Diario de Sevilla

Las diferentes caras del gozo en la Semana Santa

● Ignorar a las de vísperas con un supuesto elitismo es hoy un absurdo ● Son la misma ciudad que ha crecido, son Sevilla misma

- elfiscal@diariodese­villa.es

LAS vísperas brillan ya hasta con un crucificad­o de Martínez Montañés. Crecen como un árbol sano con diferentes ramas: los barrios alejados, la imaginería barroca de mayor excelencia, la música... La Semana Santa del siglo XXI es la del auge de las vísperas y la hegemonía de las bandas de música, los dos grandes fenómenos que marcan este tiempo. Como la de finales del siglo XIX lo fue de los hermanos costaleros. Hoy comienza el tiempo del gozo que nos desconecta del resto del mundo como ciudad y como ciudadanos, hoy comienzan los días mejores que retrotraen a la infancia y permiten el reencuentr­o emocional con quienes nos antecedier­on y legaron esta fiesta santa. Llegamos al Domingo de Ramos con la incertidum­bre del clima y tras unas vísperas cada vez más extensas, con momentos de máximo esplendor y, también, con el ruido de unas fiestas y acontecimi­entos que aprovechan la llegada de la fiesta para hacer caja. Al igual que hay una pre-Feria, se organizan fiestas el Viernes de Dolores con motivo de la Semana Santa al calor del bullicio de las horas previas. No hay una sola Semana Santa, sino varias, aunque creamos que solo se puede vivir en plenitud de una manera. Hay una Semana Santa de las hermandade­s, como la hay de la familia, de los vecinos del centro con balcones, de los colegios y hasta de las empresas. Y, por supuesto, la del culto íntimo en la basílica de la Plaza de San Lorenzo donde tantos llevan viviendo las vísperas porque allí, sólo allí, sienten que comienzan la Semana Santa junto a sus seres queridos que ven a través del rostro del Señor. Es la Semana Santa de las verdades incontesta­bles.

Circula una invitación al balcón de una familia con casa en el Arenal con una particular normativa que se difunde con la invitación. Los padres son responsabl­es de los menores, claro. La casa está abierta a todos, pero a los balcones no se sacan bebidas. Se agradecen las aportacion­es de viandas, pero que sean fáciles de coger con la mano: “Comida de dedo”. Que no haya que usar plato. Por supuesto se declara la casa como espacio “libre de humos”. El tirador de cerveza está en la planta baja. Lo mejor es el final: “Queremos tener solo conversaci­ones agradables para pasarlo bien”.

La Semana Santa del abastecimi­ento de las casas del centro es un proceso que saca de los nervios a muchos repartidor­es y empleados de conocidas cadenas de supermerca­dos. “Señora, esta semana no podemos más”, le explicaba una empleada con los nervios malamente contenidos a una vecina de la calle Conteros que exigía que le llevaran el pedido a casa antes de mediodía. Un escaparate de la Cuesta del Rosario ofrece torrijas del tamaño de toda la vida a 1,90 euros. Como el precio es tan sospechosa­mente bajo procedemos al análisis. En efecto, la torrija sufre un proceso de acartonami­ento que indica que debió ser metida en miel cuando se presentó el cartel de Salustiano. Por cierto, en el bar La Candelaria ya luce un nuevo cartel tras el ataque sufrido por el ejemplar anterior en la tarde del Jueves de Pasión.

Hay una Semana Santa de empresas con ganas de “entrar” en Sevilla que te pegan la paliza para que acudas a sus balcones. “¿Le llegó la invitación para nuestros balcones?”, te pregunta una voz incisiva con acento madrileño. “Dígame usted qué día quiere ir”. Y hay que hacer una confesión con sus gotas de ironía: “Mire, si lo que quiero es no ir, se lo agradezco mucho, pero no sé ya cómo explicárse­lo. Seguro que tiene usted a media ciudad haciendo cola para estar en ese balcón y puede prescindir de un servidor que, además, no le va a aportar absolutame­nte nada bueno, se lo aseguro”.

Y hay una Semana Santa de vísperas en la Catedral con un espléndido altar de plata que luce un bosque de palmas precioso a la espera de la procesión matinal de la mañana de hoy, posiblemen­te una de las más bellas del mundo, que conserva las medidas que ahora tanto se echan de menos y que suele permitir la contemplac­ión de las capas pluviales de los canónigos, verdaderas joyas del catálogo de bienes muebles Cabildo Catedral.

¿Y la Semana Santa de los bares? Los horarios de apertura están en muchos casos restringid­os a la mañana para el desayuno y el mediodía “hasta las tres y media” que se cierra la persiana. Sigue en aumento la lista de establecim­ientos que no soporta al público de una Semana Santa que cada vez congrega a una mayor cantidad de gente a la que no interesan las cofradías, sino exclusivam­ente el ambiente festivo. En cambio en esta Semana Santa

se estrena un bar en la Plaza de San Francisco, El escondite sevillano, y otro en Javier Lasso de la Vega, El Gran Café España, en el local donde tantos años estuvo la tienda de mueble Matamoros. Será interesant­e conocer los balances de estos días en los dos nuevos negocios que abren con entusiasmo en contraste con quienes ya no quieren saber nada de las clientelas vespertina­s, mucho menos de la nocturna.

Quienes están más tranquilos con la amenaza de mal tiempo o con este tiempo de guasa y con los contrastes de frío y calor son los responsabl­es de seguridad. El público tiende a resentirse si no hay certeza. La Semana Santa, sobre todo la de determinad­as cofradías, necesita de certidumbr­e. Sí se disfrutó de ella en las vísperas. Incluso de esas medidas perdidas en la que hoy conocemos como la Sevilla de los excesos. La cofradía de la Corona es un bocado exquisito en plenas víspera, la demostraci­ón de cómo se pueden hacer bien las cosas en el contexto más delicado: la Parroquia del Sagrario, la Catedral, el núcleo del casco histórico. Todo está medido sin que parezca de diseño, sino natural, como sólo se hacen las cosas cuando se combinan el convencimi­ento con un criterio bien definido. La recuperaci­ón de la entrada del cortejo por la Puerta del Perdón y el Patio de los Naranjos es una delicia que recrea cómo debieron verse muchas cofradías hace décadas: en silencio, en una intimidad familiar, con tiempo para apreciar muchos detalles (alpargatas, cruces arbóreas, monaguillo­s, reliquia).

Hay una Semana Santa de la carrera oficial que amanece este domingo con muchas colgaduras, sí. Y cada vez son más de publicidad. Al menos guardan la estética más adecuada: letras y logos dorados sobre tela roja de Damasco. Podría ser mucho peor. Están cada vez más en auge las palmas rizadas que hace quince años eran de uso minoritari­o. Se nota la labor de muchos talleres organizado­s por entidades y hermandade­s. Y destaca en esta artesanía la labor de Andrés Martín, uno de los grandes introducto­res en Sevilla de esta hermosa costumbre. Las palmas son siempre más recomendab­les que los nazarenos que se cuelgan de los balcones como si fueran esos Papá Noeles que algunos exhiben en Navidad.

En los palcos de la plaza se muestra una selección de fotografía­s que supone uno de las mejores aportacion­es a la Semana Santa de la última década. ¡Y ya es difícil en plena carrera oficial! La que abre la exposición en la calle Granada es un espejo de cierta ciudad o de la ciudad en determinad­os días y momentos: un primer rostro del Herodes de la Amargura imposible de mejorar. ¡Herodes en la Plaza en Semana Santa! En los palcos de la Plaza, claro. Qué fuerza expresiva tiene esa mirada esquinada, carácter puro, cinismo, altivez, guasa...

Un paso por el entorno de la carrera oficial basta para comprobar que en la Puerta de Jerez se alza una suerte de Calle del Infierno con numerosos puestos de golosinas, barquillos, garrapiñad­as... Recuerda a la calle Santa Fe en los días de Feria.

Las vísperas son el tiempo de la Semana Santa que más ha evoluciona­do en 25 años. El crecimient­o ha sido verdaderam­ente vertiginos­o, paralelo al crecimient­o de una ciudad que hace tiempo decidió no quedarse en los límites del centro histórico.

Las vísperas suman desde ayer una imagen nada menos que de Martínez Montañés, un cortejo garantizad­o por el buen gusto de Fray Juan Dobado, el religioso que cree firmemente en la convenienc­ia de sacar esta imagen a la calle. Como en su día Juan Garrido o José Gutiérrez Mora, dos canónigos, quisieron impulsar a aquellos jóvenes de los años 90 que daban culto al Cristo de la Corona. Ignorar a las vísperas con un supuesto elitismo es hoy un absurdo. Son la misma ciudad que ha crecido. Es la misma Sevilla. La de la exquisita medida, la de los excesos y la de la mirada de Herodes. Todas ellas, solo una. Las diferentes caras del gozo.

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JOSÉ LUIS MONTERO El Cristo de los Desamparad­os del Santo Ángel ante la parroquia de la Magdalena.
 ?? M. G. ?? Uno de los puestos instalados en la Puerta de Jerez.
M. G. Uno de los puestos instalados en la Puerta de Jerez.
 ?? M. N. ?? El Cristo de la Corona en el Patio de los Naranjos en su regreso al Sagrario.
M. N. El Cristo de la Corona en el Patio de los Naranjos en su regreso al Sagrario.
 ?? M. G. ?? Balcón con nazareno colgado.
M. G. Balcón con nazareno colgado.

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