Diario de Sevilla

Un exorcista más de Dan Brown que de Friedkin

- C. Colón

EL EXORCISTA DEL PAPA ★ ★★★★

Que Julius Avery, el director de Overlord y Samaritan, se ocupe de la figura real de un exorcista supongo (y espero) que muy ducho en sus batallas con Satanás aunque no muy dado al recato y la discreción propios de su condición sacerdotal y su oficio de expulsar diablos hacía temer lo peor. Y se ha cumplido. El exorcista es Gabriele Amorth, sacerdote mediático que publicó un montón de libros sobre sus experienci­as que a veces tenían títulos de obras de autoayuda ( Más fuertes que el mal: El demonio, reconocerl­o, vencerlo, evitarlo) o de memorias un punto llamativas ( Mi encuentro con el Diablo) y no hacía ascos a los micrófonos y las cámaras de televisión. Trabajador, desde luego, lo era: realizó más de 70.000 exorcismos con más suerte que los pobres padres Merrin y Karras de El exorcista, la película de Friedkin que en 1973 puso de moda el tema.

Tiene su lógica que Friedkin dedicara en 2017 su última película, el documental El Diablo y el padre Amorth, al anciano exorcista que participó en ella haciendo un exorcismo cuando contaba 91 años. También tiene su lógica que este poco discreto exorcista interesara a Aver y, que mezcló nazis y zombis en Overlord, porque el padre

Amorth tenía sus teorías sobre los nazis, Hitler y el diablo.

El personaje sea real le importa a Avery tan poco como que el Diablo exista o no. No se trata de una indagación sobre la superstici­ón (si no creyera ni en Dios ni en Diablo) ni sobre la lucha entre el bien y el mal (en el caso de que fuera creyente). Le interesa el espectácul­o un punto histriónic­o y por eso arrastra la película al terreno del terror lindante con lo gore y al de las aventuras de mansiones, pasadizos y secretos ambientada­s en una España que parece inspirada por los más radicales hijos de Lutero o de Calvino imaginando horrores papistas en el corazón de la eternament­e inquisitor­ial Castilla. Más Dan Brown que Friedkin hay en esta película. Comparada con ella El exorcista tiene el rigor ascético de un Dreyer o un Bresson. Russel Crowe, que fue un buen actor, sigue en caída libre: lleva dos décadas sin interpreta­r una buena película. Eso sí, conserva su maciza y poderosa presencia.

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D. S. Russel Crowe, de profesión exorcista.

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