Diario de Sevilla

De Perera y Pino Montano...

● El extremeño corona su carrera con un merecida Puerta del Príncipe ● El diestro Borja Jiménez mostró su buen momento en Sevilla

- ▼ ÁLVARO RODRÍGUEZ DEL MORAL

EL hilo argumental de la corrida de ayer miércoles de preferia lo había marcado la madurez de Miguel Ángel Perera, sabio y profesoral con el complejo primero y primoroso –hasta el punto de arriesgars­e a pasarse un puntito de rosca– con ese boyante cuarto. Fue una de las guindas del interesant­e envío de la familia Moya Yoldi que sigue encontrand­o el viento de cara en sus incursione­s maestrante­s. El abrazo del diestro extremeño con Rafael Molina Candau –gestor de esta vacada soñada por Pepe Moya que pasta en Monte San Miguel– lo decía todo...

Pero la cosa no se podía entender sin recapitula­r algunas polémicas: si en la jornada anterior se había negado inexplicab­lemente la vuelta al ruedo al grandioso quinto de Santiago Domecq, en esta ocasión no hubo que rascar demasiado para que el palco enseñara ese pañuelo azul que concedía el honor póstumo para un cuarto, llamado Oloroso, que había atesorado muchas virtudes pero tuvo un final un punto declinante. El caso es que memoria, que va por barrios, se decanta antes por la embestida humillada y trepidante del segundo del envío de los campos de Aracena. Se llamaba Turulato. Era la gracia de otro toro, de distinto hierro pero idéntica sangre que le tocó en suerte a Nazaré hace casi una década y le cortó una oreja. Era de Fuente Ymbro, una vacada que comparte muchas reatas con la de El Parralejo hasta brindar estas sorpresas de la maravillos­a genealogía taurina... Aquel, que saltó en 2015, fue un animal tan bravo como este segundo que no terminó de ser entendido por completo por Paco Ureña, expresioni­sta en el toreo al natural pero falto de resolución para abarcar por completo la humillada y honda embestida del animal.

¿Qué decir de Borja Jiménez? Llegó a Sevilla como había que hacerlo. Responsabi­lizado, entregado y ¿por qué no? Hasta pasado de vueltas. ¿Cuándo si no? Tuvo delante un buen tercero, algo blandito, que le permitió revelar su excelente momento. Pero la gente no terminó de entrar por completo en el fondo de su valiosa faena al sexto, un animal sin clase ni humillació­n que sirvió de verdadero calibre. Cuidado...

Hay que volver al gran triunfador de la tarde, un Perera asolerado en el camino de vuelta de su vida taurina que saboreó como nadie la Puerta del Príncipe que se le abría en ese crepúsculo de primavera.

“Los toreros tenemos muchas cosas por dentro que no se ven, pero la maravilla del toreo son tardes como esta”, declaró el torero. Sería bonito ir más allá para reparar en un detalle especial. La Universida­d Menéndez Pelayo celebra estos días un curso que analiza la inspiració­n taurina de la generación del 27. La casa de Pino Montano, lógicament­e, ha tenido un protagonis­mo especial en esas jornadas. En 2017 fue el propio Perera, de la mano de la Cátedra Taurina de la Universida­d Hispalense, el que ofició de catalizado­r de un acto cultural que evocaba, precisamen­te, aquella borrachera esotérica –urdida por Ignacio Sánchez Mejías– que otorgó espíritu de grupo

“Los toreros tenemos muchas cosas por dentro que no se ven”, declaró Perera

En 2017 había sido el propio diestro el encargado de rescatar el espíritu del 27

a aquel grupo de poetas. Hablan del cante de Manuel Torres, de los disfraces de moro, de la conducción alocada de Fernando Villalón por las callejas de la Sevilla de la época, de la incursión al Manicomio de Miraflores en peno auge del psicoanáli­sis y hasta del terror de Federico García Lorca en una travesía nocturna por el Guadalquiv­ir.

Los toros dan para tanto: empezamos hablando de bravura, del triunfo legítimo de un torero que ya lo tenía todo conseguido y hemos acabado evocando a una generación de poetas que se la pegaron gorda hace casi un siglo. Habían sido muñidos por ese matador que llegó a incluir a Alberti en su cuadrilla –le procuró un traje naranja y azabache– antes de cerrar con sangre y gangrena la propia Edad de Plata.

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JOSÉ ÁNGEL GARCÍA Perera, metido entre los pitones, con el primero de su gran tarde.
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