Diario de Sevilla

Milán y Venecia, el lujo y la elegancia del norte de Italia

● Viajar ya no es colecciona­r monumentos sino vivir las ciudades y los países como un habitante más y participar en todas las actividade­s que ofrecen los destinos

- Reyes Rocha

Está claro que la forma de viajar ha cambiado en los últimos años, sobre todo después de la pandemia. Son nuevas formas para nuevos turistas y los destinos lo saben. En Milán y Venecia, dos ciudades con un movimiento turístico muy importante se han puesto las pilas a la hora de diferencia­rse. Casi 6,5 millones de viajeros llegaron a la capital de Lombardía en 2023 (datos hasta noviembre). De ellos, la mayoría llega buscando turismo de compras. Solo hace falta darse una vuelta por la ciudad para ver, una tras otra, tiendas de grandes diseñadore­s: Gucci, Versacce, Armani. Pero sobre todo llegan a Milán buscando otra Italia donde el diseño y la cultura se dan la mano durante la estancia y donde la moda lo inunda todo, hasta la arquitectu­ra.

Milán y Venecia son dos ciudades cuyo modelo turístico merecen un detenido estudio. Los viajeros que llegan a ambas deben abonar una tasa turística, algo que en ningún caso ha disminuido el interés por visitarlas. Los italianos han aprendido que el viajero procedente del mundo árabe, Asia y norte de América ven Europa como un todo y buscan allí destinos diferencia­dos. Hace unos años el modelo de Milán era muy similar al andaluz. Ahora han duplicado la estancia media y paliado los efectos del turismo gracias a las tasas.

Muchos viajeros asiáticos –muy aficionado­s al turismo de lujo– en una ciudad en continua ebullición. Lo vintage está en auge. Hay mercadillo­s donde encontrar desde un bolso de Prada hasta joyas estilo boho. La calidad está al alcance de la vista –no de todos los bolsillos– aunque lo cierto es que se pueden encontrar diseños de temporadas anteriores a un precio más económico comparado con los que se venden los vestidos actuales.

Il Duomo, el castillo Sforzzi, la galería Víctor Manuel, y de un tiempo a esta parte los Naviagli son imprescind­ibles en Milán, pero la ciudad tiene nuevas apuestas hoteleras, como Avani Palazzo Moscova, en la primera estación de tren de Milán y muy cercana a oficinas de grandes empresas como Amazon Italia o IBM o Unit Crédit. Está entre dos distritos donde siempre hay algo que ver y hacer: Porta Nuova y Corso Como, y ofrece un alojamient­o que, como la propia Milán, aúna elegancia y modernidad, sobre todo con mucha funcionali­dad y comodidad. Desde aquí se puede recorrer a pie gran parte de la ciudad.

A primera vista, Milán es una ciudad enorme, casi monstruosa, con grandes edificios, calles amplias y más cercana a Austria o Alemania que a la idea que tenemos de Italia. Pero solo en apariencia. Las ciudades se conocen pisando sus aceras y perdiéndos­e por ellas. Una buena opción para la capital de la Lombardía.

Hotel Avani Palazzo Moscova conoce la nueva forma de viajar y ofrece productos para que el viajero se sienta como uno más y que el vecino le cuente cómo se vive en la ciudad que visita. Desde salud y belleza con un spa muy particular, la posibilida­d de crear tu propio cosmético en City Lab Cosmetics hasta rutas en Cinquecent­o o un recorrido por tiendas vintage.

El Palazzo Moscova tiene una zona de crossfit y las habitacion­es disponen de un rincón para poder practicar yoga. Con rincones muy instagrame­ables pensando en el viajero millenial.

Este es el concepto que está detrás del establecim­iento situado en la primera estación de tren que tuvo la ciudad. “Un viajero con mentalidad millenial que quiere conocer la ciudad desde un punto de vista experienci­al”, explica Baldassare Schembri, el director. Recorrer la ciudad es fácil porque está estructura­da de forma concéntric­a aunque es cierto que para acudir a los Navigli hay que hacerlo en vehículo. Una zona de moda en una ciudad sin mar ni río navegable pero con canales que llevan en pie desde finales del siglo XII.

Hay auténticas joyas. Sara y Gilberto, una italiana y un mexicano, ofrecen rutas por las principale­s tiendas vintage –segunda mano pero todo de diseño–. Cavalli e Nastri fue de los primeros negocios de tiendas de segunda mano de ropa de diseño en Milán. Su fundadora, Claudia Gesi, falleció y ahora el negocio está en manos del hijo. Hasta aquí llegan muchos

En Avani Palazzo Moscova puedes dormir en la primera estación de Milán

La cadena mantiene su apuesta por las experienci­as en los destinos como sellos

estilistas para comprar, copiar, o alquilar determinad­os modelos a diferentes celebritie­s sobre todo para la Semana de la Moda.

Puedes diseñar desde tus propios vaqueros en Custom hasta fabricar una barra de labios especialme­nte para ti o comprarte unas gafas en Foto Veneta Ottica. El mismo sitio de donde salieron las que llevaban en la película La casa Gucci o Asesinato en el Orient Express o para el Festival de San Remo. Vintage Delirium, en la Via Giuseppe Sachi, es un auténtico descubrimi­ento para los enamorados de la historia de la alta costura. Con una colección de botones donde hay piezas de hasta 50.000 euros, tiene restos de telas de coleccione­s de Armani y otros diseñadore­s de los años 60, 70 y 80 del siglo pasado y una curiosa colección de encajes y organzas en hilos de oro y plata del siglo XIX.

Se trata de una ciudad donde puedes encontrar plazas con columnas del imperio romano tardío, como la de San Lorenzo, y otra como la Piazza degli Affari, donde una mano gigante hace una peineta al edificio de la Bolsa. El dedo, obra de Maurizio Cattelan, obtuvo numerosas críticas desde su colocación en 2010. En realidad la obra, irónicamen­te, se llama L.O.V.E. (acrónimo de amor, odio, venganza y eternidad). Al cortar los dedos de una enorme mano que hace el gesto fascista queda la peineta que apunta a un edificio precisamen­te de estilo fascista. Cuando llega el buen tiempo aquí se reunen para disfrutar de los foodtrucks.

Aquí todo es majestuoso. Hasta el edificio de Starbucks en el Palazzo della Poste (el edificio de Correos) de la Piazza Cordusio, es diferente. Impresiona­nte ver en directo el proceso de elaboració­n del tostado de café.

No sólo las compras. En Milán hay una rica gastronomí­a donde la pasta reina, pero también, y sorprenden­temente en una ciudad de interior, el pescado. Posee los mejores productos del mar de toda Italia porque alberga el mayor depósito de pescado del país donde van a parar las mejores capturas. Una calidad gastronómi­ca que va ganando puntos a referentes como Nápoles, Roma, Génova o la isla de Sicilia.

Aunque tengan mucho de centroeuro­peos, a los milaneses les gusta comer en la calle. Hay cafeterías y restaurant­es y tabernas, pero no se pierdan las osterías. Son similares a nuestros bares de tapas. Una buena opción para mezclarse con los locales. Un consejo: vayan más allá de la pasta. Las flores de calabaza o la polenta y, por supuesto, la gamba roja italiana. Y de postre, tiramisú. Hasta que no se pisa por primera vez Milán no se descubre la variedad de formas de prepararlo. Los hay más consistent­es, más suaves e incluso quien los hace en el mismo momento, como en el restaurant­e del Avani Palazzo Moscova, Forte Milano. Un postre fantástico para rematar los gnocchi de gamba roja con pecorino y los tagliolini de gambas y alcachofas. Entre en las osterías Stendhal, donde merece la pena ir y no sólo por su cocina. Disfruten de su decoración y de los platos históricos como los mondeghili (especie de albóndigas pero sin salsa) o el vitello tonatto (ternera y atún parecido a la carne mechada). Gambero Rosso (como el nombre de la taberna

donde Gato y Zorro llevaron a cenar a Pinocho) es otra de las apuestas seguras junto con Serafina. Un poco más alejada del centro pero con ambiente a cualquier hora del día.

Milán es de esas ciudades que atrapan cuanto más se conocen. Detrás del lujo y la arquitectu­ra grandiosa tiene rincones casi mágicos. Para descubrirl­os, nada mejor que en un Fiat Cinquecent­o

conducido por Federico Vaccari en un recorrido que es capaz de acercar al viajero a un jardín con flamencos en la via Capuccini, al mismo cuadriláte­ro del silencio o al mismísimo Caribe sin salir de la capital lombarda o visitar el bosque vertical.

Y de Milán a Venecia. Dos ciudades que tienen poco que ver a primera vista y que están unidas por la Flecha Roja (Frecciaros­sa), el tren de alta velocidad que une ambas ciudades desde 21,95 euros. La estación de tren de Milán es tan gigantesca y mole como todos los edificios públicos del norte italiano.

Llegar a Venecia en tren es prepararse para caer rendido nada más salir del vagón. El sol, la luz, las góndolas, los vaporettos, el bullicio. Todo está vivo. Lo mejor allí es dejarse llevar y desterrar arquetipos y prejuicios. Mejor limpiar la mente de estereotip­os para que la Reina del Adriático apabulle. Esas primeras impresione­s son importante­s y Venecia lo sabe desde tiempos de la Serenísima. La ciudad muestra su elegancia a pesar de las fachadas desconchad­as, sobre todo en la neblina de la noche cuando todas las calles son iguales y desembocan siempre en los canales.

Hay muchas formas de recorrer Venecia, pero todas terminan sobre el agua. Si se quiere visitar Murano, Burano, Giudecca o la impresiona­nte isla cementerio de San Miguel, el vaporetto es una opción más económica, aunque es convenient­e preguntar a los locales para conocer los diferentes bonos.

Avani Río Novo Venecia es un homenaje al cine. Está en el Dorsoduro y sus 144 habitacion­es están tematizada­s para el séptimo arte, incluido su restaurant­e, 8 Millimetri Ciccheti & Wine reinterpre­ta las recetas clásicas italianas. Hay diferentes opciones como la sesión de running al amanecer donde Denis muestra los principale­s puntos de interés y rutas de la ciudad a las siete de la mañana. Augusto Abrí, el autor de máscaras que han aparecido en 50 sombras de Grey o Spiderman, tiene su taller en la isla Giudecca, en el antiguo Molino Stucky, que también fue fábrica de cerveza.

El arte inunda Venecia también en las experienci­as de los viajeros. En Murano, Andrea Penzo y Cristina Fiore enseñan cómo fabricar las famosas perlas de cristal con la técnica del lampworkin­g, un trabajo al fuego que han utilizado en coleccione­s de moda y de joyas.

A los venecianos, los pocos nativos que se pueden permitir el lujo de vivir en los canales, les encanta vivir en sus plazas. Hay osterías y cafeterías para todos los gustos. Pero si se quiere sentir como un local, lo mejor es apuntarse a los cicchetti, pequeños platos en forma de aperitivos que van con palillos al modo de los pinchos vascos. Es costumbre servir los cichetti a media mañana o antes del almuerzo, así como en snacks por la tarde. Por regla general se sirven acompañado­s de pequeños vasos de vino blanco.

Puedes realizar tu propio maquillaje, una máscara de carnaval o perlas de cristal de Murano

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M. G.
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Nada más salir de la estación de Santa Lucía, la ciudad abraza al viajero.
 ?? ?? Imágenes para capturar. Tranvías, carteles, canales, todo parece hecho en estas ciudades para ser fotografia­das y guardar los colores y la luz que el sol ofrece en el norte de Italia.
Imágenes para capturar. Tranvías, carteles, canales, todo parece hecho en estas ciudades para ser fotografia­das y guardar los colores y la luz que el sol ofrece en el norte de Italia.
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