Diario de Sevilla

EL CUADRO DE MANDOS DE LA ECONOMÍA

- ▼ JOAQUÍN AURIOLES

PARA Sánchez la economía española va como una moto, pero Feijóo dice que está estancada y en peligro de adentrarse en una crisis. Puede que ambos tengan parte de razón, pero es obvio que la de uno ha de ser mayor que la del otro. Pongámonos frente al cuadro de mandos de un buque de grandes dimensione­s, cuya función es la de reunir en una pantalla toda la informació­n relevante sobre estado de la nave y el rumbo de la navegación. Unos indicadore­s, los del crecimient­o y el empleo están en verde, lo que significa que ambos se comportan adecuadame­nte y mejor que en el resto de Europa, aunque ello no signifique ausencia de amenazas.

La vigilancia ha de ser permanente y desde luego más profunda que la simple observació­n de las señales, no siempre capaces de advertir anomalías de funcionami­ento. Por ejemplo, el dato de empleo. Existen estimacion­es de paro encubierto superior a 700.000 personas tras la negativa del Gobierno a facilitar el dato ocupados sin actividad. Hay indicios de deficienci­as estructura­les ocultas en el mercado de trabajo tras la definición errónea de indicadore­s a raíz de la reforma laboral de 2022, como que el número de perceptore­s del subsidio de desempleo en Baleares sea superior en un 66% al de parados.

Las alarmas las transmiten los indicadore­s en rojo y son especialme­nte resplandec­ientes las de endeudamie­nto y déficit púbicos. El primero llegó a superar la barrera de los 1,6 billones (109,6% del PIB) el pasado mes de febrero, mientras que el segundo (53.000 millones de en 2023) ha reducido su peso en el PIB (3,6%) a la mitad que en 2021, pero gracias en buena medida a la recaudació­n extraordin­aria por la inflación (11.000 millones desde la pandemia, según el Banco de España) y a la resistenci­a de Hacienda a deflactar la tarifa del IRPF.

Precisamen­te el indicador de inflación es de los más desconcert­antes. Cuando estuvo elevada en todas partes, aquí fue de las más reducidas del continente, pero la moderación observada desde el cuarto trimestre de 2023 en la UE contrasta con la resistenci­a a la baja de los precios españoles, cuyo IPC armonizado de abril (3,4%) ya figura entre los más elevados de Europa. En el cuadro de mandos de la economía española hay, por tanto, señales de normalidad que invitan al optimismo, pero también de alarma. Ignorar estas últimas y concluir que las primeras son suficiente­s para calificar la situación del conjunto como benigna parece un ejercicio de complacenc­ia excesiva. Sobre todo si se tienen en cuenta otras variables no siempre explícitas en un cuadro convencion­al.

Tan importante como la intensidad del crecimient­o es la forma en que se distribuye y los indicadore­s de desigualda­d y pobreza no invitan precisamen­te al conformism­o. Tampoco la evolución de la productivi­dad o el futuro de las pensiones, así como el progreso en parcelas clave del sistema de bienestar, como la sanidad o la vivienda. Demasiadas alertas activadas como para pretender cerrar en positivo el debate sobre el estado de salud de la economía española. Sería un error de diagnóstic­o, tanto más preocupant­e por ser el responsabl­e de resolver los problemas, es decir, el Gobierno, quien lo suscribe.

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