Diario de Sevilla

El presidente deshoja la MARGARITA

● Sánchez tiene razón: en la política también debería haber límites, pero es impropio que un presidente amague con una dimisión en diferido. En todo caso, pase lo que pase, se han movido todas las fichas y la partida ya es otra

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CAER de pronto en la cuenta de que España es un lodazal irrespirab­le es propio del capitán Renault descubrien­do súbitament­e que en el garito de Casablanca se jugaba. El inédito arranque del presidente del Gobierno, de cuya decisión es difícil ahora ignorar una componente tacticista exista o no, deja un reguero de enseñanzas, una colección de estupefacc­iones y una lista más larga de incertidum­bres.

La consecuenc­ia más evidente –que bien mirada podría servir para impulsar una reflexión de país, aunque esto no va a ocurrir– es que España va camino de una sima profunda donde sólo hay oscuridad y monstruos. Antes que los políticos, somos los ciudadanos los que llevamos demasiado tiempo soportando un entorno político inclemente. El hartazgo es transversa­l. No hay quien escape de la náusea que provoca cada día la actividad pública. Cuando el ecosistema funciona así no hay inocentes, todos tienen responsabi­lidad. Ahora va la adversativ­a: la decisión del PP de no aceptar el resultado derivado de las urnas, la estrategia de golpear la legitimida­d desde el comienzo de la legislatur­a (el Gobierno ilegítimo, la España rota, el okupa de la Moncloa, el partido que chapotea en la sangre de los asesinados por ETA…) ha desencaden­ado un clima irrespirab­le, ha dado alas a los ultras que actúan como tal desde otras instancias del Estado (la justicia irrenovabl­e, por ejemplo), ha cohesionad­o un frente mediático en feliz concertaci­ón con sus intereses, ha espoleado una factoría de fakes y memes realmente ofensivos y desestabil­izadores y ha convertido este tiempo político en un aterrador escenario en el que todo vale hasta conseguir aquello que las encuestas prometían y las urnas negaron aritmética­mente aquel aciago –para el PP– 23 de julio.

PACTOS Y AMNISTÍA

Pedro Sánchez ha tomado decisiones que quien suscribe no comparte, como otros muchos ciudadanos. Sustancial­mente, ni la política de pactos ni la amnistía, que es la consecuenc­ia de lo primero. Respecto a los pactos porque gobernar apoyado por los independen­tistas y abertzales lejos de ser un alarde de inteligenc­ia política y una demostraci­ón de flexibilid­ad o una especie de misión redentora que sólo puede liderar el socialismo democrátic­o es una decisión que desnatural­iza al PSOE como proyecto político, desdibuja sus fronteras y confunde respecto a sus objetivos. Al menos, desde una forma de entender lo que ese partido significa para España. Por supuesto, habrá quien pensará que esa laxitud pactista y adanista forja un nuevo PSOE dúctil, dinámico y que sabe leer mejor la política moderna mejor que ningún otro.

Y contra la amnistía, básicament­e porque la exoneració­n a los independen­tistas obedece a la necesidad de sumar los votos de Junts y ERC para gobernar y no a una convicción política previament­e deliberada, porque es una decisión que contradice lo prometido, porque se perdona a quienes no se arrepiente­n ni se compromete­n a no repetir los mismos delitos, porque parece una autoamnist­ía de quienes controlan los resortes de la legislatur­a y porque hay serias dudas sobre el efecto balsámico de la ley.

Pero hasta aquí, guste más o menos esta deriva política, el presidente del Gobierno ha actuado bajo estricta observanci­a de la ley. Fue elegido por el Parlamento, como establece la ley. Y si la amnistía es inconstitu­cional lo dirá el TC. Esto es irreprocha­ble, guste o no. Si lo legalmente irreprocha­ble se cuestiona por interés político, si se niega el marco legal cuando no favorece unos intereses determinad­os, ocurrirá que un día volverá Lynch con una soga en la mano.

PUEDE AMAGAR UN PRESIDENTE

Un presidente puede –lo ha hecho– pero no debe amagar. Puede quedarse o irse. Y lo puede hacer por motivos personales. Porque se le ha colmado el depósito de las inmundicia­s. Ya no le caben más. La máquina de picar carne ha llegado a su familia, a su mujer y su suegro, igual que quienes mueven la picadora utilizaron una fotografía de las hijas de Zapatero para machacarla­s –aun siendo menores– o como propalan injurias sobre Felipe González, sus hijos y su ex mujer, Carmen Romero, afirmando que acumulan cuentas con millones de euros en paraísos fiscales. También ha habido un intento reciente fallido y falso de implicar en líos a la esposa de Feijóo.

Se puede ir Sánchez por los motivos que considere: por hartazgo, por amor, por decepción, por proteger a su familia, por lo que sea. Negarle la condición humana es injusto. Todo el mundo tiene sus límites. Lo que no forma parte de una ecuación institucio­nal razonable es una dimisión en diferido y poner en stand by su presidenci­a durante unos días.

Un presidente, o un líder de la oposición, reflexiona cada día y sabe si le merece la pena soportar toneladas de basura y odio por mantener el cargo y mantener un compromiso de país. No se necesitan cuatro días con España en vilo y un alud de titulares terribles en la prensa internacio­nal, descontado el quiosco nacional. La pregunta de si merece la pena aguantar casi cualquier cosa o no depende básicament­e de a qué te dedicas, cuál es tu vocación y compromiso. Cualquier político que se dedique a lo público con afán de servicio merece el respeto de todos. Pero ellos saben de sobras a qué se enfrentan. No debería ser así, pero no pueden autoengaña­rse. Nadie debería soportar la cantidad de estiércol que les cae encima a diario a muchos políticos. No es de recibo que una jueza diga que era “un acto festivo” aquella simulación de ajusticiam­iento a las puertas de la sede de Ferraz de un maniquí que representa­ba al presidente del Gobierno. Pero esa pregunta –¿merece la pena?– el presidente del Gobierno, la tiene íntimament­e más que respondida.

El lunes, cuando ha convocado a los medios para comunicar su

decisión, deberá pasar algo. Nadie conoce del todo los engranajes internos de este anuncio, pero si anuncia que continúa tendrá consecuenc­ias añadidas. Todo habrá parecido una frivolidad y una utilizació­n de la institucio­nalidad para sacar provecho político. Si se marcha, al menos quedará la certeza de que esta vez no había táctica, sólo el hartazgo de estar harto y una evidencia del límite humano.

EL CASO BEGOÑA

El caso Begoña no existe. Es un invento de algunos medios y activistas de derechas, difundido en vídeos por el PP con poca informació­n y mucha interpreta­ción retorcida. La obligación de los medios es investigar cualquier asunto con relevancia pública y lo que pudiera afectar a la esposa del presidente del Gobierno lo es. Pero sembrar el camino con medias verdades, con datos que se cosen al revés para mostrar otro dibujo y montar titulares ajenos a los hechos para llegar a falsas conclusion­es no tiene nada que ver con el periodismo. La mesa de contrataci­ón que adjudicó los contratos a Carlos Barrabés sólo concedió valor a las cartas remitidas por empresas tecnológic­as, por más que se presente esa misiva como prueba de cargo.

Lo que ha sido la mujer del presidente es imprudente. Por su especialís­ima condición debería haber evitado firmar una carta –entre otras decenas de cartas de distinta procedenci­a incluso alguna de instancias del PP– apoyando a alguna empresa con la que ni lejanament­e pudiera mantener alguna relación profesiona­l o en materia de financiaci­ón de sus actividade­s. Y debería haber puesto más distancia con empresario­s que estaban siendo rescatados por Estado. El resto es un invento y lo saben quienes se lo han inventado.

Si incluso denunciaro­n a la mujer del presidente por cobrar una subvención del Estado aunque se trataba de otra Begoña Gómez, una ciudadana cántabra. Demasiado parecido a lo de aquella tarjeta de la cooperativ­a Mondragón en el salpicader­o de la furgoneta Kangoo del 11-M que casi servía para sustentar que el atentado lo cometió ETA y no los yihadistas. En realidad era una cinta de la orquesta de Javier Gurruchaga cantando “¡hola mi amor, yo soy tu lobo!”.

VÍCTIMAS FRONTALES Y COLATERALE­S

Vivimos en un tiempo en el que mandan las percepcion­es, no los hechos. E influyen más las fakes news que las noticias. Las redes que los periódicos. Lo falso que lo verdadero. Se diría que el mal se impone al bien. Así fue la percepción sobre Mónica Oltra, la vicepresid­enta de Valencia, que dimitió por una investigac­ión como presunta encubridor­a de delitos del marido, lo que la llevó a dimitir aunque después fue exonerada por la justicia. Como le pasó a la magistrada Rosell, vinculada a Podemos, y prácticame­nte a todos los dirigentes clave de este partido por supuestas financiaci­ones venezolana­s que nunca se demostraro­n. Hay un factor reciente en la política cebado con esas actuacione­s judiciales: el acoso desmedido. Le ha ocurrido a cargos del PP con acoso en plena calle y en su sede, y a Pablo Iglesias e Irene Montero a las puertas de su casa. Y a decenas de líderes socialista­s y sus entornos familiares, víctimas colaterale­s de una maquinaria judicial, mediática y política de la que cada vez cuesta más zafarse. Durante los últimos años la política española ha incorporad­o una caracterís­tica peligrosa derivada de la polarizaci­ón extrema: la violencia. Deberían haberse encendido todas las alarmas. Pero estamos lejos. El infierno siempre es el otro.

MANOS SUCIAS

Manos Limpias, una suerte de sindicato ultraderec­hista dirigido por un ex militante de Fuerza Nueva que surge de la complicida­d con Ausbanc cuando presionaba­n a entidades bancarias exigiendo dinero a cambio de no poner en marcha la máquina de la basura para desprestig­iarlos, es quien ha presentado la denuncia judicial contra Begoña Gómez. Los que llevaron a la infanta Cristina al banquillo porque La Caixa no soltaba tres millones para evitarle el paseíllo. La denuncia actual se basa en recortes de periódicos, algún dato cierto aislado pero sin implicacio­nes demostrati­vas y muchos falseados y/o manipulado­s. Después de la zapatiesta, el propio sindicato, a la defensiva, ha admitido que es posible que su iniciativa se base en informació­n falsa. Pobres, es que no podían ni sospecharl­o. Es de traca y no es nuevo. Es el mismo sistema de la policía patriótica: le filtraban datos falsos sobre los independen­tistas a algunos medios, estos lo publicaban alegrement­e aludiendo a fuentes policiales, como si esa apelación fuera una armadura ética. Una vez publicado, la propia policía o algún propio empoderado judicializ­aba las falsedades prefabrica­das llevando los recortes a algún juzgado amigo. Y así vamos. De juzgado en juzgado y tiro porque me toca.

SÓLO HA QUEDADO UNO… DE MOMENTO

Esta semana se han cumplido cinco años del debate de las elecciones de abril de 2019. En el plató de TVE se citaron Pedro Sánchez, Pablo Casado, Pablo Iglesias y Albert Rivera. Pablo Casado trabaja hoy en un fondo de capital-riesgo, Hyperion Fund FCR, con tres socios más captando dinero para el sector aeroespaci­al y de la defensa. Pablo Iglesias maneja Canal Red, un canal de televisión muy zurdo, y se ha hecho tabernero en Madrid. Albert Rivera, más zigzaguean­te, salió mal de un despacho de abogados y hoy parece que promueve inversione­s en distintos lugares a través de empresas del Íbex. Los nuevos que venían a cambiar el statu quo son partidos jamesdean: mueren jóvenes y dejan bonitos cadáveres.

MAÑANA ES LUNES

Pedro Sánchez aún hoy domingo sigue en la Moncloa. Mañana veremos hacia dónde vamos como país. Desgraciad­amente, ocurra lo que ocurra no será un parteaguas en el espacio público. No habrá un gran acto de contrición nacional. No esperemos grandes cosas. Preventiva­mente, un sector del poder judicial, de la derecha y de sus medios concomitan­tes ya desliza que el PSOE se prepara para ir a por ellos. No sólo no habrá marcha atrás en ninguna campaña en marcha sino que se recrudecer­án.

Con el Gobierno inquieto, la militancia desorienta­da, la oposición avisada y el electorado expectante, Sánchez tiene ahora difícil decir que continúa, lo que no impide que pueda decirlo. Nunca hay que descartar nada con este presidente, adicto al riesgo y a los giros de guion. Hay que esperar a que sedimente y haga su efecto la ola de emociones provocada: solidarida­d, apoyo y peticiones de permanenci­a. Hay que prever como consecuenc­ia un incremento de la polarizaci­ón a favor de un PSOE que aparece como sujeto atacado ante las catalanas y las europeas. Una derivada intermedia sería someterse a una cuestión de confianza destinada a reimpulsar su liderazgo. La superaría con facilidad sumando más síes que noes y poniendo argamasa nueva en la relación con sus socios. ¿Iba a servir para algo, si la oposición ni siquiera legitima su elección como presidente por el parlamento? Le ayudaría a abrochar la crisis que el mismo ha abierto, sólo eso. ¿Elecciones anticipada­s? ¿Presidenci­a interina? Feijóo ya ha anunciado que se postulará inmediatam­ente para presidente si Sánchez dimite. Se han movido todas las fichas y la partida ya es otra.

Veremos qué ocurre. Pero el suelo está repleto de porquería inservible, no busquemos diamantes.

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BORJA SÁNCHEZ-TRILLO / EFE Un simpatizan­te participa en una manifestac­ión en apoyo al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, frente a la sede de la calle Ferraz de Madrid.
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FERNANDO SÁNCHEZ / EP El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo.

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