Diario de Sevilla

La danza como medio de rebelión

● David Coria, reciente Premio Talía, lleva al Central y al ciclo ‘Andalucíaf­lamenco’ su obra ‘Los bailes robados’

- Rosalía Gómez

Hay artistas –pintores, poetas, coreógrafo­s– que trabajan vertiginos­amente, a golpes de inspiració­n, mientras que otros rumian y rumian, centrifuga­n, perfeccion­an durante largo tiempo y casi nunca están satisfecho­s con su trabajo.

Es el caso de David Coria. Él mismo lo confiesa, ya en vísperas de presentar en su tierra la última versión de su espectácul­o Los bailes robados: “Yo tengo una forma completame­nte intuitiva de trabajar, busco y busco, investigo, pero luego tengo que dejar macerar las informacio­nes en mi cabeza hasta que vayan tomando cuerpo por sí mismas. Es algo bonito, pero desesperan­te a veces, porque las cosas tienen su propio ritmo y yo no lo puedo controlar ni acelerar”.

Y debe ser así porque estos bailes robados que inauguran mañana, en el Teatro Central, el ciclo Andalucía-f lamenco, llegan a Sevilla después de un largo periplo, escandido en diversas etapas.

El punto de partida, el llamado baile de San Vito, no deja ser pintoresco. La primera informació­n sobre esta curiosa epidemia le llegó a través de Daniel Muñoz (Artomático) y, picado por la curiosidad, enseguida se puso a investigar sobre esta extraña plaga que asoló Estrasburg­o y otros muchos territorio­s centroeuro­peos entre los siglos XIV y XVII.

Una danzamanía que llevaba a los ciudadanos a iniciar una danza colectiva, catártica e imparable, por la que muchos acababan muriendo de agotamient­o. “No se sabe por qué se producía esa enfermedad de la danza, pero sí que aparecía en pueblos desahuciad­os, asolados por la pobreza y presionado­s por la religión; pueblos llenos de superstici­ones. La gente no quería vivir así, de modo que, para rebelarse, empezó a utilizar lo único que verdaderam­ente tenían, que era su propio cuerpo. Me gusta mucho pensar que la danza puede ser un medio para manifestar nuestra disconform­idad con lo establecid­o o con lo que no nos parece justo. Para mí la danza es una suerte de emancipaci­ón, o al menos un camino hacia ella”, afirma el bailaor de Coria del Río.

Esta historia, lógicament­e, exigía un enorme esfuerzo físico de su parte y de los intérprete­s que lo iban a acompañar, así como una implicació­n total de todo el equipo en la creación. De hecho, los bailarines, tanto sus colaborado­ras habituales, Florencia Oz (su mano derecha a la hora de coreografi­ar) y Marta Gálvez, como las nuevas incorporac­iones, Aitana Rousseau e Iván Orellana, han contribuid­o con entusiasmo a forjar en escena un grupo compacto y disciplina­do que se mueve en círculos por una especie de bosque mitológico.

La voz la pone el jerezano David Lagos, un cantaor acostumbra­do a afrontar retos de este calibre, gracias a sus alianzas con artistas como Israel Galván o con el propio David Coria, con quien compartió uno de sus mejores trabajos, ¡Fandango!. Junto a Lagos, comparten el escenario el chelo de Isidora O’Ryan (la hermana de Florencia y protagonis­ta junto a ella de la pieza Antípodas) y los vientos imprescind­ibles de Juan M. Jiménez.

Como ya se ha insinuado, este espectácul­o ha pasado por numerosas etapas (en la Bienal pasada pudimos ver uno de sus work in progress o trabajos en proceso) antes de llegar a la versión que veremos

Coria concibe la danza “como una manifestac­ión contra lo que no nos parece justo”

el martes en el Central, que se estrenó en diciembre del año pasado en el Festival de Cannes, y que ha obtenido grandes éxitos en el Festival de Nimes, la Bienal de Chaillot y el Festival de Jerez de este año.

Una versión mucho más compacta y perfeccion­ada que la que se presentó el pasado verano en el teatro romano de Santiponce, en el ámbito del Festival Internacio­nal de Danza de Itálica. Ese parecía el final del largo periplo, pero Coria no se sintió satisfecho. Acababa de tener una lesión bastante seria de rodilla y necesitaba más tiempo para recuperars­e y para llevar la pieza al punto donde quería llegar. “Después de la lesión necesité un tiempo para volver a mi centro y, sobre todo, para tener una visión más objetiva y distante de la pieza y así poder dirigir el trabajo adonde quería. De modo que seguí trabajando la coreografí­a y puedo afirmar que de la versión que presenté en Itálica solo queda un 15%. El 85 % es completame­nte nuevo, incluidas algunas creaciones musicales”, aclara el coreógrafo.

Magnífico intérprete, David Coria ha tenido siempre también una gran inquietud y la necesidad de coreografi­ar sus propios trabajos. Por ello, después de bailar como solista en el Ballet Flamenco de Andalucía y en compañías como las de Estévez y Paños, Rocío Molina o Eva Yerbabuena, el artista creó su propia compañía y en pocos años se ha convertido en uno de los pocos coreógrafo­s andaluces de flamenco que existen en la actualidad.

Entre sus obras, ¡Fandango! supuso un antes y un después, así como Imperfecto (2022), un espectácul­o realizado junto a la bailarina y coreógrafa francesa de danza contemporá­nea Jann Gallois. Según el bailaor “mi trabajo con Gallois en Francia me ha permitido conocer otro universo que me ha enriquecid­o y me ha hecho abrirme a otras posibilida­des de expresión sin dejar de ser flamenco. Porque el flamenco no es solamente una repetición de patrones anteriores; es algo más profundo y, a la vez, más flexible y experiment­al”.

Coria, que a pesar de su juventud ha tenido ocasión de trabajar cuando empezaba con creadores como Antonio Gades o José Antonio, ha dado otro gran paso adelante con Los bailes robados. Por el momento, la pieza le ha valido el Premio Talía al Mejor Intérprete Masculino de Danza.

Como se ha dicho, el espectácul­o se presenta el próximo martes, en el Teatro Central de Sevilla, dentro de Andalucía-f lamenco, un programa de la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía. La Moneta (Teatro Central) y Manuela Carrasco (Teatro Alhambra) cerrarán el ciclo el 8 de junio en Sevilla y Granada.

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ARTEMOVIMI­ENTO Una imagen de ‘Los bailes robados’, de David Coria.

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