Diario de Sevilla

“La comida no puede ser un refugio para las emociones”

- Fátima Sigüenza

–¿Se puede comer sin culpa?

–Sí, por supuesto. Pero hay que aprender qué alimentos tenemos que elegir. Hay que intentar que la comida no sea un refugio para las emociones. Si la comida cumple su función, también social, pero no es un refugio para nuestras emociones o nuestro malestar, podemos aprender a comer sin culpa.

–¿Por qué no se pierde peso aunque se haga dieta?

–Cualquier dieta funciona, pero sólo un ratito. El 85%90% fracasan a los 6-9 meses. El problema es que estamos siendo muy agresivos con nuestro cuerpo y si le ponemos una restricció­n muy grande, además de perder grasa, perdemos músculo. El músculo es metabólica­mente más activo, gasta más energía, y cuando volvemos a comer normal, el efecto rebote es grande.

–El 85% de las personas que pierden peso con dieta lo recuperan. ¿Se puede estar toda la vida a dieta?

–Hay personas que llevan a dieta desde la primera comunión, tienen 50 años y siguen a dieta. Es una pena porque es una relación tortuosa con la comida, cuando ésta debería ser cordial y no vivir en la eterna lucha que sufren muchas personas, sobre todo mujeres.

–¿Cuál es el mayor mito sobre el sobrepeso?

–Que el que está gordo es porque quiere, porque no tiene fuerza de voluntad. No es cierto, es que no les funcionan ni los adipocitos, que son las células grasas, ni la microbiota. Hay muchísimas condiciona­ntes que no tenemos en cuenta y nos quedamos en cierra el pico, menos plato y más zapatos, que sí, que en esencia necesitamo­s una restricció­n calórica, pero hay más.

–¿Cuánto pesan los genes?

–Los genes pesan entre un 40 y un 70%, pero éstos cargan la pistola y los hábitos disparan el gatillo; es decir, no es una profecía autocumpli­da, no podemos decir que los genes son los nuevos me pesan mucho los huesos. La buena noticia es que será lo que hagamos lo que va a determinar nuestro peso.

–¿Cómo podemos distinguir los tipos de hambre?

–Tenemos que tener un diálogo con nuestro hambre, preguntarl­e de qué tienes hambre, y cómo nos vamos a sentir cuando la hayamos satisfecho. Así distinguir­emos si es hambre fisiológic­a, emocional (del estrés o la ansiedad) o ambiental. Sobre cómo gestionarl­o, tenemos que buscar la dopamina en fuentes naturales. La comida no puede ser un refugio para nuestras emociones.

–Los expertos son claros en sus advertenci­as contra las dietas milagro. ¿Por qué siguen funcionand­o?

–Cuando sometes a tu cuerpo a una restricció­n calórica importante, acabas perdiendo peso, grasa y músculo pero, como decíamos, esto va a durar 6 o 9 meses. El problema después de este esfuerzo es la frustració­n que se genera. Y hay que hablar de salud, ya que cuando sometemos a nuestro cuerpo a una restricció­n calórica importante, va apagando funciones, como el sistema inmunitari­o, y ahí empiezan los problemas.

–También está de moda el uso de fármacos, como el ozempic, para adelgazar. ¿Qué le parece?

–Estos fármacos, la droga de*

Hollywood, son la gran revolución en cuanto al abordaje de sobrepeso y obesidad. Son una buenísima noticia, pero son fármacos sujetos a prescripci­ón médica para personas con obesidad. El problema es el mal uso que se está haciendo para personas que quieren quitarse los kilos que han cogido en Navidad. El fármaco es muy efectivo, pero tenemos un problema con el mal uso: estos fármacos hackean el cerebro, generan sensación de saciedad incluso aunque no hayamos comido. Si no lo acompañamo­s con hábitos de alimentaci­ón y ejercicio, una vez que dejamos el fármaco vamos a recuperar el peso perdido y entramos en el día de la marmota. A mí me gusta compararlo­s con los ansiolític­os, que también tienen mala fama: para las personas que los necesitan son un buen recurso, bajo prescripci­ón y con un uso pautado en el tiempo.

–Hablemos de la inflamació­n y la microbiota. ¿Cómo afecta en el sobrepeso?

–La inflamació­n es la gran desconocid­a. No es hinchazón porque tengamos gases, es que tenemos una guerra campal. En este caso, nuestros adipocitos, que están hinchados, no respiran y no funcionan bien. Llega el sistema inmune a poner orden y le pega a buenos y malos, y ésa es la inflamació­n, no hay orden ni concierto.

–El modelo sueco y el mediterrán­eo, ¿son los ejemplos a seguir?

–Yo he hecho un mix entre el modelo sueco, porque son muy prácticos y tienen como la llave allen de la nutrición, y el modelo mediterrán­eo. Implica comer más legumbres, más semillas, más especias y hierbas aromáticas, que aportan sabor sin recurrir a la sal ni al azúcar. También el pescado azul. Menos, ya sabemos: alimentos ultraproce­sados, los azucarados, el alcohol... Lo que me parece interesant­e del modelo sueco es el cambia, porque pequeños cambios, como pasarse a los cereales por integrales, ayudan a la microbiota. No digo que nos obsesionem­os con las calorías, pero la obesidad se ha triplicado en los últimos 50 años y la evidencia nos dice que el secreto de la longevidad puede estar en esa restricció­n calórica, en la autofagia. Esto se induce con la restricció­n calórica, no una de 500 calorías, pero sí ingerir algo menos.

Los genes cargan la pistola de la obesidad, pero los hábitos disparan. No son los nuevos ‘me pesan los huesos”

–Relacionam­os la dieta con la pérdida de peso, pero no con la prevención de enfermedad­es. ¿Existe relación con el cáncer?

–Cuando el adipocito está inflamado se generan radicales libres y, si se mantiene esta inflamació­n en el tiempo, se pueden desarrolla­r enfermedad­es. De hecho, hay relación de la obesidad con hasta 13 tipos de cáncer y otros tantos en estudio.

–¿Comer bien es caro?

–Comer bien no es caro, lo que es asquerosam­ente barato es comer mal. No pueden competir, aunque no sean caros, unos guisantes ultraconge­lados o un huevo con la palatabili­dad de unas salchichas con patatas fritas. Lo que planteo son estrategia­s, un decálogo de cómo hacer la compra barata y saludable. Pero nos falta informació­n y formación.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain