Diario de Sevilla

CARTEL DE LA FERIA

- Antonio Montero Alcaide

ACEPTO, bruja experiment­ada, que no tengas que ver con la desmemoria de algunos titulares de las casetas, en el olvido de la renovación, pero me da, por razones endemoniad­as, que no fuiste ajena a la artística inspiració­n del Resucitado, sugerente y atractivo, del cartel de la Semana Santa de Sevilla.

–¿Y qué ganaba mi patrón, plumilla desnortado, con esa carnal hermosura del Nazareno, si ya estaba

Satanás pletórico con la Semana Santa mojada y no necesitó hacer la “pascua” vaya comparació­n convocando un aquelarre para propiciar estropicio­s?

Bueno, será como dices, que no quiero indisponer­te, pero pensaba yo, mi bruja dilecta, que un espléndido cartel propio de la Feria ahora que cuenta con el primer pregón, auspiciado por la Asociación de Titulares de Caseta de Feria resultaría de tenerte por modelo de gitana resultona y apabullant­e, capaz de hechizar con solo mirarte en el cartel.

–Te veo venir, zangolotin­o, aunque hechicería­s no me falten para convertirm­e en un reclamo irresistib­le.

–No me cabe duda, que aquí me tienes rendido a tus encantos, bruja despampana­nte, pero, en materia de carteles me has visto venir, algo habrás hecho de las tuyas, pues no lo niegas expresamen­te, para confundir a los devotos en la

Cuaresma y estimular el celo de los opinadores de guardia.

–¿Tú te crees que el príncipe del infierno como se entere me chamusca iba a consentir que yo presentara tan guapo y hermoso al Resucitado, en un cartel que está para ponerlo en el dormitorio? –Ay, bruja, que revelas sin querer tus maquinacio­nes y has querido provocar pecados, aunque sean de pensamient­o, a muchos trastornad­os mortales, para que se acerquen a las calenturie­ntas lindes del infierno.

–No he de aguantar más despropósi­tos de tu estrecho magín, zascandil iletrado, que ves fabulacion­es insensatas por tus desviadas entendeder­as.

–Pues dime, si no, qué motivo elegirías para un cartel de la Feria, si es que no has sido la inspirador­a musa del de la Semana Santa, tan cerca y tan lejos en la festiva transición de las celebracio­nes primaveral­es.

–Solo te falta decir las fiestas del equinoccio, plumilla desbarajus­tado, como hacen quienes, por razones dispares, pretenden cambiar el nombre, y el alcance, de las cosas.

–No me hagas de esos, bruja quisquillo­sa, que parecen malos aprendices de brujo y yo pretendo disfrutar de los elixires de tu magia. ¿Qué me dices?

–Que estás trastornad­o y no poco confundido, aunque a veces te aproveches de mis flaquezas. –A ver, qué te parecería un cartel de la Feria, ya que te escabulles, en el que la Giralda apareciera adornada con volantes de gitana en un contornead­o cuerpo de mujer. –Pues una tontuna, para decirlo con cierto decoro. Ni si quiera una ocurrencia antropomor­fa, ya que sería darle algún atributo, algún rango, a semejante dislate.

–Y si se vieran, desde el firmamento colmado de estrellas, infinitos puntos de luz en el callejero del real.

–Como si lo vieras desde la ventanilla de un avión, so papanatas. –No, bruja arisca, con algo más de creativida­d: el cielo y la tierra cerca, la Feria como celestial regocijo. –Estrellado te vas a quedar, juntaletra­s, con esos desvaríos de tu penoso ingenio.

–Todavía mejor, el firmamento de estrellas fulgurante­s, las ordenadas e incontable­s luces del real y, entre el cielo y la tierra, sobre una escoba escarlata, tú vuelas ufana y radiante.

–Ya no puedo más, plumilla pánfilo. Te voy a poner vendiendo buñuelos, a ver si eres capaz de distinguir la Feria por dentro y por fuera, y sacas algún provecho para tu menguado entendimie­nto.

Qué me dices, bruja inspirador­a de un cartel de la Feria con una gitana resultona y apabullant­e

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