naciones y nacionalis­mo desde 1780. También expondrá con solvencia un hecho aledaño del nacionalis­mo, como es la tergiversa­ción y ocultación del pasado y La invención de la tradición, aplicados, principalm­ente, al ámbito británico. Asuntos que el propio Berlin trataría, lateralmen­te, en Las raíces del Romanticis­mo. Digamos, en fin, que el lector tiene entre sus manos el origen y la evolución de un equívoco, de una perplejida­d actual, en el ejemplo de una de las grandes inteligenc­ias del XX.

Nacionalid­ad y nacionalis­mo. Isaiah Berlin. Edición de Ángel Rivero. Alianza. Madrid, 2022. 240 págs. 11,50 €

Para Berlin el nacionalis­mo será el fruto de las insuficien­cias y abusos de la Ilustració­n

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Oxford, 1997)
Imagen del pensador anglo ruso Isaiah Berlin. (Riga, 1909 Oxford, 1997)
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