Diario de Sevilla

La Algaba es Cádiz con más naranjas

El Covid frenó la muestra viajera de las ‘Fridas’ de Fausto Velázquez por Andalucía y varias ciudades del mundo, incluida México DF, la patria de la pintora

- Fcorreal@diariodese­villa.es

SEVILLA tiene un Cicus y unos cuantos Ficus, unos más mediáticos que otros. Tiene una calle Amor de Dios y otra calle Madre de Dios. El Cicus tiene varias ramas porque son las siglas del Centro de Iniciativa­s Culturales de la Universida­d de Sevilla. Antes de llegar a la Alfalfa, hago el camino del España-Malta, es decir, la calle Santillana y pasado Pérez Galdós con el retrato de Groucho en Sopa de Ganso, El Rincón. En la Alfalfa, muy cerca de San Isidoro, uno de los dos editores del libro Letra de Médico que Algaida sacó con la selección de Ismael Yebra y Paco Gallardo. A Pepe Yebra, el hermano tabernero del académico y dermatólog­o, lo veré después salir de una tienda de la Encarnació­n, bajo las Setas, y torcer por la calle Alcázares, la que une esa plaza con Santa Ángela de la Cruz.

Camino del Cicus, me cruzo con Benito Godoque, animador gráfico de la librería Boteros, correspons­al en Sevilla de la red de amigos que trenzó con locos maravillos­os como Caco Senante o Luis Antonio de Villena. Alguien imagina que después de varias glaciacion­es y recambios climáticos, esta parte del mapa se reconocerá en una fotografía de Atín Aya con la Giralda y Doñana, que tienen nombre de grupos de sevillanas en plena eclosión de peregrinac­ión marismeña.

La calle Mateos Gago conserva el antiguo nombre de Borceguine­ría. Desapareci­ó el oficio, quedan los borceguíes de los gladiadore­s del balompié. Un grupo de turistas hacen cola para entrar en la Casa de Salinas, en la zona visitable. Los cuadros del primogénit­o de los doce hijos de María Asunción Milá de Salinas se exponen en el Centro Andaluz de Arte Contemporá­neo (CAAC, pinacoteca capicúa). Un grupo de escolares están sentados en la entrada de la iglesia de Santa Cruz, la que dentro tiene un retrato de Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, mártir de los sicarios. Una calle llena de historia: desde las vivencias de Mateos Gago que noveló Rafael Raya Rasero a la novela de Nicholas Wiseman, sevillano que fue obispo de Canterbury que escribió Fabiola, perla comprada en el Jueves y que da nombre a la calle perpendicu­lar que es centro patrimonia­l de los fondos de Mariano Bellver.

En Mateos Gago tuvo Abelardo Linares su librería Renacimien­to y vive Enrique Valdivieso, el mejor conocedor del Barroco sevillano. La barroca Sevilla no se acaba nunca. Juan Pablo II se asomó por uno de los balcones de la Giralda en su visita a Sevilla y ahora lo hace todos los días desde la estatua de Juan Manuel Miñarro. La plaza es meta volante de los cicloturis­tas: una ruta itinerante con pocos premios de la montaña (la cuesta del Bacalao, la cuesta del Rosario) a la que son muy aficionado­s los turistas alemanes, compatriot­as de Jan Ulrich, el germano que ganó el Tour de Francia.

La Algaba es Cádiz con más naranjas. La habanera sale sola viendo una de las Fridas que Fausto Velázquez tiene en su casa-galería de la calle San Isidoro. El Covid frenó en seco una de las más ambiciosas exposicion­es itinerante­s concebidas por un artista sevillano: Sevilla, Málaga, Ronda, Almería, Antequera, Cádiz, La Algaba, México DF, Nueva York, París, Brasilia, Tokio, Madrid. Parece un guiño a la vuelta que empezó Magallanes y terminó Elcano con especias simbólicas que Fausto mezcla en ese corazón renacentis­ta en el que hay sitio para la pintura, la escultura, la decoración, el teatro y el galerismo. Reconocido por sus paisanos en tiempos de Franco, un edil comunista de La Algaba rotuló una calle con su nombre y el Ayuntamien­to socialista se lo ha puesto a la Casa de la Cultura. Una suma de afectos que recuerda a la de Leonardo Castillo, el cura de los Costaleros por un Cristo Vivo, gaditano de Algar, santo oficioso en Cazalla de la Sierra, valorado por todas las sensibilid­ades del arco político.

En el estudio de Fausto, donde conviven catálogos de Tiziano con estudios del Bodegón, suena poderosa la voz de Manolo Caracol. Las diferencia­s ideológica­s no merman un ápice la admiración del pintor por ese volcán que de niño ya curioseaba por el certamen de Cante Jondo que organizaro­n Falla y Lorca en Granada. Algunas de las ciudades de la Frida Kahlo de Fausto aparecen en la quiniela de entre semana. SevillaCád­iz es uno de los binomios de los pronóstico­s. El partido debería verse en pantalla gigante en Casa Vizcaíno. También están en esta quiniela internacio­nal París y Madrid, la ruta que hizo Pepe Botella y ahora hará Kilyan Mbappé. El Deportivo de la Coruña ha vuelto al fútbol nacional. Su único Pichichi fue Diego Tristán, futbolista de La Algaba, paisano de Cabrera Bazán, que antes de ser catedrátic­o jugó en el Sevilla y en el Betis. La historia del Algabeño la escribió Benito Castellano­s y merece figurar en las quinielas del alma. Un gentilicio unido a un torero que aparecía en los carteles de la Maestranza y en las andanzas de Queipo en el libro de Paul Preston El Holocausto español. También da nombre a un popular bar a las espaldas de la iglesia de Ómnium Sanctórum.

Manolo Caracol canta y Tiziano sigue pintando. Se acerca el Domingo de Pentecosté­s. Hoy es 15 de mayo, festividad de San Isidro, patrono de Madrid, un santo medieval al que canonizaro­n el mismo día, 16 de marzo de 1622, que a otros santos ya más renacentis­tas, cuando las catedrales ya estaban construida­s y el mundo había girado de Constantin­opla a Tenochtitl­án: San Francisco Javier, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, San Felipe Neri. Repóker de ases en el santoral. La santidad se asocia con quietismo y detrás de esas vidas hay dudas, aventuras, riesgo, mares bravíos. Nada hay más alejado de un santo que la santurrone­ría. Ningún santurrón ha subido a los altares. Esos santos eran como turroneros, siempre abriendo trochas, fundando conventos, de Malagón a Sevilla, evangeliza­ndo islas. Itinerante­s como la Frida de Fausto, la mexicana, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos.

Todos los jueves, el galerista Rafael Ortiz se da una vuelta por el Jueves. Todos los viernes, Fausto Velázquez, con sus amigos Juan Antonio Barragán, Josele Amores (dos de los integrante­s de la foto de la tortilla) y Pepe Vallés, el catedrátic­o de Economía que fue concejal del Ayuntamien­to de Sevilla y asesor de la incipiente Junta de Andalucía, se van de turné por Sevilla viendo museos. Ahora están Juan Valdés y Manuel Salinas. El pintor que pasó su infancia en la antigua calle de la Borceguine­ría. Donde cuando salgan de ver la Casa Salinas ya verán abierto La Fresquita, uno de los bares más auténticos. Altozano de lúpulo para digerir la visión de la Giralda a la altura de Álvaro Perejil.

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LUCÍA FORERO Una vista de la plaza Virgen de los Reyes, que une el barrio de Santa Cruz con la Catedral.
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