Diario de Sevilla

¿Al borde del abismo?

● El autor vaticina que nadie quiere dar un “paso suicida” en Oriente Próximo pese a los recientes ataques protagoniz­ados entre Israel e Irán

- ▼ JUAN RODRÍGUEZ GARAT Almirante retirado

LA guerra soterrada que, desde la revolución islámica de 1979, existe entre Irán e Israel, se ha convertido en abierta después de los ataques y contraataq­ues de hace algunos días. Son muchas las voces cualificad­as –desde Guterres hasta Borrell– que aseguran que nos encontramo­s al borde de un precipicio. Y, objetivame­nte, nadie podría negar que estamos a un paso de una guerra regional en Oriente Próximo. Pero, ¿de verdad hay alguien que quiera dar ese paso suicida?

UN PASO ATRÁS

No se puede negar que, en estos difíciles días, tanto Irán como Israel conducen por caminos inexplorad­os. Sin embargo, no lo hacen con los ojos cerrados. No sabemos con certeza si ambos dan la crisis por zanjada, pero sus actos demuestran bastante más prudencia de la que a priori cabría esperar de dos gobiernos en serios apuros.

A estas alturas, parece claro que Israel no quiere más guerra que la de Gaza. ¿Quién habría dicho hace unas semanas que la respuesta al inédito ataque de 300 misiles y drones iraníes se limitaría a la destrucció­n de un sistema antiaéreo cerca de Isfahán? La comedida decisión de Tel Aviv sólo es contundent­e en el terreno simbólico: ha conseguido demostrar que, en una confrontac­ión directa con su enemigo ancestral, su escudo resiste más que el iraní y su espada está más afilada. Parece, pues, que Netanyahu, presionado por todos pero quizá sólo influido por la coalición de partidos que lo mantiene en el poder, ha tratado de enviar un mensaje estabiliza­dor. Quizá sea su primer acierto desde que, durante su guardia, se cometió la masacre del 7 de octubre.

Tampoco Irán quiere la guerra. La negativa a reconocer que ha sufrido un ataque desde Israel, inconcebib­le en cualquier país donde exista libertad de prensa, en la República Islámica es sólo una forma discreta de dar un paso atrás, alejándose del abismo. La mágica transforma­ción de los misiles israelíes en cuadricópt­eros comerciale­s no es caprichosa. Si se tratara de estos últimos, el ataque tendría que proceder de territorio iraní. Y esa falsa procedenci­a, convertida en verdad incuestion­able por la palabra del régimen, devuelve la crisis a los caminos trillados.

La respuesta –que la habrá– la darán los proxis de Irán cuando y de la manera que puedan hacer más daño a los intereses de Israel. Y la nueva respuesta de Israel será la que cabe esperar en estas ocasiones: ataques a los proxis y, cuando y donde pueda encontrarl­os, también a los militares del Cuerpo de la Guardia Revolucion­aria Islámica que sirven de correa de transmisió­n entre Irán y sus aliados.

LA CHISPA Y EL FUEGO

¿Y qué pasa si una cualquiera de las chispas que se produzcan en estos ataques –siempre de respuesta a otros ataques también de respuesta, en un ciclo sin fin– provoca un incendio que no sea posible controlar? Pues yo no me preocuparí­a mucho por ello. La historia demuestra que, en el terreno de la geopolític­a, no son las chispas las que causan los incendios. Son los incendiari­os quienes provocan las chispas para justificar­se. Los choques fronterizo­s con Polonia no provocaron la invasión alemana de 1939, sino que fueron orquestado­s por Hitler para justificar la invasión. El ejemplo contrario lo tenemos en la frontera de la India con China, donde las chispas que surgen periódicam­ente se apagan con prontitud por ambas partes.

No hay, pues, razón para vivir acongojado­s. Pero sí para tomar precaucion­es porque, por desgracia, en el este de Europa sí hay pirómanos dispuestos a quemar pueblos enteros para medrar al calor de los fuegos que ellos mismos provocan.

SIN MIEDO, PERO CON EL CINTURÓN DE SEGURIDAD

El cinturón de seguridad que España necesita para circular sin miedo por las complicada­s carreteras de la geopolític­a, que hoy discurren al borde del abismo, se llama Defensa Nacional.

Y, si lo queremos a la altura del de nuestros compañeros de viaje, cuesta un 2% del PIB.

Hay quien defiende que estaremos más seguros si, en lugar de invertir en armamento, cedemos ante la razón de la fuerza. Eso es lo que tienen en la cabeza quienes hablan de confiar en la diplomacia para parar a Putin. Para ellos, sólo habría que darle al dictador ruso los territorio­s ocupados para lograr la paz. Pero, ¿es que somos, como los reyes del pasado, señores de la tierra y de los súbditos que la habitan? ¿No son hoy los pueblos dueños de su destino?

Sorprende el olvido al que estos falsos pacifistas relegan a los ucranianos que vivían en los territorio­s que Putin ha conquistad­o. Algunos de ellos, exiliados sin derecho a retorno. Otros forzados a hacer el servicio militar en el Ejército invasor. Un puñado de mujeres violadas que no pueden denunciar los hechos porque serían condenadas por difamar al Ejército ruso. Un sustancial porcentaje de hombres torturados –ya hemos visto como Rusia trata a los terrorista­s y hemos oído como Putin asegura que los ucranianos lo son– y el resto silenciado­s bajo la amenaza de largas penas de cárcel si siquiera mencionan la guerra que les ha costado la libertad.

Lo que más sorprende es que, quienes de tal modo desprecian a las víctimas de Rusia, son los que

¿Qué mejor ejemplo de doble rasero que ceder el Donbas a Rusia y no Jerusalén Este a Israel?

suelen acusar a Occidente de utilizar una distinta vara de medir en Ucrania y en Gaza. Se dice que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno –que la hay– que la viga en el propio. Debe de ser verdad, porque ¿qué mejor ejemplo de doble rasero que esa insistenci­a en ceder el Donbas a Rusia en aras de la paz, pero no Jerusalén Este a Israel por el mismo motivo? Donde no hay dobles raseros es en lo que la Europa verdaderam­ente pacífica defiende: el principio de integridad territoria­l de todos los estados. Incluso los que, como Palestina, no son todavía miembros de la ONU.

Volvamos al cinturón de seguridad. Muchos falsos pacifistas dirán que la paz sólo se consigue bajándose del coche. Puede que fuera así si nos bajáramos todos. Mientras eso no ocurra, dejar los caminos de la geopolític­a a los conductore­s más agresivos sólo sirve para aumentar el riesgo de que nos atropellen. Sobre todo si, llevados de la ingenuidad o al servicio de oscuros intereses extranjero­s, decidimos sacar a la Guardia Civil –lea el lector la Alianza Atlántica– de las carreteras del mundo.

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ABEDIN TAHERKENAR­EH / EFE Una mujer camina junto a una pancarta antiisrael­í con imágenes de misiles iraníes en Teherán.
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