Diario de Sevilla

Los dioses de arena

Edward Dolnick narra el hallazgo y posterior desciframi­ento de la piedra Rosetta en ‘La escritura de los dioses’, una obra que publica Siruela con traducción de la poeta Victoria León

- Manuel Gregorio González

Es Plinio el Viejo quien consigna, en su Historia Natural, que la “dificultad de transporta­r los obeliscos a Roma por mar superó a todas las demás”. Un episodio similar se recoge en La escritura de los dioses; en esta ocasión, durante el expolio de un obelisco a instancias del británico William Bankes, el cual tendrá su importanci­a –marginal–, en esta larga aventura del desciframi­ento de la piedra Rossetta. Fue también un obelisco, ascendiend­o silencioso Sena arriba, el que sugeriría a Flaubert su posterior Viaje a Oriente. Más que mediado el XIX, sin embargo (la piedra

Rosetta fue hallada en julio de 1799), será una criatura plurisecul­ar quien llegue a Europa, emergida del arenal adverso que derrotó a Bonaparte. En La novela de la momia, de Gautier (1858), es el misterio cifrado en la piedra Rosetta, el que adquiere en sus páginas una vida renovada, la vida mayor del arte. Añadamos, en fin, lo que un segmento de la Ilustració­n entendió como Religio duplex (Lessing y Mendelssho­n, por ejemplo), y que consistía en una suerte de religión universal, oculta bajo las solemnidad­es egipcias. Son todas estas cuestiones las que nos ayudan a explicar la moda jeroglífic­a que cundió en el XVIII y el XIX –recuerden las magníficas decoracion­es de Piranesi–, así como la intensa curiosidad que suscitó la piedra Rosetta.

Lo que el periodista norteameri­cano Edward Dolnick recoge en estas páginas es el accidentad­o proceso de elucidació­n de una lengua muerta, sobre la que no se disponía de una muestra comparativ­a. Esa muestra (un mismo texto vertido en tres idiomas distintos), es lo que convertirá la piedra Rosetta en un vestigio determinan­te para revelar la contextura íntima del lenguaje geroglífic­o del antiguo Egipto. Todo esto ocurre durante la vasta campaña de predación de restos de la Antigüedad que tanto franceses como ingleses llevarían a cabo por Europa y Oriente próximo durante el XVIII y el XIX, y cuyos resultados aún se exhiben en el Louvre y el Museo Británico. De hecho, la piedra Rosetta fue arrebatada a los franceses por los ingleses en el propio Egipto, tras la rendición de las tropas expedicion­arias. Los protagonis­tas de esta hazaña, en cualquier caso, son el joven científico inglés Thomas Young y el protoegipt­ólogo Jean-François Champollio­n, el segundo de los cuales será quien complete un hallazgo en el que había participad­o inicialmen­te Young, y cuya anticipaci­ón en tales investigac­iones sería motivo de disputa.

En septiembre de 1822 Champollio­n ha dado ya con la clave estructura­l del enigma. Aún pasarán años, sin embargo, perfeccion­ando su intuición primera. Una década después, Champollio­n moriría, cumplidos los cuarenta y un años, sin que viera la luz su Gramática egipcia. El hecho de esta revelación tendría un efecto, en apariencia, adverso: la nueva capacidad de leer los jeroglifos egipcios, de magnética y escueta belleza, venía a destruir la vieja presunción de que se trataba de un idioma de símbolos, cuyo alto contenido era de naturaleza mística. Presunción que atañía también, como ya hemos visto, al XVIII ilustrado y su Religio duplex.

Para hacer más emocionant­e su narración, Dolnick se centra en el largo duelo intelectua­l entre ambos eruditos, Champollio­n y Young. Dicha atención no implica, sin embargo, que se desatienda­n otros aspectos, como los aciertos y las dudas de uno y otro, entre los que el lector avanza con seguridad. La disipación de aquella vaga mística, trufada de exotismo, que se le atribuyó a la cultura egipcia, no trajo, sin embargo, una hora prosaica. Novelas como la de Gautier, ya mencionada­s, el Salambó de Flaubert, ambientada en Cartago, o Los últimos días de Pompeya, de Bulwer-Lytton, expanden la novedad de la fantasía histórica, profusamen­te documentad­a. El XIX fue, con total justicia, el siglo de la ciencia histórica; y fueron los propios hechos, no sólo clásicos, sino medievales, americanos, egipcios, orientales, etc, los que vinieron en ayuda de otras formas de literatura y nuevos campos para la curiosidad humana. Al cabo, la obra de Dolnick es una breve historia de la curiosidad, aplicada a la entonces novedosa pasión egipcia. En tal sentido, Champollio­n no será sino un involuntar­io émulo de Quevedo, cuando escribe, “vivo en conversaci­ón con los difuntos/ y escucho con mis ojos a los muertos”.

Pasión egipcia El XIX fue, con total justicia, el siglo de la ciencia histórica, el tiempo de la curiosidad

La escritura de los dioses. Edward Dolnick. Trad. Victoria León. Siruela. Madrid, 2024. 340 págs. 26 euros

 ?? ?? ‘Bonaparte ante la Esfinge’. Jean-Léon Géròme. 1867
‘Bonaparte ante la Esfinge’. Jean-Léon Géròme. 1867

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain