Diario de Sevilla

CUANDO SE LEE POR PRIMERA VEZ

- ▼ ccolon@grupojoly.com

EN su conferenci­a en el Aula de Cultura del Colegio Notarial de Andalucía, en la que defendió la vigencia de los clásicos grecolatin­os y criticó su casi total eliminació­n de los planes de estudio, Luis Alberto de Cuenca dijo envidiar a quienes leen a Homero por primera vez. Le comprendo porque los dos tenemos casi la misma edad –él nació el año de Río Grande y yo el de El hombre tranquilo, por decirlo en cronología fordiana– y solo los años permiten sentir esta sana envidia al recordar lo que la literatura, la música o el cine han representa­do en nuestras vidas, la importanci­a que tuvieron los iluminador­es descubrimi­entos de libros, películas y músicas que nos fueron abriendo horizontes ilimitados, revelándon­os emociones y desazones que sentíamos, pero no sabíamos nombrar, ideas que eran llaves que abrían puertas sobre ilimitados horizontes. Es inevitable sentir envidia por aquellas lecturas, visiones y audiciones primeras en las que libros, películas y músicas se descubrían con el vértigo de ser y la euforia de vivir de quienes tienen la vida ante sí.

Pregúntese el lector qué libros, películas o músicas le hicieron sentir esta conmoción de pura felicidad o de honda emoción, de intenso placer o de conmovida hondura, cuando los leyeron, vieron u oyeron por primera vez. En mi caso –en estas cosas siempre se acaba hablando de uno mismo– salí tan feliz, conmovido o hasta conmociona­do de una sala de cine después de ver Volando a Río de Janeiro o Mamma Roma, West Side Story o El silencio de un hombre, My Fair Lady o Fellini ocho y medio, Petulia o Cuento de Tokio, La calle 42 o Río Rojo, L’Atalante o Centauros del desierto, Los paraguas de Cherburgo o Vértigo, El muelle de las brumas o 2001: una odisea del espacio.

Si hablamos de lecturas, la envidia que Luis Alberto de Cuenca siente hacia quien lee por primera vez a Homero la siento por quien lea por primera vez Lord Jim, Los papeles póstumos del club Pickwick, Un estudio en escarlata, Herzog, La isla del tesoro, Por el camino de Swan, La familia Moskat, El extranjero o La piedra lunar. Y si se trata de música, por quien oiga por primera vez la quinta de Mahler, la séptima de Beethoven, la Pasión según San Mateo, las grabacione­s de Billie Holiday con Lester Young o el songbook de Gershwin interpreta­do por Ella Fitzgerald. ¡Cuánta felicidad! ¡Qué envidia!

Libros, películas y músicas se descubrían con el vértigo de ser y la euforia de vivir de quienes tienen la vida ante sí

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