LA BIBLIA Y EL ÁRBOL DE JUDAS
LAS referencias arbóreas en los relatos bíblicos comienzan con la descripción simbólica de la vegetación que se halla en el Jardín del Edén; Génesis 2:9: “Y Jehová hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de la vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal”. Tal era el valor de los árboles que estaba prohibido talarlos en el asedio de una ciudad enemiga, como dictamina Deuteronomio 20:19-20: “Cuando sities alguna ciudad... no destruirás sus árboles metiendo hacha en ellos, porque de ellos podrás comer; y no los talarás porque el árbol del campo no es hombre para venir contra ti en el sitio...”. Las Sagradas Escrituras contienen en sus textos una treintena de especies diferentes que incluyen higueras, olivos, granados, datileras, encinas o cedros. Una incorrecta interpretación del Nuevo Testamento considera que el apóstol Judas Iscariote se ahorcó en uno de ellos por el remordimiento de haber traicionado a su maestro (rabí) al entregarlo a las autoridades de Jerusalén en el Jardín de Getsemaní. En realidad, sólo en Mateo 27:5 aparece el arrepentimiento y su posterior suicidio, y no se nombra árbol alguno: “Entonces, arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó”. Tradiciones legendarias suponen que se colgó de una higuera o de un algarrobo loco –más conocido hoy en día como árbol de Judas o árbol del amor–, pero ambos no poseen estructuras muy
Las Sagradas Escrituras contienen en sus textos una treintena de árboles diferentes
apropiadas para un acto de este tipo, pues son frágiles arbolillos de escaso porte y ramas quebradizas.
El árbol de Judas –Cercis siliquastrum– es una leguminosa nativa de la cuenca mediterránea oriental que ha sido testigo de muchos acontecimientos históricos y que fue introducido en el mediodía francés a comienzos del siglo XIII por los cruzados que regresaban de Tierra Santa, extendiéndose por Occidente para uso ornamental. Es probable que su denominación vulgar derive de una forma degenerada del nombre galo arbre de Judée, en alusión a la región de Asia Menor de la cual procedía; se habría pasado de la primitiva palabra Judea a Judas por una corrupción lingüística dirigida a conectar con el versículo de Mateo. El apelativo más amable de árbol del amor proviene de sus hojas acorazonadas y de la sensualidad arrebatadora de una floración rosa-fucsia que brota de sus ramificaciones o de su mismo tronco oscuro y retorcido, aunque existen variedades que muestran f lores blancas. Sus tempranos racimos rosáceos colman de pasión la exuberante primavera de Sevilla poblando las desnudas ramas aún sin follaje y acompañando a las antiguas vainas de legumbres secas que cuelgan inertes, inundando los tibios aires de marzo que suspiran ante el renacimiento de la vida y enardeciendo sus míticos rincones. Es proverbial que los amantes se refugien bajo su copa f lorida y surjan los ef luvios de Cupido para bendecir una unión con deseos de no marchitarse, como sí lo hacen las efímeras f lores rosas del amor...