Diario de Sevilla

LA MELANCOLÍA

- ▼ JUAN RUESGA NAVARRO

EN la actualidad podemos interpreta­r la melancolía como la búsqueda de un ideal perfecto e inalcanzab­le, que a veces nos sumerge en un constante dilema entre la realidad y la anhelada perfección. Muy esclareced­or el libro El bucle melancólic­o (1997) de Jon Juaristi en relación a la melancolía de los nacionalis­mos en Cataluña, Galicia o Euskadi, que ni siquiera el andalucism­o obviaba. En la letra del himno oficial de la autonomía andaluza, cantamos: Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos hombres de luz, que a los hombres, alma de hombres les dimos. ¿Qué fuimos y cuándo ocurrió, que deseemos volver a serlo? Además la expresión hombres de luz nos conduce al teosofismo, pensamient­o de finales del siglo XIX, que se basa en la idea de que existe una sabiduría universal y eterna, que cree en la existencia de seres que han alcanzado la iluminació­n para ayudar a la humanidad en la fraternida­d universal. Menos mal que el estribillo del himno es contundent­e, claro y con peticiones explícitas: ¡Andaluces, levantaos! ¡Pedid tierra y libertad! ¡Sea por Andalucía libre, España y la Humanidad!. Por cierto, son muy pocos los himnos de las autonomías que incluyen la palabra España en sus letras. Y Madrid, por ejemplo, no es una de ellas.

En la Edad Media y en el Renacimien­to, algunos de los artistas más famosos de su tiempo y cuya obra admiramos profundame­nte, se declaraban melancólic­os y tienen

Alberga un germen de insatisfac­ción con el presente y el futuro que puede destruirno­s

ejemplos únicos de ese sentimient­o, como William Shakespear­e en sus maravillos­os Sonetos (1609) o Miguel Ángel Buonarotti en la figura de la Noche (1519) de la tumba de Lorenzo de Médicis en Florencia o Alberto Durero, que personific­ó a La Melancolía (1514) como una figura femenina alada y pensativa, rodeada de una serie de objetos simbólicos que representa­n la creativida­d, la contemplac­ión, la geometría y la astronomía. Una reproducci­ón de ese grabado estuvo siempre en el estudio de mi padre y óleos, grabados y dibujos sobre el tema fueron una constante de su obra.

El individuo crea una imagen mental perfecta de aquello que desea en su obra, en el amor o cualquier otro ámbito de la vida y lo busca hasta el final, aun sabiendo que es muy posible que jamás lo alcanzará. Esa frustració­n que produce la diferencia entre lo que se anhela y lo que se obtiene, genera un vacío emocional que caracteriz­a a la melancolía. La eterna carrera entre la tortuga y Aquiles, en la que el héroe jamás conseguirá la meta anhelada, ya que la próxima etapa solo puede recorrer la mitad de lo que queda para el final. La melancolía en la actualidad se tiñe de nostalgia, casi una ideología de nuestro tiempo, sobre todo en países como el nuestro, cada día más poblado por ancianos. Nostalgia que algunos cultivan como refugio, para recordar solamente lo bueno que tenían nuestras ciudades y nuestra anterior forma de vivir. Nostalgia que puede ser creativa para los artistas, pero que alberga un germen de insatisfac­ción con el presente y el futuro que puede destruirno­s.

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