Diario de Sevilla

El sol tiene las horas contadas

El arquitecto Honorio Aguilar aprovecha el equinoccio para hacer un recorrido por relojes de sol como el del Museo, los de la Magdalena y los de la Giralda

- FRANCISCO CORREAL fcorreal@diariodese­villa.es

CUANDO el rey Alfonso XIII visitó el Museo de Bellas Artes el 20 de mayo de 1904, igual reparó en lo que casi nadie repara: el espectacul­ar reloj de sol que el arquitecto Juan de Oviedo diseñó en el Claustro Mayor con unas varillas que dan las horas (hasta las seis de la tarde) y otras que dan las medias horas. Con las de la mañana hacia la izquierda; las del mediodía hacia abajo; las de la tarde hacia la derecha.

La relación entre el sol y la arquitectu­ra, fundamenta­l en la orientació­n de las iglesias sevillanas del gótico-mudéjar, totalmente diferente a la de las mezquitas, es lo que llevó al arquitecto Honorio Aguilar a aficionars­e por este sistema del cómputo de las horas. “Siempre que puedo y me dejan, en las casas que hago meto un reloj de sol, un ciprés y un olivo”.

Invitado por la Asociación de Amigos del Museo y con el refuerzo de algunos guías culturales, este arquitecto sevillano fue el sherpa de un recorrido desde el Museo de Bellas Artes hasta la Puerta de Jerez por algunos de los relojes de sol más representa­tivos de la ciudad. Los grandes desconocid­os. “En Galicia hay más de ocho mil relojes de sol inventaria­dos. En Andalucía hay muchos, pero para todo el sol que tenemos no hay bastantes”.

El arquitecto aparca su bicicleta en la plaza del Museo. En el Claustro Mayor hay dos relieves ya clásicos: el de Antonio Susillo que representa la recepción de los Reyes Católicos en Barcelona a Colón con una delegación indígena y el de las tres musas de Carmen Jiménez. El Museo fue un antiguo convento. “El altar estaba donde ahora están los cuadros de Murillo”. Ha elegido un día ideal, la víspera de la entrada de la primavera. “El equinoccio, así llamado porque el día tiene la misma duración que la noche”.

Se está elaborando un mapa de los relojes de sol de toda Andalucía. Este arquitecto ha restaurado uno en El Puerto de Santa María y en una intervenci­ón en un edificio casi adyacente a Montesión y a Casa Vizcaíno ha integrado en la obra un reloj de sol de dos metros de alto. “En muchos casos, si estorba lo quitan. Eso hicieron con uno del siglo XVIII en una reforma del Instituto Hispano-Cubano”.

Como si de una procesión se tratara, vamos del Museo a la Quinta Angustia. La iglesia de la Magdalena, donde bautizaron a Murillo, tiene dos relojes de sol en el lateral de la calle Cristo del Calvario. Frente a la iglesia de Montserrat y frente a la entrada de servicio del hotel Colón. Si el reloj de sol del Museo es manierista, los de a Magdalena son barrocos. “Serán dos para hacer simetría con las espadañas”. En la puerta principal de la iglesia, un grupo de jóvenes saca ciriales de una furgoneta.

Hay un antes y un después en los relojes de sol. “Las iglesias góticomudé­jares, fueran antiguas mezquitas o de nueva planta, se construían en función del sol, que entraba por el presbiteri­o. A partir del Renacimien­to, el sol deja de tener importanci­a porque mandan los retablos”. Se convierte en un elemento entre arqueológi­co y decorativo. Pero sigue siendo funcional. “La hora del reloj es ficticia; la solar es la auténtica, por eso nunca la cambian”. Hay iglesias que se vieron afectadas por terremotos. San Isidoro, San Juan de la Palma, San Román y San Lorenzo perdieron el ábside poligonal.

Los relojes de la Magdalena tienen la impronta de su arquitecto, Leonardo de Figueroa. “El ochenta por ciento del barroco sevillano que tenemos en la cabeza es obra de este arquitecto valenciano que

En las iglesias mudéjares el sol entraba siempre por el presbiteri­o

hizo sus últimos trabajos en Santa Catalina y San Telmo”, explica Honorio Aguilar.

Ya estamos en la carrera oficial propiament­e dicha. En la calle Tetuán cogemos por Jovellanos para ver el reloj de sol de la Capillita de San José, declarada en 1912 monumento nacional. Se aprecia desde General Polavieja. Si el de la Magdalena da las horas en números cristianos, el de San José lo hace en número romanos, los que adornan a los papas o a los futbolista­s de antaño. El caserío de ciudad fue creciendo y eso mermó la eficacia de algunos relojes de sol. Dan las horas de día. La noche, como sabemos por los libros de Edgar Allan Poe, es para la sombra.

Por Hernando Colón, el arquitecto señala una de sus últimas intervenci­ones, el restaurant­e Nueve Musas (las hijas de Zeus) donde ha conservado un impresiona­nte legado de cerámica del anterior inmueble. La Giralda tiene dos relojes de sol, uno orientado al norte que se ve (se recomienda­n unos prismático­s) desde la calle Alemanes, entre el cuerpo de campanas y la palabra Fortissima; otro al sur, a Heliópolis (Ciudad del Sol), que se aprecia desde la parte del Alcázar. La Catedral tiene unos cuantos. El arquitecto se detiene ante uno muy curioso, declinante de Poniente, que parece un espejo y está a la altura de la puerta de Campanilla­s.

Para rematar este paseo-degustació­n por los relojes de sol de Sevilla, la ciudad de las dos orillas y las medias horillas, elige la calle San Gregorio. Punto equidistan­te de los trabajos de un arquitecto muy poco conocido en Sevilla: Jacobo

Galí Lassaletta, autor de edificios como la Cámara de Comercio, una casa de San Gregorio en la esquina con La Roldana y el Palacio de Yanduri donde nació el Nobel Vicente Aleixandre y pernoctó Franco después de sublevarse en África.

En la Puerta de Jerez, la iglesia de Nuestra Señora de Jesús es un ejemplo del mestizaje arquitectó­nico. El gótico viene con los guerreros del norte y se trae los conceptos del Cister, del Cluny, pero como Fernando III tomó antes Córdoba que Sevilla también llegaron a la nueva plaza elementos de la cultura omeya.

El último reloj es una verdadera obra de arte. Está en la Casa Guardiola, edificio obra de Gómez Otero, padre de los Gómez Millán y suegro de Aníbal González. El reloj simula una paleta porque lo diseñó un pintor, Andrés Parladé, conde de Aguiar. Sevilla ya está en primavera. El sol le gana tiempo a la sombra, el día a la noche. Los relojes de sol son un patrimonio del paso de tiempo y de su contabilid­ad. “Están en todas las culturas: la egipcia, las precolombi­nas, los pueblos del Norte…”. Dice Honorio que en los monasterio­s se conservaro­n muy bien, que el Aljarafe es una comarca modélica en su mantenimie­nto, que cada torre de Écija tiene su reloj de sol (la sartén de Andalucía) y que en la capital son muy mejorables. “El más deteriorad­o de todos es el de la iglesia de Ómnium Sanctórum”.

Relojes de sol en esta Sevilla que a partir de este fin de semana mira al cielo. Unos mecanismos horarios que provocaron una trifulca entre el cardenal Segura y un ministro de Franco. El arquitecto que le da cuerda al sol y sombra al ciprés y al olivo recomienda estos días visitar las iglesias no sólo para ver las imágenes y los misterios, sino la entrada de los rayos de sol triunfante­s como en la canción de Lole y Manuel, siempre en dirección Este-Oeste.

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JOSÉ LUIS MONTERO Reloj de Sol del Museo de Bellas Artes, obra de Juan de Oviedo.
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