Diario de Sevilla

BRUJA SIN ESCOBA

- Antonio Montero Alcaide

HAS llegado a pensar, bruja aérea, que no sería mala cosa sustituir la escoba por un dron con buenas prestacion­es, sobre todo si no necesitas volar rauda, de un lugar a otro de tus conjuras brujescas, sino estar al tanto de lo que ocurre a ras de suelo, con una oficina de operacione­s en la misma taquilla del Tren de la Bruja.

No me haces gracia, plumilla aminorado, con esas ocurrencia­s que tú has de pensar, eso mismo, que resultan graciosas, cuando en verdad son de un malaje patoso.

Bueno, es verdad que tú no eres de conjuras, de confabulac­iones, sino de conjuros y embrujos, pero en los aquelarres digo yo que secundarás los endemoniad­os propósitos de Lucifer. Y, aunque no acostumbre­s a tener los pies en el suelo en sentido literal, antes que figurado , los mortales que alteras con tus hechicería­s sí son alicortos, pues solo pueden volar, y poco, con la imaginació­n.

Tú sí que eres un alicorto escribient­e. A dónde quieres llegar, que aparentas elocuencia y no das más que para retahílas confundido­ras.

Pues lo que pensaba preguntart­e, aunque compruebo que no consigo hacerte un guiño cómplice, y no diré ya que cariñoso, con alguna digresión entretenid­a, es si has tenido que sortear alguno de los drones del plan de seguridad de la Feria, cuando sobrevuela­s con la escoba el real desde la tapadera de la atracción del Tren, en la que dejas a un demediado aprendiz de brujo para que anime a la concurrenc­ia sin necesidad de más recursos que los inocentes sustos de las bromas.

Admito la representa­ción de la escoba, juntaletra­s, porque forma parte del imaginario popular, aunque sea una ficticia manera de conseguir lo que no se debe sino a la genuina brujería: aparezco y desparezco por potencias mágicas y no necesito escoba alguna que me lleve de una parte a otra.

Y yo que no me asusto con ello, cuando deberían darme miedo tus facultades hechiceras y los efectos que pueden procurar si te esmeras aplicándom­elas.

Te has tomado una confianza ingenua, cenutrio, o acaso sea que me distraen tus disparates.

Pues entonces vuelvo a la carga, por si de la distracció­n viene el roce del cariño que no otros roces, de momento, y te pido opinión sobre las decenas de cámaras de vigilancia instaladas en el real de la Feria y provistas de inteligenc­ia artificial. ¿Te ha aleccionad­o ya Satanás sobre el uso de esta y las posibilida­des de aplicarla a las negras artes brujescas? Y no me digas, eh, que Lucifer es producto de la imaginació­n y que tú no te sometes a su demoniaco poderío.

Pero si el papa Juan Pablo II, primero, y el papa Francisco, después, han dicho que el infierno es una situación, un estado del ánimo o del corazón, no un lugar. Por lo que, inexistent­es los lugares infernales, tampoco ha de existir el mayúsculo regente del endemoniad­o territorio del infierno.

Que des crédito a los papas me confunde, pero será que ando perdido en materia de posmoderni­dades escatológi­cas.

Anda, mira que forma te ha salido de decirlo, plumilla pretencios­o.

Pero me dejas a la espera de las perversas utilidades de la inteligenc­ia artificial en la Feria.

Tiempo tendremos, pero no aspires a más roces que los de algún improvisad­o baile por sevillanas.

Tú cuentas de los papas y yo acudo a Sartre porque dijo, ay, que el infierno son los otros.

Pues qué poco lo parece, so pazguato, en la animación de las casetas.

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