La jota contra el carlismo
Marta Vela publica la segunda entrega de su estudio sobre la difusión internacional de la jota aragonesa en el siglo XIX
Política “La jota también significaba hablar de libertad y de derechos ciudadanos”
A principios de este mes de abril, la Unesco recibió el expediente que pide que la jota sea declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Un año antes, el Gobierno español la había declarado Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de España. En el expediente están representadas quince comunidades autónomas, pero cuando la madrileña residente en Zaragoza Marta Vela (Coslada, 1985) empezó su investigación sobre el característico ritmo en su versión aragonesa, “no sabía nada de eso”. Vela es pianista, directora, profesora universitaria y bien conocida de los melómanos por sus programas en Radio Clásica y en medios aragoneses. “Fue partiendo de algunos de estos programas que se me ocurrió. Me fui dando cuenta de que había jotas por doquier en la música clásica europea del XIX: aparecía en óperas, sinfonías, sonatas, en Glinka, SaintSaëns, Liszt, Chaikovski, incluso en la 3ª sinfonía de Mahler”. Producto de aquella investigación fue un primer volumen, titulado La jota, aragonesa y cosmopolita editado en 2022, que ahora se amplía con este La jota, aragonesa y liberal, recién aparecido.
“Fui tirando de ese hilillo hasta el descubrimiento de la nueva Jota aragonesa de Florencio Lahoz. Fue el primer compositor de jota académica que aparece en España. Y luego está el viaje de Paulina Viardot-García a Madrid en el verano de 1842, cuando la jota está en plena expansión. Aunque no tenemos ninguna carta entre ellos, la Jota de Paulina es como la de Florencio, tiene ese brillo de salón y esa elegancia francesa. A partir de ese viaje, ella la cantaba por medio mundo y eso permite trazar un pequeño mapa de la evolución de la jota aragonesa hasta la Primera Guerra Mundial, e incluso un poco más allá, porque terminamos con la jota de Falla en El sombrero de tres picos, que se estrena en Londres en 1919. Falla toma la jota de Florencio sin saber que es suya porque la coge de un álbum titulado Ecos de España que publicó José Inzenga. Falla es nuestro gran compositor de jotas”.
La jota llega a Londres también a partir de Viardot y de Sebastián Iradier, otro de los protagonistas esenciales de este libro. “Ha sido emocionante encontrar en la biblioteca de Harvard una carta de Pauline Viardot a Iradier en la que le comenta el sensacional éxito que tuvieron en 1856 con la Jota de los toreros en la capital inglesa y le dice que aproveche para vender los derechos de sus canciones para explotar ese éxito. A partir de ese momento, las canciones de Iradier alcanzaron relevancia internacional, porque se editaron en Alemania y en Londres.”
Pero Marta Vela fija unos años atrás el descubrimiento que ella cree esencial y que ha llevado al título del libro: en torno a 1840 “encontré testimonios del apoyo de la jota a las incipientes democracias liberales, junto a la ópera italiana, que era una fuerza revolucionaria. Era diversión de masas, lo mismo la ópera que la jota y las canciones españolas en general. Todos estos personajes que manejo eran de ideología liberal, tanto Iradier, que se marchó de su Vitoria natal en época de la primera guerra carlista, como Florencio Lahoz, que llegó a escribir un himno a las víctimas de la vicalvarada, o la propia
Paulina, que al ser mujer no estaba bien visto que opinara de política, pero su marido Louis Viardot era republicano y eso le costó muchas veces que ella fuera marginada en la ópera de París”.
Junto a la ópera italiana, la jota y la canción popular española se convirtieron en el gran entretenimiento de las clases acomodadas europeas. “Les sonaba muy exótico y eran piezas de lucimiento en las que brillaban bailarines, cantantes, instrumentistas, lo que hubiera. Eran muy vistosas. Pero en esta última investigación he comprendido que la jota también significaba hablar de libertad y de derechos ciudadanos. Quería demostrar que la jota no era una cosa exclusivamente aragonesa ni folclórica, sino que hubo muchos compositores fascinados por los ritmos de jota como de otros ritmos populares españoles, el fandango, la caña... En estos últimos años he ido seleccionando todos esos documentos que lo demuestran. Chopin tiene una carta divina a su familia en Varsovia en 1845 donde dice: me encanta la música popular española que canta Pauline Viardot y ahora cuando pase por Varsovia de camino para San Petersburgo os las cantará y esas canciones nos unirán. La jota participó públicamente de acontecimientos importantes, siempre respaldando el régimen liberal frente al carlismo: cuando se casaban los reyes había una jota, cuando estamos en medio de la guerra de Cuba se levanta la moral con la Jota de La Dolores de Bretón...”
George Sand, amiga de Viardot y amante de Chopin, es también un personaje interesante en este libro, como Julian Fontana, amigo del compositor polaco, quien lleva la jota a Anérica: “Fue en 1844, y al año siguiente, esa jota aragonesa, que es otra copia de la de Florencio, más estilizada, muy pianística, sale publicada en París por Schlesinger, el editor de Chopin, qué casualidad. Fontana se muda a Nueva York antes de regresar a París. Son conexiones muy potentes con los grandes editores europeos”.
A Marta Vela la irrita que aún se siga vinculando la jota con el franquismo. “En el siglo XX en Aragón se usaba la palabra baturrismo, que es escarnio de lo rural, y ahí entraba la jota, que era algo franquista, machista, algo de lo que había que avergonzarse… Pero antes de eso, la jota había triunfado por todo el mundo, y lo hizo unida a los principios del liberalismo. Ahora hay jotas hasta en Operación Triunfo. Y hace dos años, en el Concierto de Año Nuevo en Viena escuchamos una jota en una obertura de Von Suppé. El teléfono empezó a sonar de repente, todo el mundo para avisarme... Hay que mirar la cuestión con perspectiva histórica”.
La Jota, aragonesa y liberal
Marta Vela Zaragoza: Pregunta, 2024. 239 páginas. 15,20 €