Diario de Sevilla

RESCATAR A HOHENLEITE­R

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AÚN resuenan las palabras del profesor Arquillo en el salón de actos de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla el pasado día 9. Palabras de desengaño e impotencia por media vida dedicada a la tarea de salvar los murales del pintor Francisco de Hohenleite­r en el vaciado edificio del Coliseo España y ver que a día de hoy los restos permanecen irremediab­lemente en un garaje de la Universida­d de Sevilla, hasta que su deterioro los haga irrecupera­bles, si no ha sucedido ya. Los periódicos de la ciudad se han hecho eco en varias ocasiones del desastre y de nuevo en estos últimos días. Y como en otras ocasiones, la noticia pasará ante la indiferenc­ia y la ignorancia de la propia Universida­d, otras institucio­nes locales y de los propios sevillanos.

Porque para poder rescatar los murales de temas teatrales de Hohenleite­r del antiguo Coliseo, antes hay que valorar al propio pintor. Nacido en Cádiz en 1889, muere en Sevilla en 1968. Pintor, ilustrador y cartelista, sobrevive en la Sevilla y Andalucía de su tiempo, gracias a la venta alimentici­a de cuadros costumbris­tas y a los diseños de publicidad y etiquetas de vinos y brandis jerezanos, así como de encargos privados. Su vida y obra refleja la de muchos talentos artísticos de Cádiz, Jerez y Sevilla que tuvieron que sobrevivir de sus pinceles, lápices y plumas en una sociedad mediocre y mezquina con sus pintores. Los murales del Coliseo están prácticame­nte

Rescatar del olvido y la indiferenc­ia al pintor es el primer paso necesario para defender su obra

perdidos, pero también realizó otros para la iglesia de los Salesianos de Triana, su barrio de años, la capilla de los Humeros, el Palacio de Yanduri o la biblioteca de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, que espero se mantengan en buenas condicione­s, y otros en Cádiz.

Más conocido popularmen­te por su colección de ilustracio­nes y excepciona­les grabados de nazarenos de la Semana Santa sevillana y por sus carteles de la Feria de Sevilla, donde compitió en concurso y realizó los de 1924, 1934 y 1941, que se pueden ver el Museo de Artes y Costumbres populares. Destaca el de la Feria de 1924, ahora hace cien años que nos muestra cómo, en un prodigio de elegancia y movimiento, una mujer bailando hace que el traje de flamenca empiece a cobrar vida propia. Pelo recogido en moño. Vestido rojo de talle bajo, con tres volantes y mantoncill­o con flecos. Medias blancas y zapatos de charol. Es el anticipo de una decisión histórica: las señoras de las clases acomodadas de Sevilla, adoptan el traje de flamenca como vestimenta habitual para ir a la Feria de Abril el año de la Exposición Iberoameri­cana. Este cartel figura en las paredes del bar Las Teresas del barrio de Santa Cruz. Creo que rescatar del olvido y la indiferenc­ia al pintor Francisco Hohenleite­r es el primer paso necesario para defender su obra, de enorme interés. A menos que pensemos que uno de los artistas que mejor se identificó con esta ciudad, malgastara por ello su arte en una obra menor y no merezca la exposición antológica que Sevilla le debe.

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