Hermanos Chía o el prodigio de las mariscadas personalizadas
● En un minuto el camarero te propone ‘arrejuntar’ langostinos, bocas, patas, gambas y cañaíllas… y la cosa (para dos) te sale por 40 euros. El chupeteo amariscado se puede acompañar con una ensaladilla en jugosito o una fritura casi desaparecida, la tarbina de bacalao
TODO empezó cociendo unas gambas y la cosa ha acabado en una singular marisquería camuflada en un bar de barrio de Dos Hermanas.
Barra de las antiguas, decorada con madera barnizá. Un apoyabrazos dorado la recorre entera. En un extremo un expositor con banderillas de atún y queso llegadas desde Barbate, boquerones aliñaos de buen tamaño, unas anchoas bañándose en aceite y esperando el pan para salir a escena. Unos banquitos con el nombre del bar grabado en el sillón y a juego con unos barriles dan un punto original a la estancia. Tras la barra, máquina de café, unas botellas de licores para los pelotazos después de la comida y unas bolsas de frutos secos.
Pero los ojos en el Bar Chía empiezan a descubrir cosas llamativas a los pocos segundos. Encima del expositor de banderillas y ahumados, una serie de botellas de plástico, como las que sirven para envasar el aceite, contienen vinos traídos desde Bollullos (mistela, solera…). Se pueden tomar por copas para acompañar lo que es comé y también los venden para llevar. Al fondo se ve la cocina. No hay nada que la tape. Silvia Ramírez termina de cortar un poquito de zanahoria para la ensaladilla de la casa, escandalosamente embellecida con una gamba por lo alto sin pelar… que se note que es de gambas.
Maribel Jarauta, la otra cocinera, tiene ya lista la masa en la que rebozará la merluza para las pavías de la casa. Antonio Chía se ocupa de cocer el marisco. Los tres superan ya los 60 años pero al verles las caras, no cabe duda de que disfrutan aún y mucho con su trabajo.
La última incorporación ha sido un saloncito rectangular que han puesto más arreglaíto porque cada vez se acerca más gente hasta este sitio escondido de Dos Hermanas donde los fines de semana, como no reserves, lo tienes complicado. Allí han puesto manteles en las mesas, han pintado de blanco las paredes y han puesto luces blancas para que el espacio esté lustroso. Antes tenían allí un videoclub donde se vendían películas y ahora se puede ver una película en la que los protagonistas son langostinos, gambas, bocas o cigalas.
Francisco Prada es el más joven de la casa. Tan solo tiene 22 años, aunque desde los 17 trabaja en el Chía. Es como el maitre, pero traducido a bar de barrio. La carta del Chía lo tiene todo. Son más de ocho páginas de cuartillas plastificadas y con algunos productos con foto. No falta de ná. “Esto está hecho para las familias”, dice Antonio Chía. Lo cierto es que lo mismo está el marisco y el pescado frito, que son las estrellas de la casa, pero también hay hamburguesas para el adolescente que viene con hambre, nachos con queso para el internacional de la familia, un flamenquín para el niño milindri que no le gustan las gambas (hay gente pa tó) e incluso hay carne de lomo alto de retinto por si en el grupo hay algún carnívoro.
Ante tanto despliegue uno no sabe muy bien qué pedir…pero ahí está Prada, que, en un minuto, montó una mariscada de categoría para los dos clientes despistados que se le habían sentado en la mesa de al lado de la puerta y que, como si fueran japoneses, no paraban de hacerles fotos a las gambas.
“Os voy a poner unas gambitas… ¿Queréis unos langostinos?… Cuatro os voy a poner cocidos. Las cigalitas se me han acabado. Os pongo un par de bocas y dos patas para cada uno… Yo creo que con eso vais bien”. Como somos de comer le pedimos que añada a la cosa dos alis
tados por persona en posición de vuelta y vuelta ligerita por la plancha.
Fran recomienda no perderse la ensaladilla… Pon una tapa. Ella es la primera en llegar. Plato blanco redondo… Nada de pamplinas. Forma cilíndrica, generosa de tamaño y picos de Marchapán de Utrera para acompañar… Empezamos bien. Llama la atención una gamba como acostada encima del objeto
ensaladillístico. Silvia Ramírez señala que lleva patatas, atún, huevo duro y taquitos de zanahoria y pimiento morrón. Mayonesa de Ybarra, olé, olé. (La tapa sale a 3,80). Jugosa, equilibrada de sabores, con trozos de gambas presente. El tenedor baila sobre el plato con alegría y cae antes de que lleguen las gambas.
Sobre la mesa se van colocando, como si fuera una invasión amariscada, varios platos blancos. Uno con gambas, uno con bocas, uno con patas, otro con los langostinos… Comienza el festival pelagambas. Un detalle de esos que te gustan. Las patas y las bocas vienen ya rotas para que no tengas que liarla para abrirlas. La carne, blanca blanquísima, en perfecto estado de cocción y buen punto de sal, se come a la perfección. Langostinos y gambas también jugosos.
Tienen también habitualmente cañaíllas, cigalas y desde Galicia llegan navajas, mejillones y zamburiñas. Antonio Chía va cada 15 días hasta Huelva para ver el material. “Tengo una persona allí que nos hace las compras pero yo voy también porque me gusta seleccionar el marisco”. Destaca que utilizan sobre todo marisco congelado “porque hoy en día tiene mucha calidad”.
Chía señala que “aprendí a cocer a ojo y a base de equivocarme. Tienes que estar atento a lo que cueces, porque no siempre son del mismo tamaño o el agua no está a la misma temperatura”.
El marisco lo tienen los fines de semana “porque es cuando esto se anima”. El resto de los días no suelen tenerlo “a no ser que nos lo pidan con antelación”.
“Intentamos ajustar mucho los márgenes para lograr buenos precios”. Todo se cobra al peso. El día que estuvimos (finales de 2023) las gambas y los langostinos estaban a 45 euros el kilo (9 euros una ración de 200 gramos). Al mismo precio las cigalas y las patas y las bocas a 40 euros el kilo.
De postre marisquero nos tomamos unos alistados. No eran de gran tamaño pero quedaron jugosos en la plancha y en la cabeza tenían más coral que una isla del Caribe. Los alistados los tienen a 2,10 la unidad.
Pero el marisco no es el único atractivo del establecimiento que cuenta también con un apartado interesante de frituras. El pescado viene de Huelva y también “de otros puntos cuando veo cosas interesantes”, señala Antonio.
Hay chocos, puntillitas, boquerones y cazón en adobo, taquitos y rodajas de merluza, taquitos de rosada o acedías. Hay tapas desde 2,90 los boquerones hasta 3,80 los taquitos de rosada. La honradez del sitio se deja ver en que especifican exactamente qué pescado sirven. Así cuando hablan de calamares indican que sirven pota o cuando hablan de mero concretan también que se trata de fogonero, un detalle poco habitual. Sí tienen también calamar de potera aunque aquí indican que depende del precio que alcancen en el mercado. No falta tampoco otro imprescindible de las cervecerías: el pollo frito, que se puede tomar también en tapas.
En el capítulo de frituras más especiales tienen tortillitas de camarones, buñuelos de marisco, hacen también unas generosas y jugosas pavías de merluza y ofrecen un plato ya difícil del ver las tarbinas de bacalao, una especie de buñuelo típico de Dos Hermanas y que ya se encuentra en muy pocos establecimientos.
El bar Hermanos Chía está en la calle Aragón n. 44, en Dos Hermanas. El teléfono de reservas es el 955082858. Abren todos los días para almuerzos y cenas, excepto miércoles. El marisco solo lo tienen los fines de semana.