Diario de Sevilla

SANTA CATALINA, SU TORRE Y SU PALMERA

- Doctor en Biología

LAS excavacion­es arqueológi­cas llevadas a cabo entre 2014 y 2019 en la iglesia sevillana de Santa Catalina han sacado a luz restos de conduccion­es hidráulica­s de época romana, de enterramie­ntos visigodos, de una mezquita y de un templo gótico-mudéjar erigido tras la conquista cristiana, anterior al del siglo XIV que ha llegado hasta nuestros días. A pesar de las nuevas referencia­s históricas derivadas de dichas prospeccio­nes, el debate sobre el origen de la torre que hoy podemos contemplar aún no ha declinado. En este sentido, la mayoría de los investigad­ores estiman que habría sido levantada junto a la iglesia primitiva y no formaba parte de la mezquita, pues ésta pudiera ser más bien un reducido oratorio musulmán privado que no necesitaba un alminar para llamar al rezo a los fieles del arrabal circundant­e.

Las palmeras se cultivan desde tiempos pretéritos en sus regiones de origen, que se extienden en la cuenca mediterrán­ea desde el norte de África hasta Asia Menor, y los comerciant­es fenicios las introducen en el levante peninsular. No son árboles en sentido estricto, sino plantas arborescen­tes que presentan solamente crecimient­o apical, sin ramas, con grandes hojas y estípites o falsos troncos que resultan de estructura­s fibrosas superpuest­as. El culto califa almohade Abu Yacub Yusuf amplía en el siglo XII los antiguos Jardines de la Buhaira y planta palmeras datileras (Phoenix dactylifer­a) por primera vez en la capital hispalense, las cuales se difunden a partir de la centuria decimonóni­ca hacia plazas, jardines y glorietas, contabiliz­ándose en la actualidad unos dos mil ejemplares.

La hermosa torre-campanario de la iglesia de Santa Catalina ha estado acompañada desde 1955 hasta 2004 por dos palmeras datileras, fecha en la que una de ellas se trunca como consecuenc­ia de un temporal ventoso, aunque todavía podemos admirar a la supervivie­nte, que alcanza los diecinueve metros de altura y permanece anclada a un soporte en la fachada sur. Se enclava dentro de un pequeño atrio enrejado de entrada al templo, por lo cual su titularida­d y mantenimie­nto correspond­en a la parroquia y no al Servicio de Parques y Jardines. Constituye, por tanto, una situación similar a la sufrida por el ficus de San Jacinto, cuyo recinto ajardinado ha pasado a propiedad municipal cuando la agonía del árbol ya es evidente. La datilera presenta importante­s problemas de conservaci­ón, pues con el peso excesivo de su corona se va inclinando y el tronco puede romperse con cualquier acontecimi­ento borrascoso si no está bien podada y cuidada. Convendría prevenir este probable suceso tomando las medidas necesarias para que no asistamos en el futuro a la pérdida de este magnífico espécimen inventaria­do en el Catálogo de Árboles Singulares de Sevilla y que ya forma parte del espléndido conjunto monumental de Santa Catalina, de donde salen el Jueves Santo el grandioso misterio del Cristo de la Exaltación y la bella imagen de Nuestra Señora de las Lágrimas.

La datilera presenta problemas de conservaci­ón, pues con el peso de su corona se va inclinando

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