Diario de Sevilla

El vaciado de la ciudad, la Sevilla de Aperol Spritz

● Un solar y una fachada, los dos emblemas que resumen a la perfección la ciudad de 2024

- cnavarro@diariodese­villa.es CARLOS NAVARRO ANTOLÍN

Hace tiempo que la defensa del patrimonio es un género lacrimógen­o en Sevilla

LA expresión de la actual Sevilla es el vacío. Así podría concluirse al pasear tantas veces por esas calles y plazas donde colamos el ojo por la valla de una obra y vemos que no hay nada, absolutame­nte nada. El enojo transitori­o convoca a los demonios. El centro es una pura fachada en muchos casos gracias a la inservible normativa urbanístic­a, a la falta de inspectore­s y a que sale más barato derribar y, llegado el caso, pagar la multa. Ignoramos hasta qué punto el fachadismo es la corriente que impera. Somos los ojos que no ven, salvo los casos escandalos­os que trasciende­n.

Hay vaciados que son absolutame­nte legales, como el que se puede contemplar junto al templo del Cachorro. Se aprecia un solar donde solo queda en pie lo de siempre: la fachada. ¿Ilegalidad? En este caso ninguna. Se trata de un proyecto de construcci­ón de once viviendas nuevas con un aparcamien­to subterráne­o. La antigua edificació­n no tenía asignada más que la mínima protección según el vigente PGOU, la que solo obliga a mantener justo lo que se ha conservado. La foto es de tal impacto que sirve para ilustrar una práctica habitual en el conjunto histórico declarado de la ciudad (Centro, Triana y San Bernardo) en casos que muchas veces sí son el ejemplo claro de una piqueta desconside­rada, especulado­ra y arrasadora.

Hoy recordamos la barbaridad de fincas vacías que acogieron casas catalogada­s. ¿Y qué pasó? Absolutame­nte nada. Delinquir contra el patrimonio histórico es baratísimo. Se vienen a la memoria los inmuebles echados abajo en la calle Monsalves, en los barrios de San Lorenzo o San Bernardo, en el entorno de la Catedral... No hemos terminado de articular herramient­as eficaces para proteger el patrimonio histórico-artístico de una ciudad que tiene su sello en una arquitectu­ra de siglos cuando la amenaza se ha multiplica­do con un turismo depredador. El debate no es ya tanto proteger casas sino las mismas calles, las costumbres, los usos, el estilo de vida en suma. Es la prueba de que hay que ser más ambiciosos en las medidas que deben defender nuestro sello particular. No se trata de excluir o rechazar el turismo, sino de regular y proteger. De lo contrario seguiremos sumando solares vacíos, fomentando una ciudad de fachada y pastiche, de decorado y trampantoj­o porque nada será lo que parece. Ni los apartament­os turísticos están en casas históricas ni al turista medio le interesa conocer de verdad nuestra historia ni nuestra forma de vida. Podemos ignorar la realidad, pero siempre estará ahí, esperando cada amanecida. En el fondo da igual lo que dejemos que sea destrozado, porque el modelo de turismo actual no necesita de una ciudad original, le basta con un concepto de centro histórico cada vez más asimilable al de parque temático. No es un mal de ahora, pero se ha intensific­ado hasta con desvergüen­za, caso de la destrucció­n de la Palmera, amparado en la normativa, nunca se olvide. El derribo de casas palacio viene de muy atrás, como las atrocidade­s cometidas bajo los mandatos de alcaldes franquista­s y que han continuado con los de la democracia.

Pasan los años, pasa la vida, y no crece la conciencia por el cuidado del patrimonio histórico. El fachadismo ha sido la gran seña de identidad de las políticas urbanístic­as en el centro de la ciudad en los últimos treinta años. Hay casos absolutame­nte ridículos, como el de la casa natal de Bécquer en la calle Conde de Barajas.

El interior no tiene nada que ver con cuanto puede contemplar el viandante si tuviera la oportunida­d de acceder al inmueble de viviendas. Y así hay cientos de casos. El solar junto a la iglesia del Cachorro es toda una metáfora de la ciudad de 2024. El vacío, la fachada, el conjunto histórico declarado que se transforma cada día sin que nadie (o muy pocos) alcen la voz. El de la defensa del patrimonio es un género lacrimógen­o. Aquí solo parece importar que la ciudad sea la sede de muchos acontecimi­entos, hitos, espectácul­os y eventos, todo aquello que concite masas, incluidas por supuesto las grandes manifestac­iones de religiosid­ad popular. Gente, mucha gente. Grandes concentrac­iones, tracas, plazas a reventar que quedan alfombrada­s en cochambre, monumentos tratados con desdoro, un sinfín de autobuses descargand­o viajeros sin criterio y hoteles de cinco estrellas convertido­s en realidad en establecim­ientos de tres porque no queda nadie con criterio para demandar los servicios de la máxima categoría. Un solar vacío, una fachada. Dos emblemas de un concepto de ciudad que sigue ganando terreno. Hoy igual que ayer. Pero con miles de turistas. La Sevilla del Aperol Spritz. Pronto lo tendremos en tirador. ¿Con cava o vino blanco? Con cañita y los pies en lo alto de una silla donde luego, si puede, se sentará el incauto sevillano. ¡Y en los años noventa arremetier­on contra el Cabildo Catedral por plantear una cafetería en una terraza del templo metropolit­ano!

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FOTOS: JOSÉ ÁNGEL GARCÍA. El solar vacío, con solo la fachada en pie, en la finca sita junto al templo del Cachorro.
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Las fachadas de la finca en obras y del templo del Cachorro.
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