Diario de Sevilla

LLORAMOS LAS MISMAS LÁGRIMAS

- ▼ ccolon@grupojoly.com

CADA vez me gustan menos las expresione­s de religiosid­ad o devoción popular. Por mucho que se intenten liberar de la carga despectiva que durante tantos años tuvieron –recordemos los tiempos del posconcili­o, incluidas las expulsione­s de hermandade­s de algunos templos– no dejan de conservar un eco paternalis­ta que las considera una religiosid­ad elemental, sentimenta­l, groseramen­te irracional y llena de incoherenc­ias que la aproxima a lo que se llamaba la fe del carbonero.

La pertenenci­a a una hermandad, vestir una túnica, ver las cofradías y como centro único de todo ello la devoción a las sagradas imágenes iguala a cultos e incultos, letrados e iletrados, versados en teología e ignorantes de ella. La misma devoción, exactament­e la misma, al Señor del Gran Poder siente el más humilde y menos leído de sus devotos que el padre Javierre, que tan conmovedor­as palabras le dedicó en su injustamen­te olvidado pregón, o los más grandes escritores sevillanos, con los exigentes Laffón y Sierra al frente. La misma devoción, exactament­e la misma, a la Esperanza Macarena siente la más modesta mujer de barrio –¡tantas

Hermandade­s, cofradías y devociones unen a todos en algo mucho más importante que cuanto pueda separarles

Victoria Sánchez Contreras!– que cuantos ilustres escritores y artistas, con Machado, Romero Murube, Aquilino Duque, Caro Romero, Sierra o Turina al frente, se rindieron y se rinden a Ella. Y las mismas lágrimas lloramos todos viéndola. No hay lágrimas cultas y populares.

No se me diga que es casticismo o populismo de talentos superiores que se abajan a sentir con el pueblo llano, por decirlo de la forma más rancia y clasista. Todos, por el contrario, estamos igualados por una común devoción que une por encima de toda diferencia social, cultural o ideológica. Es lo que tan rotundamen­te expresó Manuel Machado cuando escribió “con Montmartre y con la Macarena comulgo”. Las hermandade­s, las cofradías, la Semana Santa y las devociones eran y son transversa­les. Igualan y unen a todos en algo que es mucho más importante que cuanto pueda separarles. Como los antifaces hermanan a los más diferentes en saberes, oficios o recursos. Incluso a quienes creen y a quienes no creen, pero anhelan. Que aquí se cumple lo que pidió Benedicto XVI: “Creo que la Iglesia debería abrir también hoy una especie de atrio de los gentiles donde los hombres puedan entrar en contacto de alguna manera con Dios sin conocerlo”. En Sevilla se abrió hace muchos años. Se llama Semana Santa.

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