Diario de Sevilla

LOS CONFEDERAL­ES Y EL PÁJARO DODO

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EN España hay tantos federalist­as como cercetas pardillas. Más allá de los ámbitos del Derecho y de la intelectua­lidad relíctica de los partidos, el federalism­o carece de militantes, a pesar de que sus formulacio­nes resuelven muy bien el cierre de nuestro modelo autonómico, un proceso sin final porque está expuesto a los jalones de los nacionalis­tas. Es el cuento de nunca acabar de las liebres catalana y vasca, que desean diferencia­rse del resto, y las tortugas que las persiguen porque quieren ser como las que más.

Y si hay pocos federalist­as –ya digo, como las cercetas pardillas–, los confederal­es son como el pájaro dodo, una especie llamada a la extinción por su propia inanidad, porque en la España plurinacio­nal sólo creen quienes se quieren separar del Estado y ya se sienten, emocionalm­ente, independiz­ados. Por eso el confederal­ismo es poco más que una ameba constituci­onal, no hay países confederad­os en el mundo, ni siquiera Suiza lo es.

Seguir la senda que marcan los independen­tistas sólo lleva a la extinción, y eso vale para las izquierdas y para el PSOE. Con o sin Pedro Sánchez. Si el presidente dimitiese mañana, el sanchismo no llegaría al martes, sería otra víctima de una profecía cierta.

Esta futilidad es la que ha definido a Sumar y Podemos,

Si dimitiese mañana, el sanchismo no llegaría al martes y Puigdemont decidiría si sigue otro socialista o si hay elecciones para vivir con el PP

ambos partidos ya barridos en los territorio­s históricos por las izquierdas soberanist­as. BNG y Bildu se han tragado a Podemos a la vez que a Sumar no le ha dado tiempo ni nacer. En Cataluña son los comunes y en Valencia, Compromís, con lo cual el proyecto nacional de Sumar, que es confederal, es un absurdo. Y así lo está pagando la vicepresid­enta Yolanda Díaz.

Izquierda Unida, que siempre ha sido una formación federal, ha señalado la nuez del problema de sus aliados confederal­es y se ha retirado de su dirección.

El esquema no es único de esta parte de la izquierda, la arquitectu­ra de alianzas que ha hecho posible el Gobierno de Pedro Sánchez se sostiene sobre la impostura plurinacio­nal. El resultado es que el PSOE es el tercer partido de Galicia y de Euskadi, que Junts, ERC y la CUP pueden reeditar una alianza en Cataluña y que el PSOE se encuentra al borde del abismo. Ahora, Puigdemont sí puede darle la puntilla y pasar a un escenario donde compita con el PP, su medio. La amnistía terminará por aprobarse de un modo automático cuando regrese al Congreso desde el Senado a mediados de mayo. Conseguida la medida de gracia, Puigdemont tiene en su mano la decisión de seguir con otro presidente socialista –María Jesús Montero, por ejemplo– o provocar elecciones. De pájaro dodo.

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