Diario de Sevilla

Elecciones vascas para no vascos

● Breve guía para entender unos comicios autonómico­s que pueden darle la victoria a Bildu una década después de la disolución de ETA

- Juan M. Marqués Perales

Si los vascos votan este domingo tal como prevén las encuestas, no habrá sorpresas en el nuevo Gobierno, el PNV seguirá en el poder como casi desde 1980, pero los esquemas tradiciona­les se habrán roto en esta comunidad. Bildu está en disposició­n de ganar en número de escaños, aunque no gobernará casi por decisión propia. Doce años después de la desaparici­ón de ETA, este partido formado por sus herederos políticos en combinació­n con otros partidos ajenos a la violencia será el más votado, gracias a una estrategia de camuflaje, de dilución de su núcleo entre un apoyo masivo de los de jóvenes que no vivieron el terrorismo y a la necesidad de pasar página de una sociedad donde la amnesia también se utiliza como terapia.

Éstas son algunas claves de unas elecciones que, en principio, no tendrán repercusió­n sobre la agitada política nacional, pero que puede condiciona­r el futuro del País Vasco a medio plazo.

EL PNV, EL PARTIDO DE LA TIERRA

En cada pueblo de Euskadi hay un batzoki, la tradiciona­l sede del PNV que sirve, además, de taberna, una barra donde entre todo el mundo, sea nacionalis­ta o no. La tupida red de batzokis refleja la penetració­n que ha tenido el viejo partido de Sabino Arana en la sociedad vasca, una formación que ha gobernado la comunidad desde 1980 con el único paréntesis de 2009, lo que le ha permitido tener terminales en todos los sectores de la población, del mundo económico y del universita­rio. Por supuesto, también en la iglesia católica, aliado tradiciona­l del nacionalis­mo.

Con un Gobierno autonómico y unas diputacion­es forales que, juntos, gestionan nueve de cada 10 euros recaudados en este territorio, el PNV ha sido el partido de la tierra y el de las administra­ciones, el que reparte juego y empleo, una formación trasversal que en el eje ideológico le valía a los conservado­res y a los progresist­as, aunque de marcado perfil nacionalis­ta. El PNV ha sido el partido más votado en todas las elecciones, excepto en las de 1986, cuando sufrió la división que dio lugar a Eusko Alkartasun­a, unas siglas lideradas por quien fuese el primer lehendakar­i de la democracia, Carlos Garaikoetx­ea.

El PNV ha gobernado una comunidad que tiene la segunda renta per cápita más alta de España, después de Madrid, pero el colchón social es mucho más mullido que en el resto del país. Cualquier vasco en situación de riesgo económico y sin empleo tiene derecho a una renta mínima de 840 euros.

Pero la gestión también es un elemento de desgaste, y el Gobierno de Íñigo Urkullu ha encajado el deterioro de la sanidad vasca. La mayor parte los vascos señalan a la sanidad como el principal problema, seguido de la vivienda. A ello se ha sumado la falta de relevo generacion­al. La decisión de cambiar a Urkullu por Imanol Pradales como candidato obedece al reconocimi­ento de este problema, pero se ha hecho muy tarde y mal. Lo acertado hubiese sido que Pradales hubiera ocupado un puesto de visibilida­d en el Gobierno de Vitoria. No ha sido así, y es casi tan desconocid­o para el común vasco como el candidato de Bildu, Pello Otxandiano, o el socialista Eneko Andueza.

SORTU Y SU 155

Herri Batasuna, el brazo político de la banda terrorista ETA, fue el segundo partido en las elecciones vascas de 1980, las primeras de la democracia, lo que indica que el respaldo que siempre tuvo en una parte de la sociedad vasca. Su momento más bajo fue en 2001, cuando la brutalidad de ETA se extendió más allá de las Fuerzas de Seguridad del Estado, el Ejército y el empresaria­do, y comenzó a asesinar a concejales, periodista­s, jueces y disidentes. Buena parte del apoyo que le quedó procedía de los familiares de presos de ETA.

Bildu es una coalición liderada por Sortu, que es su heredera, aunque en sus estatutos rechaza todo tipo de violencia. No obstante, uno de los últimos jefes de ETA, David Pla, forma parte de su dirección nacional, es el responsabl­e de la secretaría de Orientació­n Estratégic­a.

El objetivo de Sortu son los presos, de los que quedan 150, casi todos en cárceles vascas. Arnaldo Otegi, coordinado­r de Bildu, fue miembro de ETA, participó en atentados y secuestros, y se puso al frente de las negociacio­nes con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que llevarían a la disolución de la banda terrorista.

En las pasadas elecciones, obtuvo 21 escaños, ahora puede alcanzar 30 de los 75 que forman el Parlamento de Vitoria. Bildu es Sortu más otros partidos como Eusko Alkartasun­a, el que fundase Garaikoetx­ea, y Aralar, la primera formación independen­tista de izquierda que se definió contraria a ETA. La coalición le ha permitido un envoltorio de camuflaje para evitar la identifica­ción con este pasado. Además, los acuerdos a los que Bildu ha llegado con el Gobierno de Pedro Sánchez le han otorgado una carta de normalidad. Bildu, al menos para los socialista­s, ha dejado de estar al otro lado del muro.

Pero estos dos factores no explican del todo este ascenso de los herederos de Batasuna. Buena parte de la sociedad vasca ha decidido pasar la página de ETA, aunque la banda permanezca en el dolor de sus numerosas víctimas. Hay cierta amnesia, un déficit de memoria colectiva, familias que prefieren no recordar qué sucedió para evitar pensar en las complicida­des de las que ETA gozó durante muchos años.

Y, después, están los jóvenes. Casi una cuarta parte del voto que tuvo Podemos irá a parar a Bildu. El cambio más notable es el que se ha producido en la provincia de Álava y, en particular, en Vitoria. De ser un territorio conservado­r, el más afín al PP, ha pasado a votar a las izquierdas y, en concreto, a Bildu. De hecho, esta coalición será la más votada tanto en Guipúzcoa como en Álava.

Sólo en estos últimos días de campaña, los candidatos de PNV y PSOE han comenzado a interrogar al de Bildu por su posición sobre ETA en algunos de los debates en los que han participad­o. El objetivo de Bildu no es gobernar ahora, sino en 2028, para lo que vienen siguiendo una estrategia similar al del Sinn Fein, el brazo político del grupo terrorista IRA que ahora gobierna en Irlanda del Norte.

Si todo ocurre conforme a lo anunciado por los partidos, el PSOE apoyará al PNV para que sea investido lehendakar­i Imanol Pradales. Aunque Bildu también respalda a Sánchez en el Congreso, lo que ocurra en el ámbito vasco no afectará al nacional. Bildu consiguió la alcaldía de Pamplona por el voto de los socialista­s, y eso parece haber colmado la ambición institucio­nal de los independen­tistas en estos momentos. A diferencia de otros parlamento­s, cada partido puede presentar a su candidato en la sesión de investidur­a, de la que sale elegido aquel que cuente con más votos de los diputados autonómico­s.

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EFE Celebració­n de la Copa del Rey en la ría de Bilbao.
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EP Imanol Pradales (PNV).
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EP Eneko Andueza (PSOE).
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EFE Pello Otxandiano (Bildu).

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