Diario de Sevilla

ESTAMPAS DE LA FERIA

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LO de que “cada cual cuenta la feria según le va” no es solo una frase hecha sino una verdad oracular. Nótese que, en el mencionado lugar común hay dos elementos clave: uno, cómo la vivimos y dos, cómo la contamos, es decir, la imagen que trasladamo­s de esta Feria. Como servidora no pisa albero (al igual que otros muchos sevillanos, que no dejan de serlo por el hecho de no participar en este peculiar, carero y divertido juego ceremonial), las estampas que les traigo pertenecen más a la Periferia de Abril, como diría el cantautor Daniel Mata, que a la Feria misma. Son tres estampas de los contornos, preparativ­os y accesos a la fiesta, que he vivido en estos días.

Estampa 1. Interior, día. Peluquería en el centro. Mientras un emplasto vegetal me hace efecto en raíces y puntas, las demás clientas, pletóricas, se dan consejos de superviven­cia más parecidos al arte de la guerra que al de la fiesta. Apunten: los pies conviene untarlos de un anestésico, de venta en farmacias, que suele administra­rse antes de los tatuajes, la depilación láser y la intervenci­ón de queratosis. Y no solo los pies: hay que echarse anestésico en escote y brazos, y así no sientes frío por la noche. Piernas y cachas hay que embadurnar­las de Thrombocid. El ibuprofeno y los comprimido­s de B1, B6 y B12 hay que llevarlos ingeridos de casa, preventiva­mente. Ítem, en el bolsillito del vestido les anidará un boquitín. E, ¡imprescind­ible!, hay que ungirse entera con el autobronce­ador marca ACME, que no destiñe si te refriegas con un ligue, ni huele a vinagre. Ahí es cuando pregunto: “El autobronce­ador, ¿os lo ponéis antes o después del anestésico?”. Se hace un silencio, que rompe en una carcajada coral. Convenimos que estamos todas como la jaca de Peralta.

Estampa 2. AVE Madrid-Sevilla. A mi vagón suben varias réplicas exactas de Victoria Federica (la que se sienta a mi lado, de hecho, va escrutando el Instagram de la borbona cani). Llevan portatraje­s y maletas en cuyo interior deben de anidar yunques, qué les pesan. Sube un señor con aires de marqués de Leguineche, que pregunta a quien sea por el móvil si el pescadito (sic) se toma durante el Encendido (sic). Sí, hombre, como las uvas en Nochevieja.

Estampa 3. Hasta los pelos del tren y de viajar después en un Tussam recién potado donde no cabía un alfiler, abro la cancela que da a mi patio. Contemplo los balcones cuajados de mantoncill­os, farolillos, volantes que se airean y de esas banderolas tan de moda con letras de sevillanas. Unos y otras charlan de balcón a balcón, se palpa el ambientill­o, huele a Feria. “¡Ya has vuelto!”, saluda y abre su sonrisa mi vecina María José, asomándose entre el toldo blanco y verde. Sin duda: he vuelto, esta es mi casa.

En la pelu, las clientas se dan consejos de superviven­cia más parecidos al arte de la guerra que al de la fiesta

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