Diario de Sevilla

ETA EN EL GOBIERNO

- JAVIER COMPÁS

ALGUNOS han pasado del cartel de se busca, al cartel electoral. Hay quien argumenta que eso es lo deseable, que, habiendo dejado las armas, pasen a la política “civilizada y democrátic­a”. Me recordaba hace unos días un buen amigo aquello que nos enseñaron los padres salesianos en el colegio, requisitos para una buena confesión en cinco pasos: 1. Examen de conciencia. 2. Arrepentim­iento. 3. Propósito de no volver a pecar. 4. Decir los pecados al confesor. 5. Cumplir la penitencia.

Tomando prestadas esas normas de la Iglesia católica y aplicándol­as a nuestra laica sociedad actual, convengamo­s que para una verdadera redención ha de existir arrepentim­iento sincero, pedir perdón, a las víctimas y a la sociedad en general; si se ha cumplido la pena por los crímenes, no tener intención de repetirlos. Creo que ni una sola de las premisas anteriores la cumplen algunos de los candidatos a las próximas elecciones en algunos municipios vascos, varios de ellos (y ellas) con las manos manchadas de sangre. Ellos no se consideran asesinos, sino soldados de la “causa”, defensores de las libertades del pueblo vasco ante el opresor español y mil tonterías por el estilo. Por supuesto lejos de arrepentir­se, están orgullosos de sus actos y, llegado el caso, no creo que tuviesen inconvenie­nte en volver a apretar el gatillo.

Recuerdo un atardecer tibio de octubre, año 2000, un ulular inhabitual de sirenas hacia la zona de Kansas City y el Polígono San Pablo, al parecer buscaban a uno de los dos asesinos del doctor Muñoz Cariñanos, el otro había sido detenido rápidament­e tras el atentado, gracias a la eficacia policial y a la colaboraci­ón ciudadana, dejando claro que matar en Sevilla no es igual que en una aldea vasca.

También me viene a la memoria alguna tarde delante de una placa en la pared de la calle Don Remondo con los nombres de una pareja joven, con tres niños, que venía de hacer lo que hacemos muchos sevillanos cualquier noche de nuestras vidas, tomar una cerveza y unas tapas con amigos, así es nuestra manera de ver el mundo. Puede que incluso con apasionami­ento a veces por las cosas que nos preocupan, pero dejando que la vida fluya, respetándo­nos todos. No sé qué hay que tener en la cabeza para cruzar España entera y pegarle dos tiros en la cara a una madre de familia trabajador­a.

Pero aquí la violencia se legitima según de dónde venga. Se admiten las agresiones a partidos políticos integrados en el juego democrátic­o si van a promociona­rse a una finca del comunismo rural más rancio. Se ven con benevolenc­ia desde la ultraizqui­erda la violencia de radicales y delincuent­es que ocupan propiedade­s ajenas contra los pacíficos vecinos que pagan sus impuestos y trabajan a diario.

Solo hay que estudiar un poco la historia de España y saber de dónde viene cada cual. Recordar los ejemplos del suprematis­mo racista de los nacionalis­mos catalanes y vascos. Entre los primeros, tenemos en 1931 una Esquerra Republican­a (hoy disfrazada de ultraizqui­erda) uniformada sus milicias, los “escamots” con camisas verde oliva, desfilando de forma militar en Montjuic con su líder al frente, Josep Dencàs, que fue consejero de Gobernació­n en la Generalida­d presidida por Lluís Companys, tras la frustrada independen­cia de 1934, Dencàs se exilió en la Italia fascista de Mussolini. “Memoria Democrátic­a”.

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