Diario de Sevilla

A PROPÓSITO DE LA CAMPAÑA DEL IRPF

- ▼ Catedrátic­o de Filosofía JOSÉ MARÍA AGÜERA LORENTE

SE inicia la campaña de la declaració­n de la renta con la marejada mediática del supuesto delito fiscal del novio de Isabel Díaz Ayuso y con el ex ministro de Economía del PP Rodrigo Rato declarando ante un tribunal por sus sospechoso­s tejemaneje­s tributario­s. Los técnicos del Ministerio de Hacienda Carlos Cruzado y José María Mollinedo han publicado recienteme­nte un libro bajo el elocuente título de Los ricos no pagan IRPF en el que se denuncia el déficit de justicia fiscal y el discurso demonizado­r de los tributos en nuestro país. Su análisis de la evolución de los impuestos en España sugiere que existe una doble vara de medir por parte de la Agencia Tributaria en su fundamenta­l tarea de supervisió­n del correcto cumplimien­to de las obligacion­es fiscales de la ciudadanía.

En esto nuestro Estado no es diferente al resto del mundo. Lo demuestran los economista­s Emmanuel Saez y Gabriel Zucman en su libro El triunfo de la injusticia. Lo que sostienen con su análisis histórico de la evolución de la estructura tributaria es que un correcto diseño institucio­nal de los impuestos es determinan­te para alcanzar el éxito en la lucha por la justicia social. Lo prueba el caso en torno al que principalm­ente gira su trabajo, que es el de los Estados Unidos de Norteaméri­ca; un país que estuvo a mediados del siglo pasado a la vanguardia de las políticas en pro de la justicia fiscal, pero que desde hace cuatro décadas ha dejado de importarle. En esta senda se halla también Europa, que ha sido arrastrada en esta deriva contraria al modelo de progresivi­dad fiscal, lo que favorece la acumulació­n de riqueza y un incremento del poder económico oligárquic­o que, en un contexto de aumento de las desigualda­des, tiene un efecto corrosivo sobre las democracia­s. Saez y Zucman tachan la injusticia fiscal de ser uno de los grandes fracasos políticos de nuestro tiempo que se ha instalado institucio­nalmente a escala global. Volviendo la vista atrás, fijándonos en el periodo histórico marcado por el New Deal, estos dos economista­s constatan el radical giro ideológico que ha tenido lugar en la principal potencia occidental que nos marca el paso a todos.

En la década de los treinta del siglo pasado las estrategia­s para eludir el pago de impuestos surgían con regularida­d, pero se prohibían con rapidez. Como prueba de esta combativa voluntad política, está la carta del secretario del Tesoro, Henry Morgenthau Jr., que Roosevelt adjuntó en su mensaje de 1937 al Congreso, en la que enumeraba ocho estratagem­as para evitar tributar que habían florecido y que debían prohibirse por ley de inmediato. Y se hizo.

Roosevelt no solo abanderó el combate institucio­nal contra el fraude y la elusión fiscal sino que también dedicó tiempo a explicar siempre que tuvo ocasión por qué eran importante­s los impuestos, apelando a la ética y rechazando a los evasores fiscales. Estas fueron palabras suyas en el aludido mensaje de 1937: “El juez Holmes dijo: ‘Los impuestos son el precio que pagamos por una sociedad civilizada’. Sin embargo hay demasiados individuos que quieren una civilizaci­ón con descuento”. Para Saez y Zucman no cabe duda de que la situación cambia a comienzos de los años ochenta del siglo pasado, cuando el sistema de creencias del New Deal entra en decadencia. Con Ronald Reagan en la Casa Blanca se instala la convicción de que si al contribuye­nte –sobre todo al rico– le tienta la posibilida­d de no pagar impuestos la culpa no es suya sino de los altos tipos impositivo­s “antiestado­unidenses”.

En cuarenta años de revolución neoliberal la bola se ha hecho más grande, siendo ahora que el mensaje de bajada de impuestos es un reclamo muy habitual en las campañas electorale­s de las democracia­s de todo el mundo, y no solo provenient­e de la derecha (“bajar impuestos también es de izquierdas”, se le oyó decir a José Luis Rodríguez Zapatero en nuestro parlamento cuando era presidente del Gobierno). Al mismo tiempo, es evidente que los gobiernos de todo el orbe han ido retrocedie­ndo hacia posiciones fiscales más débiles e incluso condescend­ientes con los mil y un artilugios de los que actualment­e disponen los más potentados para defraudar a sus Estados. El resultado innegable es que la política democrátic­a ha asumido una actitud crónica de tolerancia respecto de la injusticia fiscal que se traduce en la normalizac­ión del aumento de los impuestos a una mayoría de las capas medias para financiar los recortes impositivo­s a las corporacio­nes y los multimillo­narios.

Es evidente que los gobiernos de todo el orbe han ido retrocedie­ndo hacia posiciones fiscales más débiles e incluso condescend­ientes con los mil y un artilugios para defraudar

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