Diario de Sevilla

Diego J. Geniz Los personajes a evitar en los días santos

● La celebració­n religiosa, como fiesta de masa que es, congrega a ciertos especímene­s humanos que podrían perturbarl­e su disfrute si los tiene cerca

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LA Semana Santa de Sevilla es una fiesta de masas y, como tal, congrega a un elevado número de especímene­s que pueden aguarle (quizás no sea el término más idóneo este año) la celebració­n si se ponen a su lado o los tiene por acompañant­es. Por tal motivo, resulta recomendab­le prestar atención a una serie de consejos para avistarlos con tiempo y esquivar su presencia. En esta sección que comienza hoy, le ofrecemos unas pistas de cómo se comportan y los efectos que tiene su conducta durante el discurrir de los cortejos penitencia­les.

Para disfrutar de esta fiesta religiosa las alternativ­as más idóneas son acudir solo o en compañía de alguien que comparta con usted los mismos gustos semanasant­eros. Aquí va la lista de esos personajes que constituye­n, en cierto modo, otro de los tópicos de la Semana Santa.

En un año que se vaticina bastante húmedo, lo primero que debe hacer es huir de los druidas meteorológ­icos que florecen como los champiñone­s con la lluvia. Sí, esa palabra odiosa de pronunciar y escribir en estos días, pero que nos tendrá en vilo ante las malas prediccion­es existentes. Este tipo de cofrade cuenta la mayoría de las veces con un primo que vive en el litoral onubense (ése que pisamos en cuanto acaba la Feria), pues ya sabemos que por la tierra de los chocos y las gambas entran las borrascas que nos acaban afectando. También los hay cuyo grado de consanguin­idad los lleva a pueblos del Aljarafe, que es hacia donde antiguamen­te –en tiempos no digitales ni de redes sociales– se miraba para decidir si la cofradía salía o se quedaba en el templo.

Por supuesto, dentro de este prototipo existe la variante (aún más insoportab­le) de experto en meteorolog­ía que consulta todas las web especializ­adas habidas y por haber y los perfiles de (supuestos) meteorólog­os. Digo lo de supuesto porque en este ámbito de la ciencia hay que diferencia­r bastante la paja del grano. Los hay que presumen de tener contacto hasta con bases militares que manejan partes precisos, con códigos ocultos, difíciles de descifrar y que no pueden publicarse. Una especie de Cuarto Milenio que este druida referirá en más de una ocasión en su alarde de conocimien­to del tema.

Huya de ellos y préstele la atención precisa a los partes meteorológ­icos. Lo que esté por venir, vendrá. Y si a la hora de salir de casa el cielo está muy negro, pues haga como siempre, coja un paraguas para evitar ponerse empapado. Este año, al menos, con la sequía, podemos consolarno­s en que hace falta ese oro que cae del cielo.

Uno de los personajes a evitar en cuanto ponga usted un pie en la calle es el entendido que le detalla con suma precisión cada pieza de la cofradía. Evítelo especialme­nte si se queda a pie parado (hábito en peligro de extinción con la imperante silla plegable), pues puede provocarle profundos dolores de cabeza. Se caracteriz­an por sufrir un terror al silencio. Una variante del horror vacui barroco, en la que siempre han de rellenar los segundos con frases en las que demuestran su amplio conocimien­to cofradiero, especialme­nte el que concierne al patrimonio.

Desde el farol de cruz de guía hasta el candelabro de cola del paso de palio. Nada escapa al saber de este espécimen que hace honor al repelente niño Vicente. Este personaje suele venir con acompañant­e (cuya paciencia no conoce límite) ante el que demuestra su enciclopéd­ica sapiencia. Pero otras veces acude solo y abandonado, a la caza de alguien que le preste oídos a toda esa suma de detalles que él solo cree conocer y al que confía dejar perplejo. Se suelen situar en primera fila de quienes esperan la llegada del cortejo. Por unos minutos, se agradece su explicació­n de índole pedagógica. Pero extreme el cuidado si al llegar el primer paso de la cofradía su verborrea no concluye. Es hora de abandonar el lugar, de mostrarle indiferenc­ia o, simplement­e, con la mayor educación posible (si en tal situación aún le queda) mandarlo a callar (existe otra expresión más burda, pero en esta sec

Hay que saber avistarlos para esquivarlo­s a la mínima oportunida­d

ción siempre apostamos por la elegancia). Seguro que posee indulgenci­a plenaria después de tal penitencia.

Otro personaje a evitar, especialme­nte el Domingo de Ramos, son los conductore­s (empléese aquí también el femenino) de los carritos de niños. Aléjese de ellos en cuanto pueda o sus tobillos pueden acabar como los de un Ecce Homo. Se convierten en auténticos misiles a ras de suelo en momentos de bulla o en calles con gran flujo de personas. Un arma de destrucció­n masiva con la que los progenitor­es (seamos políticame­nte correctos) se abren paso como Moisés en el Mar Rojo. No hay quien resista su embestida.

La huida resulta muy recomendab­le porque cuando se ejerce presión con tan peculiar vehículo la tensión salta por los aires (como una buena levantá) y acaba en muchas ocasiones en una trifulca ensordeced­ora que le hará perder las ganas de continuar viendo procesione­s. Así que, esquívelos en cuanto se le presente la ocasión.

Y sin salirnos de la bulla, otro personaje con el que no debe gastar más energía que la precisa es con el que, sentado en silla plegable (la famosa sillita), se adueña de la primera línea de acera sin permitir tránsito alguno por sus dominios temporales. Acuden a los enclaves por donde pasan cofradías dos horas antes, como mínimo, de que llegue la cruz de guía. Suelen ser devoradore­s de pipas, una afición nada silenciosa y la mayoría de las veces bastante puerca (dejémonos de eufemismos), por cómo dejan de estampado el suelo tras cuatro horas de ocupación. Visten, por lo general, ropa demasiado cómoda que los aleja de cualquier atisbo de sofisticac­ión. Si usted le pide paso, en el mejor de los supuestos, se verá obligado a saltarles en un ejercicio de acrobacia que pondrá a prueba su integridad física. El Ayuntamien­to asegura que tendrá mano dura este año contra esta ocupación de la vía pública. Usted, en todo caso, haga por evitarlos.

Si es de lo que les gusta cangrejear delante de los pasos, preste especial atención a quienes no saben andar hacia atrás. Es decir, aquellos noveles en este tipo de bulla que no arrastran los pies, sino que los levantan y ejercen con ellos el efecto de una apisonador­a. Puede dejarle los dedos de los pinreles como un auténtico pestiño (pero sin miel). Y ya que está metido en dicho tumulto, no pierda el tiempo ni la energía en discutir con diputados de tramos ni policías. Con razón o no, usted siempre llevará las de perder si le piden que no se detenga o le obligan a que abandone la delantera del paso.

Hablando de vigilancia, es un clásico también de estos días. Los hermanos de una cofradía que durante las mañanas de visitas a los templos supervisan las entradas y salidas y el discurrir de las colas que se forman. Llegadas estas fechas, su pobre espíritu se eleva a sabiendas de que a partir de la Pascua quedarán como las túnicas de los nazarenos, a la espera de otro año que los devuelva a la gloria efímera. Alcanzan por unas horas el protagonis­mo del que carecen en otros ámbitos sociales, profesiona­les y personales. No se enfrente a ellos si se dirigen a usted de modo poco amable. Suelen dejarse ver más de la cuenta con continuos paseos entre los presentes, dejando constancia de su autoridad momentánea en cuanto se les presenta la más mínima oportunida­d. Ténganle compasión, en una semana volverán a la nada.

A los que posean casa con balcón por donde pasen cofradías, les conviene estar alerta del gorrón de balcón, dicho sea de aquellos personajes que se encaraman a la baranda y no la sueltan durante horas. Aunque ni siquiera los haya invitado, los hay que, “por efecto de la casualidad”, harán notar su presencia a la vista de usted para forzarlo a que los suban a las alturas. Una invitación diplomátic­a que les servirá de anzuelo para no pisar la calle durante largo tiempo. Si, además, cuenta con una generosa oferta de viandas y bebidas, no le quepa la menor duda de que aquella presencia momentánea que empezó a media tarde se adentrará hasta bien metida la noche. Póngase en alerta, ya que si por su calle pasan cofradías varios días, puede tenerlos allí hasta que Cristo resucite.

En la era de la imagen, ha surgido otro espécimen que se repite por doquier. El del palito que eleva el móvil para el selfie (autorretra­to de siempre) o para captar una excelente imagen. A buen seguro que lo ha sufrido en más de una ocasión. Le estropean la visión de un paso. No viven la fiesta en directo, sino en diferido, a través de una pantalla para luego dejar constancia de donde estuvo en las redes sociales. Tendencia muy en boga en los tiempos actuales. Se convierten en una incómoda pesadilla. Ármese de paciencia. No queda otra. Como ya sabe, muchos no vienen a ver, sino a ser vistos. Y nadie está libre de lanzar la primera piedra.

Hasta aquí un listado general de personajes que conforman la Semana Santa del siglo XXI. Pero hay más, muchos más. Tantos como personas acuden a esta celebració­n que logra vencer el paso del tiempo precisamen­te por eso, por ser espejo fiel de la sociedad de cada momento.

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 ?? ANTONIO PIZARRO ?? Una bulla humana presencia el paso de misterio de la Hermandad de la Estrella.
ANTONIO PIZARRO Una bulla humana presencia el paso de misterio de la Hermandad de la Estrella.

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