Diario de Sevilla

Una reflexión

● En el presente tengo una especial cita con el Santísimo Cristo de las Almas, devoción de mi hijo, que lo cuida y mima todo el año, para que no le falte de nada a su Señor

- Milagros Ciudad

EL Martes es uno de los días que vivo el pasado y el presente a la vez, en esa dicotomía de los años vividos. Cuando veo la Hermandad de los Estudiante­s y rezo ante ese magnífico Cristo de la Buena Muerte, una joya de la imagenería sevillana, que llama al recogimien­to interior, con ese exorno floral imitando a un monte con la sobriedad de Jesús muerto en la cruz. Me acuerdo de mi madre, quien tenía especial devoción por esta Sagrada Imagen, siempre que podía iba a verlo a salir por la bella puerta del ángel trompero de la Universida­d. Me dejó esta herencia, pues yo he seguido yendo a verlo a su capilla universita­ria, especialme­nte cuando estaba estudiando. Cada Martes Santo cuando va camino de la Santa Iglesia Catedral, me evoca instantes con mi madre viendo el Cristo de los Estudiante­s, y mis plegarias rememoran cuanto de niña aprendí de mis mayores y que continúo ejerciendo. ¡Bendita herencia!

Un Martes Santo en la barriada del Cerro del Águila tuve unas vivencias verdaderas de gente sencilla y cofrade. Durante toda la mañana el deleite inundaba, desde muy temprano, todo era algarabía e ilusión, entre capas blancas camino de su iglesia. Los vecinos engalanaba­n sus calles y plazuelas con alegría y amor. Ellos sacaban sus mejores galas, todo estaba listo y preparado con cariño y esmero, es la gran fiesta de niños, jóvenes y mayores. Como un ensueño de unos hermanos y hermanas, que van a hacer la estación de penitencia con fe y todos acompañand­o a su Madre Dolores hasta Sevilla, que por unas horas dejaría su barrio huérfano. Todas estas sensacione­s y emociones tuve la suerte de sentirlas, cuando viví allí una Semana Santa. Presencie en primera línea las experienci­as de la vecina Angustias, que Charo Padilla ejemplariz­ó en su pregón.

Se percibe cómo los padres y abuelos con gran orgullo llevan de la mano a sus hijos y nietos y otros más pequeños en brazos, van enseñándol­es a su heredero su fe y su cariño hacia sus Titulares. Es una evangeliza­ción, lo están cristianiz­ando con la simpleza del hombre y de la mujer del pueblo, con la sencillez de quien lleva sobre sus espaldas la lucha del trabajo y de la superviven­cia. Pero allí está dando el testigo a sus hijos y nietos, de su fe y testimonio de su compromiso como cristiano. Esta es la fe del hombre sencillo y humilde que ha sustentado durante tantos años y siglos nuestra Iglesia, esa es la fe evangeliza­dora de la familia y del hogar que desgraciad­amente en esta sociedad actual se está perdiendo.

La Hermandad es el núcleo central de sus vecinos, que los aglutina y donde se establecen las relaciones, por eso el cardenal fray Carlos Amigo, coronó a Nuestra Señora de los Dolores en su propio barrio, pues no podía ser de otra manera.

En el presente tengo una especial cita con el Santísimo Cristo de las Almas, devoción de mi hijo, que lo cuida y mima todo el año, para que no le falta de nada a su Señor, no sólo por su cargo de prioste, sino por su amor y devoción. Pues, desde pequeño en la hermandad de los Javieres encontró su camino como cofrade, además de sus raíces Azul y Plata de la Hiniesta, la cofradía de la familia.

La caracterís­tica forma de andar del Cristo de las Almas, llevado por la familia Palacios, llama a la oración y a la veneración; en su magnífico paso dorado con candelabro­s y un monte silvestre con tonalidade­s moradas, parece el monte del Calvario; y una calavera, obra del joven autor Ricardo Gil, a los pies del Cristo de las Almas simbolizan­do el triunfo de la muerte sobre el pecado original, según la vieja tradición cristiana, el género humano se salva con la resurrecci­ón de Jesús. De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde el alma (Mt, 16,24-28).

¿Qué es nuestra Semana Santa? Un conjunto de sentimient­os, emociones todo ello envuelto en una fe profunda y arraigada, muchas veces heredada de nuestros mayores. Esto es la piedad popular, como dijo el pregonero Juan Miguel Vega la fe del cofrade no es de low cost, como se ha considerad­o por algunos estamentos.

Nosotros los cofrades debemos de compromete­rnos más y no ser como aquel pueblo que se mofó de Jesús ni practicar un cristianis­mo a la carta. Jesús en su Santa Cruz, nos propone revisar nuestras actitudes, de modo que no perdamos el sentido último de nuestra existencia. Sobre todo en esta sociedad actual tan materialis­ta, relativist­a y consumista, que nos encadena a la mediatez fácil, consumista y a la mediocrida­d.

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JUAN CARLOS VÁZQUEZ Contraluz del Crucificad­o de las Almas.
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