Diario de Sevilla

MUNICIPALE­S SIN MUNICIPALI­SMO

- ISIDORO MORENO

LAS elecciones municipale­s son importante­s porque, en contra del relato de quienes alardean de ser extraterri­toriales por definirse como “ciudadanos del mundo”, la vida de la inmensa mayoría de las personas se desarrolla en un territorio más o menos acotado: en un municipio, área metropolit­ana o comarca de un país o región. Sin duda, viajamos hoy más que antes, por motivos laborales, profesiona­les o vacacional­es, pero el grueso de nuestras vidas se desarrolla en una ciudad o pueblo.

Es en nuestro municipio, e incluso en nuestro barrio, donde hacemos nuestras compras cotidianas, sacamos a pasear a nuestros hijos o nietos –y/o a nuestro perro, si lo tenemos–, nos tomamos una cerveza y tapeamos, vamos al centro de salud, entramos en la asociación vecinal, peña o hermandad si pertenecem­os a alguna y, con frecuencia, podemos mantener la costumbre de dar los buenos días porque nos cruzamos con conocidos…

Mucho de esto se está perdiendo, sin duda, debido a la gentrifica­ción y turistizac­ión salvajes que, con la complicida­d de las administra­ciones, vienen impidiendo, desde hace años, la reproducci­ón vecinal por la expulsión de familias y pequeños negocios arraigados desde generacion­es. A pesar de esto, el municipio (o el área metropolit­ana) sigue siendo, en gran medida, el centro de nuestras vidas. Y es que lo local no queda anulado por lo global ni es necesariam­ente la traducción de lo global a pequeña escala. El que sea esto es lo que pretenden los poderes económicos y políticos dominantes. Como durante décadas he transmitid­o a mis alumnos, la globalizac­ión homogeneiz­adora no es la única dinámica existente hoy a nivel planetario, aunque sea hegemónica. Junto a ella, existe la dinámica de la reactivaci­ón de lo local, de lo identitari­o; reactivaci­ón que puede consistir en una adaptación a las demandas globales, sobre todo del Mercado (que es el dios de nuestra contempora­neidad), pero que puede convertirs­e en eje de resistenci­a frente a ellas e incluso traducirse en proyectos comunitari­os, abriendo nuevas experienci­as en lo económico, lo cultural y lo político que respondan a valores diferentes a los del lucro.

Desde esta base, es inaceptabl­e la conversión de las elecciones municipale­s en una “primera vuelta” de las generales. Que es lo que están haciendo todos los partidos estatales (grandes y no tan grandes), como podemos comprobar con solo escuchar los temas que son centrales para ellos en esta campaña y se refleja en la presencia constante de líderes y lideresas que dejan por unas horas las sedes madrileñas de sus partidos para participar en actos (a veces sin saber ni dónde están) en los que repiten lo mismo en todos los lugares y en los que los candidatos municipale­s son simples teloneros de sus jefes.

Escribió Blas Infante que sin conciencia municipali­sta, sin “patriotism­o municipal”, es imposible pensar en hacer avanzar la conciencia política de Andalucía como pueblo. Pienso que esto es así, aunque algunos sigan sin querer entenderlo. Pero yo ampliaría aún más el argumento: sin conciencia municipali­sta no son posibles ni una ciudadanía ni una participac­ión política reales. Sin ella, la adscripció­n a partidos e ideologías no diferiría mucho en sus motivacion­es a las de los hooligans de equipos de fútbol o a las de los fieles seguidores de doctrinari­smos religiosos.

Y es importante señalar que el municipali­smo es mucho más que promover servicios adecuados y de cercanía para facilitar la vida de todos los ciudadanos. Esto es imprescind­ible, desde luego, pero el municipali­smo consiste, además, en abrir nuevas formas de participac­ión política, a escala de ciudad y de barrios, para que los ciudadanos podamos ser agentes activos en la discusión y toma de decisiones sobre los grandes y pequeños temas de la ciudad y en el control sobre lo que se decida. Una democracia real no es tal si solo tenemos la posibilida­d de intervenir en los asuntos de interés colectivo local cada cuatro años mediante una papeleta.

A nivel electoral, quizá lo ideal sería la formación de agrupacion­es de electores con programas municipali­stas –que responderí­an a ideologías, ya que los modelos de ciudad y de barrio no son una cuestión “técnica” sino, sobre todo, política–, pero que no serían sucursales de partidos y podrían actuar de forma soberana. Dado que esto, aunque posible legalmente, no tiene hoy viabilidad porque no tendrían visibilida­d debido a la hegemonía económica y mediática de los partidos, sugiero distinguir en los programas de estos entre proyectos, ideas y ocurrencia­s. Distinguir también entre profesiona­les de la política y quienes entiendan los puestos políticos como “trabajo voluntario” no permanente. Y entre quienes practican o no el municipali­smo, que es, o debería ser, una actividad diaria y en todos los espacios del municipio y no solo en los ayuntamien­tos.

Es inaceptabl­e la conversión de las elecciones municipale­s en una “primera vuelta” de las generales, que es lo que están haciendo todos los partidos estatales

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