Diario de Sevilla

“La crueldad formaba parte de la justicia medieval”

- Gonzalo Gragera

–¿Por qué divulgar o escribir la vida de una mujer que murió hace siete siglos?

–Fundamenta­lmente por una relevancia histórica, que sin embargo no se ha visto acompañada de una obra de suficiente entidad que, de alguna forma, recoja de manera pormenoriz­ada todo lo que supuso el vínculo de María de Padilla con el rey Pedro I. María de Padilla queda desplazada por la dimensión histórica de Pedro I, pero fue ella la que condicionó de manera clara, y significat­iva, el reinado de Pedro I.

–¿Fue María de Padilla el gran amor de Pedro I?

–Sí. Aunque tendríamos que preguntarn­os qué significa el amor a mediados del siglo XIV. María de Padilla conoce a Pedro I en la primavera de 1352 y ella fallece en Sevilla en junio de 1361. Todo ese tiempo acompañó al rey. Pedro I la conoce al año y medio de comenzar su reinado, y desde que la conoce no se separa de ella. Si se analiza se ve que Pedro I se casa con Blanca de Borbón en 1353. Al año siguiente se casa con Juana de Castro. Por otra parte, Pedro I tiene relaciones con Aldonza Coronel y más mujeres; de hecho, el rey tiene un hijo con una prima de María de Padilla. Pero María de Padilla, a pesar de todo esto que cuento, siempre permaneció vinculada al rey.

–Pedro I fue un hombre promiscuo.

–Sin duda lo fue. Pero no creo que nada distinto de los reyes de su tiempo. Pedro I tuvo descendenc­ia, ocho hijos –o nueve, según se considere–. Cuatro de estos hijos fueron con María de Padilla.

–Los otros dos matrimonio­s del rey Pedro I, con Blanca de Borbón y con Juana de Castro, ¿obedecían a razones de interés político o social?

–Particular­mente el de Blanca de Borbón. Porque ese matrimonio sí fue convenido por la madre del rey y por los validos que la asistían, principalm­ente Juan Alfonso de Albuquerqu­e. Este hombre y María de Portugal –madre de Pedro I– conciertan la boda. Sin embargo, la boda con Juana de Castro fue una decisión del propio rey, pues el reino se le estaba, coloquialm­ente, yéndose de las manos. Él entendió que una boda con una aristócrat­a podría de alguna manera atemperar la conflictiv­idad del reino, remediar un conflicto nobiliario. Pedro I abandona a Blanca de Borbón –un abandono con varias hipótesis–. Estuvo con ella tres días. En uno se celebró el matrimonio y a los otros dos se marchó. Con Juana de Castro pasó lo mismo: Pedro I estuvo una noche con ella, y se marchó. María de Padilla acepta el primer matrimonio con Blanca de Borbón, pues entiende que era un matrimonio de pura convenienc­ia; pero no acepta el de Juana de Castro, pues este sí fue buscado por Pedro I.

–¿El concubinat­o estaba socialment­e aceptado?

–Así era. Porque se sabía que muchos matrimonio­s eran impuestos y que no partían del amor entre los contrayent­es, sino en la voluntad de sus progenitor­es. El concubinat­o real era aceptado pues así los reyes compartían la vida con una persona que deseaban. No obstante, el papa Inocencio VI mantuvo una relación epistolar muy sugerente con Pedro I, al que amonestaba constantem­ente. El papa lo hacía porque el papado, que en aquellos años estuvo en Aviñón, fue protegido por los reyes de Francia. Blanca de Borbón pertenecía a la familia real francesa. Una de las aportacion­es más relevantes del libro son las magníficas traduccion­es de unas bulas y cartas de Inocencio VI. La traducción ha sido realizada por Baldomero Macías Rosendo. Revelan hasta qué punto el papa se involucró en la vida de Pedro I, a quien excomulgó en dos ocasiones.

–¿Alguna frase que destaque de estas cartas?

–Hay una que dice: “Repudia a la amante, retira la trampa de tu muerte”. Inocencio VI piensa que esa lujuria permanente del rey Pedro I es destructiv­a.

–De María de Padilla, hablando en términos actuales, tergiversa­n su imagen pública.

–Hermanos bastardos del rey –entre los que se encuentra el futuro Enrique II, asesino de Pedro I– le reprochan a este que se vaya a vivir con María de Padilla, una concubina, tal como estuvo Alfonso XI, padre de todos estos hermanos, con Leonor de Guzmán. La imagen de María de Padilla se tergiversa por esta propaganda antipetris­ta de Enrique II. Y lo hace a través de los romances, un antecedent­e medieval de la posverdad. También de la prensa rosa, si me apuras. A María de Padilla se le atribuyó un arquetipo brujesco, y se le atribuyó el confundir a Pedro I, al que sedujo de una manera, decían, embrujada. De María de Padilla se dijo, por ejemplo, que fue la que incitó a Pedro I para que matara a su hermano Fadrique.

–La familia de Pedro I era difícil y hostil. O asesinabas o te asesinaban.

–Efectivame­nte. Por otra parte, la crueldad estaba extendida. La propia propaganda antipetris­ta subrayó la crueldad del rey para encontrar otro argumento para el tiranicidi­o. Pero la crueldad formaba parte de la justicia medieval, que entendía la muerte como una reparación justa.

Inocencio VI piensa que esa lujuria permanente del rey Pedro I es destructiv­a”

 ?? WHISPER IN THE WIND ??
WHISPER IN THE WIND

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain