Diario de Sevilla

“Los derechos son un tema menor cuando no se alcanza para vivir”

- Miguel Lasida

–El exilio es abandonar la casa, el barrio, a los vecinos. ¿Es siempre triste el exilio?

–Siempre lo es. Si logramos salir con vida, si logramos cruzar las fronteras, llegar a un lugar donde somos bien recibidos, esa herida puede volverse fecunda. Pero claro que es triste tener que abandonar lo tuyo sin querer hacerlo.

–¿El exiliado deja de sentirse alguna vez como un exiliado?

–La marca del exilio está siempre pero no siempre te sientes exiliado. Sabes que esa marca está pero tú vas pertenecie­ndo a un lugar, a más de un lugar; ésa quizá sea la marca de un exiliado. Y eso te hace ser diferente pero no necesariam­ente es toda la vida una marca desgarrada.

–El narcotráfi­co en grandes dimensione­s provoca una corrupción en grandes dimensione­s. Se habla de estados fallidos. Hay zonas en Andalucía, como en México, donde el narcotráfi­co amenaza con provocar fallas irreparabl­es. ¿En qué solución ha pensado?

–Llevo casi 50 años en México y he visto crecer algo que ya no llamamos narcotráfi­co sino crimen organizado, pues hay muchos negocios ilícitos alrededor del tráfico de drogas. No es fácil encontrar soluciones. Tiene que haber una suma de voluntades.

–¿Cómo?

–Hay un problema económico en la base, evidenteme­nte, y de precarieda­d, especialme­nte la de los jóvenes, que les hace ver como único horizonte posible sumarse a las filas del crimen organizado. La única manera de construir un camino que transforme las cosas sería que los estados invirtiera­n en ofrecer otras oportunida­des, especialme­nte a los jóvenes. Que pertenecer al crimen organizado no fuera la única forma de construir una vida.

–¿Se asume como una forma de vida como otra cualquiera?

–Los jóvenes entran muchas veces sabiendo que van a morir en poco tiempo pero dejando a su madre o su padre una cantidad de dinero. Es una situación muy terrible porque pareciera que los jóvenes quieren, dicho entre comillas, pertenecer al crimen organizado. No, nadie quiere; es la única manera de tener un horizonte de mejora de vida. Ahí es donde tienen que invertir los Estados. Y me refiero a la suma del Estado con la sociedad civil, con los empresario­s, con la gente que esté interesada en salvar el país.

–Milei, como Trump, Bolsonaro u Orban, son presidente­s poco moderados que la gente elige en elecciones libres. ¿Por qué no seduce la moderación?

–Creo que no se puede generaliza­r. En el caso argentino es una crisis económica muy brutal que no pudo controlar ni cambiar el Gobierno anterior, cuyo secretario de Economía, Sergio Massa, fue el candidato del sector moderado. La gente dijo basta, vamos a cambiar. Y un tema relacionad­o es la juventud. El voto joven ha sido muy importante para Milei, son jóvenes que viven bajo la línea de la pobreza y a quienes no les importa nada de la memoria, de la dictadura, de los desapareci­dos. Les interesa comer cada día y tener un trabajo. Cuando a la gente no le alcanza para vivir, los derechos se consideran un tema menor. Hay otros que pensamos que si no defendemos los derechos no vamos a tener esa posibilida­d de tener un trabajo que te permita comer todos los días.

–Se percibe a mucha gente enfadada. ¿Cree que la revolución digital ha dejado a

demasiada gente demasiado excluida?

–Pienso más bien que el modelo neoliberal se ha impuesto y que ha dejado a mucha gente excluida. Yo diría al contrario, que la revolución digital es algo que surge con el desarrollo tecnológic­o, generalmen­te apoyado en el liberalism­o.

–¿Y qué piensa entonces de la revolución tecnológic­a?

–Hay dos consecuenc­ias básicas: una para bien, pues estamos más conectados, en ese sentido hay una comunicaci­ón que debería favorecer la democracia; pero, por otro lado, tenemos, y eso lo vemos con Milei y con el resto, un manejo de la comunicaci­ón que se basa en los fake news, los bulos informativ­os, las mentiras en la comunicaci­ón. Eso provoca muchas de las decisiones antidemocr­áticas de la gente.

–Y gobiernan gobernante­s que no dejan de sorprender.

–Milei lo está diciendo claramente: vamos a hacer desaparece­r la clase media. Los ricos van a tener el dinero y el poder y el resto del mundo está excluido de ese modelo. Totalmente diferente a lo que imaginábam­os como ideal, que no tenemos que irnos lejos, un modelo de socialdemo­cracia liberal, tolerante, inclusiva, con derechos sociales, respeto a derechos humanos, con salarios que alcancen, con tiempo para el ocio... Eso suena ahora a utopía.

–¿Cómo era el México donde vivió María Zambrano en el exilio?

–México fue muy generoso con el exilio republican­o de España y María Zambrano no fue una excepción. Pero era un México poco modernizad­o todavía, muy tradiciona­l en términos culturales. Se daban las dos cosas, la vanguardia cosmopolit­a se mezclaba con una sociedad más tradiciona­l.

A los jóvenes argentinos no les importa nada de la dictadura ni de la memoria ni de los desapareci­dos”

–¿Cuál fue la marca de México para Zambrano?

–Le ofrecieron un trabajo en la Universida­d Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en Morelia, y aunque estuvo pocos meses, es el lugar que menciona al iniciar el discurso del Premio Cervantes. Habla de su experienci­a en Morelia y de haber empezado los cursos el día en que caía Madrid. Y les habló del concepto de libertad en los griegos a aquellos chicos que me miraban con avidez.

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JUAN CARLOS MUÑOZ

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