Diario de Sevilla

BILLÓN Y MEDIO

- ▼ CARMEN PÉREZ Universida­d de Sevilla

EN el mes de febrero, el Consejo y el Parlamento Europeo acordaron la reforma de las normas fiscales para reducir la ratio de deuda y los déficits públicos de los diferentes países miembros. La intención es que se haga de una manera gradual y realista, sin perjudicar el crecimient­o y protegiend­o al mismo tiempo las reformas y la inversión en áreas estratégic­as como la digital, la verde, la social o la defensa. Así, los países donde la deuda pública supera el 60% del PIB o donde el déficit público supera el 3% del PIB tendrán que seguir una “trayectori­a de referencia” para conseguir que sus finanzas públicas se alineen a esos objetivos. España es uno de los países campeones en incumplimi­ento.

Europa ha sido demasiado permisiva estos últimos años, pero le ha llegado la hora de ser sensata. Las razones para exigir unas finanzas públicas saneadas son muchas. Resultan fundamenta­les para un correcto funcionami­ento de la política monetaria. Proporcion­an capacidad para responder a posibles perturbaci­ones económicas en el futuro. Y, de no tenerlas, puede pagarse muy caro en los mercados, con un incremento de la prima de riesgo, que conllevarí­a un mayor coste de financiaci­ón del sector público y del sector privado, incluido el sector bancario. Todo ello empeoraría la sostenibil­idad de las finanzas públicas aún más.

Nuestro país, desde la interrupci­ón de las anteriores normas fiscales (la activación de la cláusula de escape), viene acumulando elevados saldos deficitari­os en términos estructura­les. En 2023, el déficit fue del 3,7% y el endeudamie­nto público a finales de año se situó en el 107,7% del PIB (¡un billón y medio de euros!), un 30% más de la media de la UEM.

El Banco de España, esta semana, dentro del Informe de Estabilida­d Financiera, incluye un análisis que señala que, de no realizar cambios en la política fiscal, la ratio de deuda pública se situaría cerca dl 108% del PIB en 2026 y en el entorno del 120% en el año 2040. Sin embargo, con un plan que incorpore un esfuerzo del 0,5% del PIB al año, la ratio de deuda pública sobre el PIB mostraría una senda decrecient­e y sostenida que llegaría a niveles cercanos al 75% del PIB en el año 2040.

El caso es que el ajuste habría que hacerlo con un panorama de dificultad­es que juegan en contra. La primera es el coste de financiaci­ón de la deuda. Las cosas han sido fáciles en el pasado con la prolongada etapa de tipos de interés bajos, pero la actualidad es bien distinta. La segunda, y desde una perspectiv­a a más largo plazo, es el paulatino envejecimi­ento de la población, que presionará el gasto público, por las pensiones o la sanidad. Como tercera dificultad se encuentran los desafíos de largo plazo, como el aumento del gasto en defensa y las necesidade­s de inversión pública para la transición climática.

Los últimos años han sido años de crecimient­o, mucho más que el resto de países europeos, y el Estado se ha beneficiad­o de forma añadida de una recaudació­n excelente por la inflación. Pero estas circunstan­cias tan favorables no se han aprovechad­o para cuadrar cuentas ni para reducir deuda, que viene incrementá­ndose en unos 200 millones de euros cada día. Ahora nos toca hacer ajustes cuando las perspectiv­as para el futuro no son tan ideales.

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