▶ El Capea-San Pelayo, un bastión del histórico encaste de Murube
La esperada corrida de Victorino Martín tuvo de todo, pero sin que ninguno aburriese
Campuzano, el hombre que lo lanzó en España, y estuvo muy firme. Tras unos redondos acoplándose, llegaron los naturales largos y ayudando con la voz a que el toro pasara. Lo mató de una estocada, Plantaviñas murió sin abrir la boca y a Roca lo ovacionaron para esperar a ver si tiene más suerte el próximo sábado con la corrida de Victoriano del Río en compañía de Juan Ortega y de Pablo Aguado.
Pero si la tarde tuvo en Borja al protagonista según el toreo bueno, Manuel Escribano iba a escribir con su sangre una hermosa página del toreo sector épico. Cogido en el primer saludo, se fue a la enfermería y allí peleó con los médicos para que le autorizasen a salir para matar a su segundo. Y así, mientras la corrida discurría entre la torería de Borja y las exigencias a Roca, buscaban un pantalón para que Manuel saliese cuando pudiera. Y cuando pudo fue al final para erigirse en protagonista principalísimo de la corrida. Con el público a favor de obra, Manuel se fue a portagayola tocándole ya la música, puso dos pares de banderillas poderosísimo, le brindó a José Luis Moreno y le enjaretó una faena de muleta baja y de llevar muy largo a Fisgador con la nota sentimental de muchos sombreros en el ruedo. Quedó demostrada una vez más la madera de que está hecho Manuel Escribano, una especie de héroe de este Siglo XXI.
Las reses salmantinas de la casa del maestro Pedro Moya Niño de la Capea participan de las características principales del encaste Murube que le han convertido en el aliado natural de las corridas de rejones: un galope templado y sostenido ideal para este tipo de lidia.