Diario de Sevilla

LA CULMINACIÓ­N

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PUIGDEMONT ha dicho algo relevante, además de confirmar lo que se sabía, que se presentará candidato a la Generalita­t. Ha anunciado que una vez que sea presidente, lo que al parecer no duda, pondrá todo su empeño en “culminar” el proceso independen­tista.

Es decir, esto no va de reconcilia­ción y convivenci­a, como repiten Sánchez y sus acólitos. Esto va de rematar, completar, culminar, lo que Sánchez negocia desde hace años con dirigentes de Junts y de ERC: la independen­cia de Cataluña. Es lo que ha declarado Carles Puigdemont, un personaje detestable para millones de españoles, pero que, al contrario que Sánchez, nunca miente. Lo ha demostrado sobradamen­te durante los años que lleva de prófugo de la Justicia manejando desde Bruselas los hilos de Junts. Jamás se le ha ido de la boca la palabra independen­cia. Nunca.

La convulsión que vive la España política, la pobreza del debate parlamenta­rio, la corrupción que alcanza a quienes presumen de comportami­ento impecable, la utilizació­n de las institucio­nes para alcanzar objetivos concretos –de algunas institucio­nes, no todas–, y el insulto y la descalific­ación personal para ocultar titulares que no

interesa que salgan, no impide advertir que los españoles están siendo ninguneado­s, engañados, por un gobierno que negocia bajo cuerda lo innegociab­le. Y que, con una falta absoluta de moral y de principios, vende que esas negociacio­nes buscan el bien común, la concordia en una región que hoy se encuentra más dividida que nunca, más rota que nunca. Con los ciudadanos profundame­nte heridos por las decisiones de políticos que con el argumento de la convivenci­a –palabra devaluada por repetitiva y porque es evidente que va a peor– han tomado decisiones que solo benefician a los que pretenden escindirse de España.

Carles Puigdemont, con sus declaracio­nes en un pueblo francés cercano a la frontera española, ha sacado al aire las vergüenzas de Sánchez y de sus negociador­es: esto no va de pacificaci­ón de la sociedad catalana, ni de buscar fórmulas legales para que haya paz y concordia. Ni tampoco va

de tomar medidas que beneficien a Cataluña, que promueva el regreso de las grandes empresas que se han ido porque temían precisamen­te la quiebra social que hoy es un hecho; y temían la insegurida­d jurídica de la que huyen los inversores, así como las sanciones y represalia­s a quienes no entraran en el carrilito de los partidos independen­tistas a los que Sánchez necesita como el comer para mantenerse en el poder.

Esto, lo ha dicho Puigdemont muy claro, y hay que insistir en que nunca miente, va de independen­cia. De rematar los flecos que quedan por negociar a los Bolaños y Cerdán de turno para que Cataluña logre la independen­cia. Que por cierto, solo quiere una minoría de catalanes, según recoge el CEO, organismo de la Generalita­t.

Pedro Sánchez ha quedado con sus vergüenzas al aire: no busca la convivenci­a, sino satisfacer al gran prófugo Puigdemont. Que decide sobre 7 votos que son un tesoro.

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