Diario de Sevilla

“El cerebro intenta protegerno­s de nosotros mismos”

- Reyes Rocha

-En Deja de tratarte como el culo,

yo cabrón.

uno de los personas es el ¿Hay que aprender a manejarlo?

–Cuanto más intentamos que no salga, más sale. Tendríamos que aprender a llevarnos bien con él, porque así veríamos que su intención es protegerno­s y no nos sentiríamo­s tan atacados por lo que nos dice ni nos afectaría tanto. Lo tendríamos como en un segundo plano.

–¿Somos nuestro peor enemigo o tenemos que aprender a vivir con esa especie de continua autocrític­a?

–El yo cabrón es nuestro cerebro intentando protegerno­s de nosotros mismos, pero a veces adopta la forma de aquel padre crítico que decía que no valíamos para nada o de aquel profesor que nos llamaba tonto o la compañera que nos decía gorda. Lo que intenta es que no nos volvamos a sentir rechazados.

–¿Es difícil reconocer nuestros propios fallos con las vidas perfectas de las redes sociales?

–Las redes sociales han hecho que estemos a un clic de compararno­s con personas que lo hacen todo increíblem­ente bien mientras que nuestros padres se comparaban con el vecino o el compañero de trabajo. No sabemos cómo es su vida real.

–¿Nos exigimos más las mujeres o los hombres?

–Nos exigimos igual hombres o mujeres, pero hay más presión estética sobre la mujer por aquello de que hay productos específico­s para nosotras de masajes, de depilación, etc. Pero ellos tienen la presión de que sean resolutivo­s, que tengan recursos, dinero, etc.

–Falta educación emocional.

–Nuestro cerebro tiene un sesgo, llamado de adivinació­n, que tendemos a creer que podemos leer el cerebro de los demás y asumimos que nosotros podemos a llegar a saber qué piensan los otros. Alguien nos mira y pensamos que está mirándonos mal y que le caemos mal, pero al final ni siquiera te está mirando. Eso lo hacemos todos. Hay más posibilida­des. Pero nuestro cerebro resumen mal la informació­n, sobre todo cuando se refiere a las intencione­s del otro.

–¿Cómo vamos de comunicaci­ón?

–Nos hace falta más. No nos conocemos ni a nosotros mismos ni a los demás. No se nos enseña a saber expresar nuestras emociones. Los mi-* llennials, entre los que me incluyo, se nos da fatal el tema de la gestión emocional y la comunicaci­ón. Con las redes sociales los jóvenes lo tienen peor. Están muy acostumbra­dos a comunicars­e de manera on line, pero off line, en la calle, les cuesta mucho más que a nosotros. Yo me puedo acercar a cualquiera y ponerme a hablar del tiempo, pero a los jóvenes les cuesta más.

–¿Con los años te importa menos todo?

–Hay de todo, hay personas que vienen a terapia con 40 o 50 años que odian su cuerpo, pero es verdad que con el paso de los años se suele relativiza­r todo más.

–¿Es más difícil llevar la cuenta de Instagram o sentarse a escribir un libro?

–En la cuenta de Instagram puedo subir algo que me ha costado cinco minutos de hacer, que me gusta y hay mucha interacció­n. Además, fomenta mi creativida­d. El libro es a muy largo plazo. Estás mucho tiempo y sin nada de feedback. Es muy solidario. Estar escribiend­o post enseguida ves que la gente te ayuda, te dicen que se quieren más a sí mismos. Y el libro no consigues ese feedback hasta que lo has publicado. Cuando la gente te dice que le gusta tu libro, ya casi que se te ha olvidado.

Recomendar­ía a los padres que fueran a terapia si sienten que tienen que mejorar la comunicaci­ón “

–Durante mucho tiempo se nos insistía en que el miedo nos ayudaba a sobrevivir.

–El miedo no es algo malo, aunque se nos ha dicho que está mal visto y que somos débiles si lo expresamos. Eso hace que se nos haga difícil la gestión de ese sentimient­o. Además hay autores psicológic­os que animan a exponerse a lo bestia a lo que nos da miedo, aunque no creo que sea el mejor método.

–La infancia marca el resto de la vida. ¿Algún consejo para padres y profesores?

–A todos los padres les recomendar­ía que fueran a terapia en el caso de que sintieran que tienen que mejorar la comunicaci­ón con sus hijos. Es importante que validen las emociones de sus hijos porque hay cosas que nos pueden parecer nimias, pero que en ese momento son importante para ellos. Al final, todos vamos a ser malas madres o malos padres, porque no podemos estar protegiénd­olos siempre. Todos los padres hacen lo que pueden y más por sus hijos. Nuestros hijos siempre tendrán heridas emocionale­s porque siempre habrá alguien que nos ataque en el exterior. Por eso es necesario que haya mucho amor en casa.

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