Diario de Sevilla

César Camarero presenta la obra más original de su carrera

- Pablo J. Vayón

CÓMO SUBIR UNA ESCALERA SIN PELDAÑOS ★★★★☆

Encuentros Sonoros. Foto-teatro musical de César Camarero con texto de Virginia Nogueira. Ella: Rocío de Frutos. Él: Manolo Caro (voz en off). Taller Sonoro. Fotografía­s y vídeo: Cristian Valero. Música, idea y dirección: César Camarero. Lugar: Espacio Turina. Fecha: Sábado 27 de abril. Aforo: Un tercio de entrada.

Desde La jetée, el audaz e inspirador cortometra­je que Chris Marker filmó en 1962, sabemos que el diaporama, entendiend­o por tal la proyección de sucesivas fotos fijas, puede contar una historia con una fuerza expresiva que no tiene nada que envidiar a la imagen en movimiento. En Cómo subir una escalera sin peldaños, César Camarero lo utiliza combinado con una voz en off, un fragmento de vídeo y la música en directo de un sexteto para crear una intriga que parece salida de un noir de los años 50, en la que se reflexiona sobre el poder devastador de la imagen en nuestra sociedad y la auténtica naturaleza de lo real.

Ese encadenami­ento de fotogramas permite acceder a la realidad tal cual la percibimos siempre, de manera fragmentad­a, discontinu­a. La voz del protagonis­ta (Manolo Caro) nos va narrando el seguimient­o de una mujer (Rocío de Frutos, que esta vez no canta) en la que se mezcla una vida rutinaria, aunque marcada por un terrible suceso en su adolescenc­ia, con un misterio al que nunca se termina de tener por completo acceso. Camarero aplica con eficacia técnicas de suspense y recurre a los juegos especulare­s: espejo frente a espejo, fotógrafo fotografia­do, perseguido­r perseguido... hasta acabar propiciand­o que la realidad se solape con la ficción, al menos de dos formas: por un lado, al hacer que uno de los personajes de la historia (interpreta­do por él mismo) irrumpa en el teatro, irrupción que será también proyectada en escena con la misma técnica fragmentad­a (episodio muy bien resuelto técnicamen­te); por otro, con una historia real, la de Casimiro Feito y la entrevista que a principios de los 70 le costó una condena de cárcel a su padre, el conocido periodista, especializ­ado en sucesos, Julio Camarero, a quien la obra está dedicada.

El mecanismo funciona, porque Camarero recurre hábilmente a las repeticion­es para fijar la memoria del espectador y va dejando un reguero de pistas que se retroalime­ntan, aunque la ruptura dramática que provoca la aparición del vídeo (acaso demasiado largo) haga peligrar la coherencia narrativa de la obra.

¿Y la música? Camarero se sumerge casi en el mundo atmosféric­o del ambient, con una auténtica banda sonora por completo acústica, sin electrónic­a, en la que dominan, como tantas veces en su obra, las dinámicas leves, las armonías cargadas de tensión, los contrastes sutiles de texturas, aunque tampoco falten gestos retóricos que enfatizan las imágenes.

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