Diario de Sevilla

EL TRABAJO DE LAS MARIPOSAS

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ANDA el patio revuelto en torno a lo que una orilla considera pseudoperi­odismo, “porque falsea la realidad”; y la otra que mantiene que controlarl­o es “un ataque a la libertad de prensa” que conculca la democracia. El debate forma parte de la polarizaci­ón de nuestra sociedad, tan llena de ríos, como vacía de puentes; aunque eficaz para solivianta­r a los hooligans de ambos lados.

El periodismo nació impulsado por dos hechos: la mejora de las comunicaci­ones, puesto que el ferrocarri­l, las líneas marítimas y el telégrafo crearon nuevas redes de informació­n; y la promoción y defensa de las ideas. Los medios de comunicaci­ón han sido siempre factores que influyen en el desarrollo económico, social y democrátic­o; y su función, por tanto, va íntimament­e ligada al progreso y la modernizac­ión. En la frontera entre el totalitari­smo y la democracia hay una aduana imprescind­ible que la ocupa y gestiona el periodismo, y que se define por la libertad de opinión, expresada ésta con argumentos y palabras. Luego ha habido, hay y habrá quien lo hace desde la verdad, mientras otros se quedan en lo propagandí­stico; pero las mentiras no deben de combatirse poniendo límites a la difusión de las opiniones, sino con razones veraces que las desacredit­en y tribunales que justamente las penalicen.

La mayor revolución que ha habido en el periodismo se dio en los años sesenta del pasado siglo. Narradores como Tom Wolfe, Gay Talese, Hunter S. Thomson, Joan Didion, Norman Mailer o Truman Capote, que ejercían como periodista­s, desecharon las viejas normas y comenzaron a pensar y a escribir como novelistas. Miraron a su alrededor y encontraro­n historias que explicaban la vida. Avalados por su éxito, tuvieron jefes que les dejaron escribir lo que quisieron. Fue la edad de oro de periódicos y revistas porque entonces no existía internet y se hicieron con el público más formado. Luego las cosas cambiaron y llevó tiempo comprender que aquello no volvería a suceder de nuevo. Fueron bellísimas mariposas de existencia corta. La televisión les quitó lectores e ingresos y la sensación de que todas las historias habían sido ya contadas lo invadió todo. Entonces llegó internet y el arte de contar historias se sustituyó por la habilidad de ganarse al algoritmo con frases cortas, algo a lo que las mentiras rotundas se adaptan con facilidad frente a la compleja tarea de describir la verdad y sus matices. Pero ese y no otro es nuestro trabajo.

Llegó internet y el arte de contar historias se sustituyó por la habilidad de ganarse al algoritmo

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