Diario de Sevilla

AIRES DE GUERRA CIVIL

- ▼

CON la mano en el corazón, ¿estaría usted dispuesto a descerraja­r dos tiros a ese vecino contra el que no tiene nada pero sabe afiliado a un partido al que odia? ¿Sería capaz de torturar o violar a la joven militante de esa causa o creencia que le repugna en lo más hondo? ¿Estaría dispuesto a expulsar del trabajo, a expropiar la propiedad y dejar en la miseria a aquel compañero que sabe tan contrario a sus ideas? Por otra parte, ¿qué le parece la perspectiv­a de acabar ante un pelotón de fusilamien­to o sufriendo una muerte lenta y terrible a manos del mismo que, unos días antes, le servía el café o le vendía el periódico? ¿Y la de ver de ver a su hijo muerto en una trinchera excavada en el mismo parque donde, no hace mucho tiempo aún, jugaba con amigos que ahora se matan entre ellos? ¿Y la de su casa reventada por una bomba, destruida por los proyectile­s? Pues todo esto, e infinitos desastres de ese género, es la médula de una guerra civil, no los

El horror sin límites está hoy mucho más cerca de nosotros que hace cinco o diez años

himnos vibrantes ni la épica de barricada; no los discursos para la historia, ni los desfiles victorioso­s ni las fotografía­s sepia de jóvenes idealistas.

El horror sin límites está hoy mucho más cerca de nosotros que hace cinco o diez años, y cada vez se hace más patente, aunque nos resistamos a pensar en ello: “Bueno, pues que sepáis que si de verdad hay una guerra civil, este mierdas es mío. Me lo pido”. Esto ha publicado en X, sin el menor problema legal o moral, José Aroca, asesor socialista en el ayuntamien­to de Alicante, referido a un periodista, da igual de quién se trate. Y debo reconocer que me he estremecid­o al leerlo.

La paz no es solo un don de Dios. Ambrogio Lorenzetti pintó, en el lejano siglo XIV, en el Palacio comunal de Siena, los célebres frescos sobre los efectos del buen y del mal gobierno. Debo a mi buen amigo y compañero Emilio Martín, tan querido y, al mismo tiempo, tan diferente a mi, que me hiciera reparar en el sentido más hondo de esa alegoría medieval. Y el efecto del buen gobierno es justamente la paz. Ese buen gobierno que a nosotros nos falta desde hace tanto, mientras nos deslizamos, en manos de demagogos sin escrúpulos, de viles logreros, hacia el guerracivi­lismo.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain