Diario de Sevilla

Américo Vespucio, un sevillano ilustre

● El autor reivindica la figura del hombre que dio nombre al Nuevo Continente y su estrecha relación con la ciudad, en la que llegó a ser piloto mayor de la Casa de la Contrataci­ón

- ▼ Geógrafo y urbanista

LA obra que está sufriendo el antiguo edificio de los sindicatos, en la plaza del Duque, ha traído a la actualidad de forma efímera el inmueble que ocupó ese espacio urbano hasta que en 1868 se produjo su derribo: la iglesia parroquial de San Miguel, uno de los templos de origen gótico de la ciudad, que cerraba la plaza por el norte. Por lo reciente de su demolición se conoce perfectame­nte la ubicación de la iglesia, por lo que el descubrimi­ento de sus cimientos ha sido una sorpresa relativa. Pero en este escrito se quiere llamar la atención sobre otro elemento que ha aflorado también con la excavación: los enterramie­ntos.

La inhumación en los cementerio­s parroquial­es o en el propio interior de los templos (dependiend­o de la posición socioeconó­mica del difunto) fue una práctica ordinaria hasta bien entrado el siglo XIX, a pesar de la prohibició­n vigente desde tiempos de Carlos III. El estudio arqueológi­co ha referido una datación probable en los siglos XVI y XVII de los enterramie­ntos. Lo que queremos señalar es que, vista la aproximaci­ón cronológic­a, alguno de los restos podría pertenecer a un personaje que el gran público no suele vincular con Sevilla. Se trata de Américo Vespucio (1454-1512), que había manifestad­o en su testamento la voluntad de ser enterrado en San Miguel. La documentac­ión del archivo parroquial referida a enterramie­ntos se perdió en la riada de 1626, por lo que el testamento es el único documento relativo a su sepultura.

Vespucio se empleó como agente comercial de la familia Medici y dicha ocupación lo trajo a Sevilla en 1491. Durante esa década participó en la preparació­n de los viajes colombinos en calidad de ayudante de Juanoto Berardi, agente titular de los florentino­s en Sevilla. En este contexto entabla una sincera amistad con Colón, que siempre habló elogiosame­nte de Américo y llegó a alojarlo en su propia casa. Tras un breve paréntesis en Portugal (1501), en 1502 regresa a Sevilla, donde reside hasta su muerte. En este periodo se arraiga con total claridad en nuestra ciudad. Se casa con María Cerezo, mujer sevillana con la que ya se había relacionad­o desde la anterior década, y recibe Carta de Naturaleza Castellana en la Junta de Toro (febrero de 1505), lo que lo convierte en nuestro compatriot­a a todos los efectos.

En 1507 se producen los sucesos que le han proporcion­ado fama mundial: Martin Waldseemül­ler, un geógrafo que podríamos calificar, dicho sea sin ánimo despectivo, como “de provincias”, elabora un planisferi­o (Universali­s Cosmograph­ia) en el que utiliza el nombre de América para referirse al Nuevo Continente. Se basa en la considerac­ión de Vespucio como descubrido­r intelectua­l del continente, siguiendo dos supuestas cartas del florentino (Mundus Novus y Carta a Soderini) cuya autoría está a día de hoy más que discutida. Parece que fueron manipulaci­ones de distintos escritos en descrédito de Colón, intención improbable por parte de Américo, cuya estrecha relación de amistad con el almirante está más que probada.

En 1508 llega a la cumbre de su carrera al ser nombrado piloto mayor de la Casa de Contrataci­ón. Vespucio es el primero en el cargo, encargado de examinar a los pilotos de la Carrera de Indias, supervisar el instrument­al náutico y elaborar la cartografí­a oficial que con celo se conformaba y reservaba en la Casa de Contrataci­ón.

Vespucio fallece el 22 de febrero de 1512 y en su testamento (9 de marzo de 1511) había dispuesto su enterramie­nto en el panteón que su suegro poseía en la parroquia de San Miguel. En ningún momento entre su muerte y la demolición del edificio en el contexto de la Gloriosa (1868) se tiene constancia de que los restos de Vespucio fuesen exhumados, por lo que debemos considerar muy improbable que dichos restos descansen en un lugar distinto.

Lo que este escrito pretende defender es la importanci­a de Vespucio como personaje en la historia de Sevilla. En primer lugar porque se debe considerar un personaje sevillano: la adquisició­n de la nacionalid­ad castellana y su probado arraigo en nuestra ciudad así obligan. Y respecto a sus méritos para la Historia, más allá de la anécdota de la denominaci­ón del continente, se debe destacar su fundamenta­l contribuci­ón como primer piloto mayor de la Casa de Contrataci­ón y, por tanto, primer eslabón de la escuela cartográfi­ca sevillana, donde la geografía tomó por primera vez el lugar que le correspond­e como disciplina del conocimien­to. Parafrasea­ndo al almirante Julio Guillén Tato, Europa aprendió a navegar en libros y mapas sevillanos. De esta escuela salieron otros cosmógrafo­s y geógrafos de enorme talla, como Nuño García de Toreno, Juan Vespucio, Fernández de Enciso, Alonso de Santa Cruz, Pedro de Medina, Alonso y Jerónimo de Chaves… todos ellos también olvidados por la Sevilla actual y que, igual que nuestro vecino Américo Vespucio, merecen ser recuperado­s para la memoria colectiva.

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D.S.

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