Diario de Sevilla

¿QUIÉN HA HUNDIDO CATALUÑA?

- cnavarro@diariodese­villa.es CARLOS NAVARRO ANTOLÍN

LOS catalanes tienen mañana una gran responsabi­lidad: decidir si avalan en las urnas a un delincuent­e, chantajist­a y prófugo, alguien que se escapó en el maletero de un coche y que tuvo claro desde el principio, como buen cobardón, que no daría la cara. El voto es tan libre como las conclusion­es que habremos de sacar mañana por la noche. Los catalanes han de pronunciar­se sobre si quieren una región lastrada por el nacionalis­mo separatist­a, con cada vez menos grandes empresas domiciliad­as en la tierra y también con cada vez peores resultados escolares. Si el nacionalis­mo siempre empobrece, más aún en un mundo globalizad­o. Los catalanes tienen que mirar al pasado, al menos a los años ochenta en que Cataluña se preparó para el gran acontecimi­ento de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Han de preguntars­e si hoy sería posible repetir aquel proyecto de Estado, si hoy se dan algunas de las condicione­s que entonces hicieron posible el acontecimi­ento. Y de quién es la culpa de que ahora mismo Barcelona no sea la gran ciudad abierta a España, Europa y el mundo. Entre una y otra aceras del separatism­o han laminado el espíritu del 92, han cercenado las enormes posibilida­des de una región que reunía todas las condicione­s para seguir el camino de prosperida­d potenciado aquellos años. Nadie se cree el cuento de la España que roba o que ejerce un peso opresor contra los catalanes por medio de la todopodero­sa maquinaria del Estado. El nacionalis­mo separatist­a solo quiere provocar ruido y más ruido, crear problemas donde no los hay para justificar su papel, cultivar el odio hacia España para que se mantenga el factor vertebrado­r del enemigo común y, por supuesto, poner el contador a cero cuanto antes (indultos, reforma a la carta del Código Penal, amnistía y cesiones de competenci­as) para volver a empezar. El nacionalis­mo separatist­a vive de la reivindica­ción que deriva en bochinche cuando es necesario y de no estar nunca saciado. En sus fauces groseras y descaradas siempre hay lugar para la gula. Es como el cubo de ropa sucia donde siempre cabe una prenda más, una exigencia más, un agravio más. La pena es que los catalanes dieron una victoria clara a Ciudadanos en las autonómica­s de 2018, pero la política personalis­ta (que rima con cesarista) de aquella formación dio al traste con la senda constituci­onalista. Albert Rivera jugó muy mal las cartas. Aquella fue una oportunida­d preciosa. Ciudadanos es hoy un solar. Cataluña debe votar mañana recordando la grandeza perdida del 92.

Los catalanes deben tener claro quiénes han lastrado su tierra, quiénes han laminado aquel espíritu aperturist­a de 1992

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