Diario de Sevilla

LA INTRIGA MONETARIA

- ▼ JOAQUÍN AURIOLES

EL esperado inicio de las rebajas en tipos de interés se aplaza al verano. La inflación está controlada, pero el BCE no se fía. A la guerra en Ucrania no se le ve el final, el precio del petróleo continúa subiendo (el barril de Brent está en 90 dólares, un 15,8% de aumento en 2024) y los salarios negociados en la zona euro siguen creciendo a un fuerte ritmo (4,46%), pese a que en el cuarto trimestre de 2023 lo hicieron menos que en el anterior. Puede que también se espere un primer movimiento en los Estados Unidos y evitar una mayor depreciaci­ón del euro, que mantiene su cotización frente al dólar en 1,08, lejos de sus promedios históricos, aunque ya recuperado del episodio de extrema debilidad en otoño de 2022.

El último dato de inflación en la Eurozona (2,4 en marzo y 2,3 de previsión para el conjunto del año) invita al optimismo, pero la incertidum­bre aconseja moderación. La prudencia se impone sobre la condolenci­a con la situación de la economía alemana (inflación y paro); con el coste de las hipotecas, que podrían por fin dejar de crecer; o con un nuevo descenso en España durante el primer trimestre de 2024 de la demanda de préstamos para vivienda y empresas, aunque se mantuvo estable para el consumo.

La desconfian­za del BCE se debe a la fragilidad de los equilibrio­s que han permitido la moderación en el crecimient­o de los precios desde finales del pasado año y a la insegurida­d sobre algunos componente­s concretos del índice general, afectados por una notable carga inercial. Pese a ello, la convicción de que la descompres­ión monetaria debe iniciarse cuanto antes es dominante. Si se acepta la relajación monetaria como hipótesis más probable, tras el final del ciclo inflacioni­sta que se inició en el verano de 2021 y cronificó con la guerra de Ucrania, aparecen dos cuestiones de interés. Una es el ritmo de la bajada de tipos y la otra sobre el enfoque estratégic­o de la futura política monetaria.

En relación con la velocidad de la relajación, lo razonable es una primera reducción moderada en junio, 25 puntos básicos, y vincular las posteriore­s a la evolución del dato de inflación, a las decisiones de otros bancos centrales y al comportami­ento de mercados estratégic­os, como el de la energía. Como es lógico, cuanto más lento el proceso, mayor también la demora de sus efectos sobre la economía. La alternativ­a sería una improbable estrategia de comunicaci­ón que comprometa futuros movimiento­s y permita descontar sus consecuenc­ias y la formación de expectativ­as.

Sobre el futuro de la política monetaria solo cabe apuntar algunos interrogan­tes. El primero relacionad­o con el BCE y sus compromiso­s con el crecimient­o y el empleo, por un lado, y con la sostenibil­idad de las finanzas públicas, por otro. El segundo tiene que ver con las estrategia­s de control monetario sobre intermedia­rios financiero­s no bancarios y sobre monedas digitales y criptomone­das. Por último, sobre condiciona­ntes geoestraté­gicos, incluyendo el resultado de procesos electorale­s concretos, como el de Estados Unidos, y sus implicacio­nes en materia de coordinaci­ón internacio­nal de políticas económicas, básicament­e debido a que las tensiones geopolític­as siempre provocan inflación.

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