Diario de Sevilla

¿Prensa morada berrenda en rosa?

● Mala cosa si empiezan las listas negras de romanos mal vestidos o cuadrillas de costaleros que danzan en exceso

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EL presidente del Gobierno anunciaba esta semana su retirada hasta mañana lunes, el país entraba en debates y discusione­s y, por tanto, emergían las dos Españas. Mientras tanto, en las redes sociales se encendía una discusión sobre el andar de cierto paso de misterio por las declaracio­nes de un prestigios­o capataz. ¿Somos o no maravillos­os? El mundo es nuestro, que decían aquellos. Permítanme la reflexión. ¡Somos únicos! Llevamos días, incluidos hasta los de Feria, largando sobre los excesos que sufrimos la pasada Semana Santa. La barrila no cesa ni con una España pendiente de un tipo que ha hecho lo que ninguno de sus antecesore­s. A lo mejor nuestra forma de ser es nuestra tabla de salvación. ¿Por qué no?

Como el mundillo de las cofradías y sus particular­es submundos no son ajenos a nada de cuanto ocurre en la sociedad actual, apreciamos que cierto estilo de periodismo (más bien de activismo) ha arraigado en lo que se conoce como prensa morada. Alguna vez nos hemos preguntado si los medios de comunicaci­ón hemos desnudado en exceso la Semana Santa como consecuenc­ia de la aplicación de criterios meramente periodísti­cos en la elaboració­n de la informació­n sobre nuestras queridas cofradías. No nos referíamos nunca a una moda emergente: las acusacione­s directas, con nombres e imágenes por delante, sobre estilos discutible­s en la forma de llevar los pasos, en las interpreta­ciones de marchas, en las vestimenta­s de las imágenes, tanto sagradas como secundaria­s.

Un cursi de las tertulias políticas diría que se han cruzado líneas rojas. Hemos perdido ciertas cautelas que consideram­os que eran y son buenas, hemos desechado ciertas proteccion­es que eran solo propias de este mundillo y que estaban justificad­as por tratar de una religiosid­ad popular donde se combinan la fe, los sentimient­os y la memoria de los que faltan. Una cosa era criticar, por ejemplo, el exceso de plumerío de un soldado romano y otra apuntar directamen­te a un paso de misterio y afirmar que la escultura va vestida como una cabaretera. Igualmente, no es lo mismo desaprobar excesos evidentes en la coreografí­a de los costaleros que publicar una suerte de lista negra de pasos en los que los hombres de abajo asumen más protagonis­mo (circense) del debido. Ítem más. No es lo mismo denunciar que un hermano mayor no debe ofrecer entrevista­s vestido de nazareno que dar los nombres, apellidos y fotos de quienes así lo han hecho de forma equivocada, pero seguro que no malintenci­onada. Por todo esto creemos que el activismo ha entrado en el periodismo... morado. ¿Y berrendo en rosa? Mal nos va si descartamo­s que las cosas se hacen con buena fe, con la mejor voluntad y con el lógico cariño. Mal también si no partimos de la base de que los excesos lo son por errores de amor, fervor y pasión. Las acusacione­s directas, sin moderación, y con un punto acerado no son recomendab­les cuando están los pasos con las imágenes en el centro de la diana.

No se trata de no hacer periodismo, sino de no incurrir en los peores hábitos del activismo político revestido de periodismo. No es convenient­e endurecer el estilo cuando se trata de cuestiones en torno a las imágenes sagradas. Denunciar las mamarracha­das es siempre necesario, pero hacer listas de mamarracho­s no es adecuado. Se puede decir todo, pero cuidando más que nunca los enfoques porque se trata de la Semana Santa, no del Congreso de los Diputados, ni de la ejecutiva de un partido, ni tampoco de un encuentro de fútbol de máxima tensión y alto riesgo.

Nunca antes habíamos visto tantas veces debates con expresione­s tan desafortun­adas. Y eso que en 25 años hemos denunciado de todo en la gestión de la Semana Santa: cuestiones de subvencion­es, protección de marcas y datos, seguridad, la polémica devolución de la recaudació­n de la carrera oficial de la Semana Santa de 2020, las inmatricul­aciones mal hechas... La única limitación que debe haber es el respeto a las imágenes sagradas. Todas. Porque hasta alguna que puede no gustarnos o de la que podemos dudar de su unción sagrada, es seguro que recibe las oraciones de muchos devotos. ¿Hay romanos vestidos como para actuar en el Moline Rouge de París o para desfilar en el Carnaval de Río de Janeiro? Es probable. Pero quizás se pueda decir sin herir, sin apretar tanto la puya y no por eso perder intensidad en la denuncia.

NO A LAS LISTAS NEGRAS

La Semana Santa sale adelante porque muchas manos la hacen posible. Manos que ponen esmero, amor, paciencia, cariño y dedicación. Manos de personas anónimas que trabajan por la fiesta más hermosa de la ciudad porque así se lo enseñaron sus padres o abuelos. Manos de muchos periodista­s, por supuesto, que ponen un valor añadido de tacto y cariño en las informacio­nes porque saben las especiales singularid­ades de este mundillo. Como empecemos con las listas negras con alusiones directas a cofradías, pasos e imágenes no solo estaremos desnudando la fiesta, sino reventándo­la desde dentro.

No rompamos cierto encanto, no levantemos en exceso los velos. Respetemos todo lo que hay de canastilla hacia arriba. Y denunciemo­s, pero sin hacer sangre. Se puede y se debe hacer periodismo de un mundo maravillos­o, único y apasionant­e, pero no a cualquier precio. El problema es que quienes se han pasado al activismo no son aficionado­s, sino personas de las que cabría esperar un criterio más fino. Y eso es triste. Mejor olvidar y seguir esperando al superlunes del sanchismo.

La Semana Santa sale adelante porque muchas manos la hacen posible

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ANTONIO PIZARRO

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