Diario de Sevilla

A LA CALLE

- ▼ TACHO RUFINO @TachoRufin­o

EL caso del novio de la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, nos ha provisto de una nueva muestra de que las sesiones de control parlamenta­rias se han convertido en una lamentable trifulca de insidias y goyescos garrotazos que nada tienen que ver con su función institucio­nal. Uno diría, cándidamen­te, que esas sesiones deben servir para controlar la acción del Ejecutivo y, ya tirando a la grande, para contribuir a la verificaci­ón del ajuste de su gestión a la Constituci­ón. Decía un conductor de bicitaxis de La Habana: “Por el dinero no te preocupes, que dinero no hay”: pues igual con los presupuest­os, no los hay; quién quiere presupuest­os habiendo realities. Es este el caso de un asunto primordial convertido en algo que puede esperar. Si es asombrosa la dejación de lo principal en beneficio de la maledicenc­ia y la camorra, más grave es que en esos careos en la casa de la soberanía popular los interpelad­os nunca respondan a las preguntas que se les formulan, y se queden tan anchos. Nuestro Presidente, por sistema, nunca responde a lo que se le pregunta, si es que tiene el detalle de estar en su escaño, y no delega en un pretoriano. Me haces una pregunta... y que te responda tu abuela. (¿Para qué está un presidente del Parlamento?: “Aténgase, etc.”)

Tú me dices Koldo, yo te digo Ayuso o te recuerdo al amigo gallego del fueraborda; da igual que la Justicia esté actuando en un gravísimo entramado de mascarilla­s, da igual que Hacienda lo esté en un expediente de fraude fiscal. Asistimos a un desprecio inmenso a la democracia, un abuso demagógico que, he ahí el horror, es perpetrado por políticos electos. La esencia de esta infame trivialida­d en Cortes –“no respondo, ataco”– es que vivimos en el olvido inmediato: se nos trata como a cretinos, como a atunes atontados en la almadraba de la hipercomun­icación, yonquis del narcótico de la informació­n efímera, a tiro de móvil. Un fango que desprecia al conocimien­to y al criterio. Y qué más da Begoña o la mujer de Feijóo; la verdad o la mentira. Carnaza. Los dosieres se filtran, se cocinan, se utilizan a convenienc­ia, con un vicio de oportunism­o que produce fatiga. En estos días, es natural entonar –a quien le plazca– aquel “Cofrades, a la calle” de Angelito, el aguaor. Añorando esas manifestac­iones francesas donde se aglutinaba­n –como diría una azafata de vuelo ignorada– “los de delante y los de atrás, los de la izquierda y los de la derecha”, personas que se manifestab­an a millones por ellos y sus hijos, propongamo­s un “Ciudadanos, a la calle”. Que se asusten los camorrista­s engreídos. Y respondan a las preguntas. Están a sueldo, y a voto.

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